13 febrero, 2011

Esperando la carta (segunda parte)

“¿Cuánto tengo que esperar? ¿O es que la carta jamás habrá de llegar?... Allí está Osmán... él no entiende, no sabe la verdad... ¡Beatriz tengo que salir de aquí!” Los pensamientos le venían uno tras otro, le hacían ver con menos claridad, sentía la asfixia, la presión... de pronto se desmayó ante la mirada incrédula de Habib, su abogado.

“El juicio se ha postergado una hora hasta que te recuperes” le dijo Habib cuando se reincorporó. “¿Y de eso ya cuánto ha pasado?” preguntó Victor con un dolor inmenso en la cabeza. “Media hora. Por ahora debes descansar. Te dejo para que duermas. Y si hay noticias de Maciel, tú serás al primero que acudiré. Descansa.” Y se fue de la habitación.

Volvió Victor a sus aflicciones mentales aunque no quería pensar en ello, en lo que Osmán habría podido hacer con tal de que esa carta no llegara. Para ya no torturarse, volvió a sus recuerdos...

Las noches se habían convertido en recuerdos dulces del día hasta que el sueño llegara. Así era... sus almas sonreían al acostarse, recordando los momentos que habían pasado...

Pero, Victor no era el único que quería a Beatriz. Su candidez y belleza habían cautivado ya a muchos hombres, a los que ella tuvo que rechazar, porque por ninguno había sentido nada. Entre tantos hubo uno que no se resignaba: seguía mandándole flores, cartas y demás chucherías de cortejo. Y su nombre era: Huberto.

Huberto demoró un tiempo en percatarse de que el corazón de su amada había sido robado por un don nadie. El rencor fue creciendo en su alma, fue alimentándose cada vez que los veía de lejos por aquel camino. Ellos no lo veían, pero Victor ya se había enterado de Huberto, ya que en uno de esos días Beatriz le contó de un marqués que la cortejaba y que, sin embargo, ella no había aceptado.

Victor pensó que Huberto ya se había cansado de cortejarla, y es por eso que jamás fue a dialogar con el marqués, empero él se equivocó y ése fue su gran error...