21 marzo, 2015

Detrás de la puerta


“Quiero tocarte de nuevo. Quiero insistirte, golpear tu puerta hasta que me abras. Pero, tu orgullo, tu dignidad, no va a dejar que entre ni Dios”

- Así son todas, amigo. Si ellas dicen que todos los hombres somos iguales, nosotros también podemos decir lo mismo.

- Pues ella es la más terca que he conocido.

- Pero, dime la verdad… ¿te encerraste en tu oficina con Julia?

- No es verdad. Diana no puede creer en chismes. Sólo porque una persona le contó que me vio, no significa que sea verdad.

- ¡Vamos! Estamos entre amigos, cuéntame.

- ¡No! No estuve con ella.

Renato cerró sesión.

Acto seguido, Renato se desconectó del chat. “Maldito mentiroso, mal amigo” pensó su colega de trabajo. “No quiere contarme”

“Le mandaré una carta. Esas tonterías siempre le han gustado” Resolvió mientras su remordimiento se convertía, como por arte de magia, en disgusto hacia ella.

Amiga, compañera, amante, amor. Tú más que nadie sabe lo que yo siento. Tú  conoces hasta mis manías más raras. Sólo a ti te he abierto mi alma, mi cuerpo y mi futuro. Y por estas razones, es que yo te pido que no creas en lo que alguien mal intencionado puede decir. Serán celos, será envidia, la gente es así. No soporta que los demás sean enormemente felices, como lo hemos sido nosotros, mi vida.

Por favor, ábreme la puerta y observa mis ojos para encontrar la verdad en ellos. Te amo.

Con eso bastará, intentaré dormir… A esperar en la sala, para que no se me escape. ¡Qué jodido es dormir en el sofá” Renato pretendió descansar, pero una interrogante sin respuesta, lo despertaba cada vez que estaba a punto de irse a otra dimensión. “¿Quién le habrá contado eso a mi mujer? Todos son unas cotorras de mierda. Lucía, Daniel, Wilmer, Luis. A esa hora no quedaba nadie. A todos les dije que se fueran temprano. Entonces, ¿quién?”

14 marzo, 2015

Llegando al destino


“Si existiese un medio para llegar más deprisa ya estaría contigo. Amigo mío llévame lo más rápido que puedas, te lo ruego.” Pensó Enrique cuando se prestaba a montar su caballo.

- ¡Ten mucho cuidado! – gritó su madre cuando él ya se perdía entre la arboleda.

“No debes casarte con ese hombre, no debes. Tengo que impedir que destruyas tu vida” 

El caballo parecía tener la misma convicción que el joven. En tramos en los que, cualquier otro, hubiese retrocedido, dudado, el equino sorteaba los obstáculos sin vacilar.

“Te debo mucho, querido compañero, no me defraudes. No defraudes a la mujer que amo”

El caballo relinchaba, como asintiendo, el joven se llenaba de esperanza. 

Y mientras el galopar frenético del animal rompía con la tranquilidad del camino, la mujer a la que Enrique amaba, se empezaba a vestir para su boda. Aún quedaba media hora para que el joven llegara.

- Mujer, apúrate, después de la boda hay mucho por hacer – le increpó el viejo Bernardo a su joven prometida.

El viejo Bernardo, había amasado una fortuna con el robo de propiedades en muchas localidades a lo largo del país. Tenía mucho dinero y sobre todo, tenía mucho poder. Lo único a lo que le temía era a quedarse sólo. Por ello buscó a una bella joven. Y encontró a la mujer que amaba Enrique. Sabía que los dos se querían. Así que maquinó la forma en la que los separaría: con sus artimañas logró quitarle el pequeño terreno a su familia. Fue entonces que pidió la mano de la joven. Su familia, aun así se opuso. Ella, sin embargo, viendo el dolor de sus hermanos y padres, decidió aceptar.

- Ya. Vamos – dijo furioso, agarrando del brazo a la joven. Él ya sabía que Enrique estaba por llegar y no quería que su prometida viera lo que estaba por suceder.

