19 abril, 2017

Cuento II

¿A quién o a qué podemos culpar cuando la mente se refugia? Y a refugio me refiero cuando la memoria bloquea  algún suceso doloroso y termina creando otra realidad.

Si fuese un matrimonio la culpa directa recaería en el insensato que hiere aun sabiendo la condición del acompañante. Y la indirecta, de quien elige erróneamente a la pareja.

Lo más sencillo es echarle la culpa al atacante, cuando además la víctima es débil y no puede reunir fuerzas para combatir la agresión. Solamente puede huir dentro de su mente. 

Javier, amigo de la pareja de casados: Viviana y Pablo, había regresado a la ciudad donde los tres se conocieron, luego de cinco años de ausencia. Una oportunidad prometedora y providencial a corto plazo, pero finalmente devastadora (por la cual se lamentaría toda su vida) lo alejó de ellos. 

- ¡Es estupendo! Me has sorprendido, hombre. Un país lleno de buena bebida, buenas mujeres y además bien pagado. El trabajo ideal…

- ¡Gracias por tus deseos Pablo! Espero que todo me vaya excelente. No sé cuánto tiempo me demore en regresar, pero claro que lo haré, ustedes son mis mejores amigos.

Y aunque las palabras de los dos hombres sonarían quizás sinceras, éstas estaban cargadas de recelo. Sus miradas confirmaban un hilo invisible que los unía irremediablemente: los dos querían a la misma mujer.

- Una llamada, discúlpenme un momento.

Un silencio triste se formó en el comedor cuando Pablo se retiró. Viviana tenía la mirada perdida en el florero que Javier les había dado como regalo de bodas. Una boda fantástica, pomposa, a la cual el enamorado hombre rechazó ir, alegando una operación, que la novia sabía falsa.

-Yo… lo siento, no puedo seguir…

- ¿A qué te refieres? – preguntó Viviana con la voz quebrada, pero conociendo la razón de todo.

- Te lo repetiría todos los días si las cosas hubiesen sido distintas entre nosotros.

- Ahora estoy casada. No hay nada que hacer, respeto a mi marido.

- … ¿no te gustaría escaparte conmigo?

- ¡¿No me has escuchado?! – exclamó algo inquieta.

Entonces el silencio volvió a reinar en la sala. Era de noche y sólo se oían algunos autos pasar. 

- Era un cliente, ¡parece que aprobará mi proyecto! – Pablo regresaba a la sala, mostrando sus dientes blancos y perfectos al dar la noticia.

“Maldito bastardo” pensaba Javier mientras se levantaba de la silla para abrazar al amigo. Viviana sonrió a su marido con esas sonrisas que parecen que terminarán en llanto. Él le devolvió la sonrisa y se acercó para besarla en los labios. “Maldito bastardo”

De este suceso, quedaba un dolor amargo en el pecho de Javier, que tenía que tragar desde que se enteró que el matrimonio se había convertido en un infierno. Episodios de violencia que se desarrollaron durante tres años, durante los cuales ningún amigo se atrevió a contarle, creyendo que él dejaría todo para regresar. Y estaban en lo cierto; luego de dos días de enterarse ya estaba en un vuelo directo a su destino.

Pensaba en llegar a la casa de Viviana y convencerla de huir con él… aunque no podría ya que Javier se lo impediría… entonces debía, en primer lugar, comunicarse con ella, pero ¿cómo? Los pocos amigos que tenían en común ni siquiera tenían algún número de referencia. Lo único que sabía de ella era la carta que llegó a su casa, que una amiga en común le mandó.


07 abril, 2017

Mariposa blanca (Poema LVIII)

Quiero ver tus alas siempre abiertas,
quiero verte con ganas de volar,
conocer el mundo y su gente.

Quiero que tus labios formen una sonrisa,
tan fuerte como tu mirada,
y tan delicada como tu alma.

Quiero que pruebes la mejor poesía,
que al dormir los libros queden abiertos
y al despertar ellos también despierten.

Quiero verte sonreír, volar,
quiero inmortalizarte
quiero que vivas en mi poesía.

(Escrito el 07/04/14)

comunidad PTB )

La rosa en el pavimento (Poema LVII)

No leas este poema.

Ódiame,
inventa las razones si quieres,
pero ódiame.

No lo intentes,
solo hazlo.

Ódiame,
pero no me odies con el corazón...

No me quieras más,
no me muestres tu sonrisa.

Ódiame,
inventa las razones si quieres,
pero ódiame.

Y si leíste el poema,
olvídalo,
no me odies,
ya encontraré otra forma
para no amarte.

(Escrito el 11/03/14)

comunidad PTB )