Y él llegó a la entrada del pueblo, donde lo esperaban matones del viejo Bernardo. Eran cinco, cada uno con una caja de madera en sus manos. La boda ya se celebraba en esos momentos.

- Nuestro patrón dice que debemos arrojarte estas cajas… ¿qué contienen?, te preguntarás… ahora lo averiguaremos todos – y al decir esto último todos empezaron a tirar las cajas hacia el joven y su caballo.

Los ojos del equino se agrandaron, sus movimientos se volvieron frenéticos. El joven comprendió, al ver el contenido de las cajas, el porqué de la locura del animal. Intentó calmarlo, pero era imposible. Terminó cayendo con violencia, rompiéndose la cabeza en una piedra. Después de esto, las serpientes empezaron a perderse entre la maleza del camino, llevándose las esperanzas del joven.


comunidad PTB )

01 marzo, 2015

Lo que no se calcula


- Te voy a contar una historia. Hace unos años, en la tierra, aquella que ves en el norte, vivió uno de mis amigos más queridos. Su nombre era Bruno, un joven de veintiséis años, preocupado siempre por el futuro. Claro, que esto no es muy común en los jóvenes. Muchos sólo viven el día a día sin siquiera darle importancia a lo que les rodea y otros tantos sólo se preocupan por el presente. Pero, este joven era distinto. Todo se basaba en constantes y variables para él. Planificaba todos sus días.

- Entonces, ¿se convirtió en un hombre importante?

- Lamentablemente, se obsesionó con la idea de poder controlar todo a su alrededor. Todos los posibles caminos que se derivaban de una sola acción, lo atormentaban, día y noche. Quería manejar todo en esta vida. Es por ello que empezó a estudiar. Recorrió todas las ciudades de nuestro país, para así aprender. Buscaba en bibliotecas, consultaba a las personas. En ese tiempo, logró leer miles de libros. Pero, no cargaba con ninguno en sus viajes. Cuando terminaba de leer alguno, apuntaba las ideas necesarias y las guardaba en su mochila. 

- Maestro, ¿es la historia de alguien que quería convertirse en Dios?

- Era el motivo por el que vivía. Todas las mañanas se despertaba con la ilusión de recrear otro escenario y poder predecir todo. Fue en una de esas mañanas, en la que conoció a Violeta. Una mujer, que creyó que lo que él hacía era encomiable. Ella, entonces decidió seguirlo en su viaje. Lo ayudó a ordenar sus ideas, a escribirlas, mientras él las dictaba.

- Una pareja, hecha por el destino.

- No fue así. Bruno cometió un error al momento de conocerla, de permitirle seguir su camino: él se enamoró. No lo pudo predecir. Y así empezaron los errores, uno tras otro. Las lecturas diarias, dejaron de serlas. Las ideas se mezclaban con el aroma de Violeta, con su sonrisa, con su rostro dormido a la luz de la luna.

- Entonces, ¿ellos intimaron sin estar casados?

- Nunca intimaron más allá de un apretón de manos. Llegada la noche, cuando no tenían  suficiente dinero, dormían en el campo. Es por ello, que Bruno podía ver su rostro dormido. La meta de su vida empezó a convertirse en algo secundario. Empero, él se sentía alegre. Un sentimiento, que jamás le había dado el intentar predecir el futuro.

- Maestro, entonces ¿por qué le llama error?

- Él decidió declarar sus sentimientos. Con los conocimientos adquiridos intentó predecir los posibles escenarios. Pero, en el momento de estar al frente de Violeta, él no se contuvo y la besó. No pudo predecir aquello, ni lo que vendría después: ella lo abofeteó. Entre sollozos, dijo que lo admiraba como un maestro. Bruno le preguntó si alguna vez ella lo amaría. Entonces, respondió contándole que sólo amó a un hombre, su esposo, el cual había muerto hacía dos años. Que nunca amaría a alguien más.

- ¿Qué pasó después?

 - Esa fue la última vez que se vieron. Ella decidió tomar un camino, y él no la siguió. Dejó de intentar predecir las cosas. Buscó paz en las montañas y decidió enseñar lo que había aprendido.


comunidad PTB )