15 diciembre, 2015

Segunda conversación

- Compañero de noches bohemias  y conversaciones interminables, debo decirte que la he conocido.

- Será que has bebido mucho.

- No. Estoy sobrio.

- … bueno, cuéntame.

- Era amiga de una amiga. Pero, pasó mucho tiempo para que coincidiéramos en nuestras clases. Cuando ella estaba, yo no iba y cuando yo estaba ella no iba. A veces pensaba en ese misterio, en la clase de persona que era.

- Y entonces se dio la casualidad.

- Creo que hay personas destinadas a encontrarse.

- Típico de un romántico.

- …nos miramos por un momento. Sentí un fuerte deseo de escapar y a la vez abrazarla con mis pensamientos. Huir y correr hacia ella. Fue un caos mi cabeza. Terminé sin decir palabra alguna.

- Un auténtico galán.

- ¡Deja tus sarcasmos para otro día!

- Continúa, continúa.

- Pasaron los días y poco a poco logré calmarme. Pude hablar con ella regularmente. Prácticamente todos los días. Nos mandábamos cartas, y con cada una de ellas mi corazón se ensanchaba. Era un constante palpitar, pero con una fuerza que se acrecentaba. Han sido hasta ahora los más deliciosos e inspiradores días de mi vida.

- ¿No exageras?

- No. Cuando una mujer te regale emociones, pensamientos y sentimientos parecidos a los que yo tengo ahora, me darás la razón…. Tiendes a recobrar cosas, a querer más la vida. A sonreír al mundo, a esparcir tu alegría a todo ser. Vuelves a escuchar la música, que se había convertido en sinónimo de tedio, como si recién la descubrieras. Quieres ser mejor persona, quieres luchar por y junto con ella… mucha parte de la humanidad podrá estar podrida, pero sientes que puedes cambiar la historia, puedes lograr lo que quieras. Quieres abrazar lo intangible, quieres darle forma a lo que sientes, convertirlo en poesía, en melodía, en algo que se asemeje al amor de Dios.

- La amas o estás enamorado o ambas.


24 noviembre, 2015

Primera conversación

Dejaba ese mensaje en su diario. No tenía idea cuándo lo leerían o si alguna vez lo harían. Todo lo dejaba a la suerte. Pero, ¿por qué dejaba un mensaje tan importante al azar?

- Porque me gusta pensar que jodo al destino, y no al revés.

- Se me hace muy tedioso pensar en ello. Destino, Dios, religión, casualidad. Prefiero actuar y no pensar en algo superior.

- ¿Y en los momentos deplorables, en los que sientes que se te desgarra el pecho? ¿A quién acudes?

- A mí. A mi familia. A mis amigos.

- Tampoco creo en un dios, pero creo que hay algo ahí. Destino lo llamo. Yo recurro a él para mofarme de mis desgracias. Le digo: “Esta vez ganas, pero espera que yo te regresaré el favor”

- ¿Y por ello lo dejas al azar?

- Si mis palabras tienen que ser leídas, el destino se encargará de hacerlo. No quiero hacer su trabajo sucio. Si ya me fregó la vida, pues ahora yo le molestaré un poquito.

- Te has encerrado tanto en ese “estilo de vida” que dejaste de vivir apropiadamente.

- ¿Sabes vivir apropiadamente? ¿Qué es eso?

- Sin obsesionarse. Relacionándote con los demás y no solamente dejando que se consuman tus días como tu puto cigarro.

- No te metas con él…

- ¡Por su culpa!

- La culpa es mía, no de él. Me gusta fumar, me gustar hacer aros. Me gusta el tabaco. Me gusta hacerlo en la mañana antes de desayunar. En los descansos del trabajo. Y especialmente, amo salir en la madrugada, sentir esa brisa helada, y sacar un par de ellos.

- Me hubiese gustado hablar contigo más tiempo. Tengo que irme… creo aún que deberías decírselo a tus padres…

- Sí, sí, adiós. Cuídate.

Fue el humo del cigarro el que despidió al amigo.


12 septiembre, 2015

Historia de un sueño (segunda parte)

Con el pasar del tiempo volviose amigo de ellos, y empezó a salir en las noches, luego de dejar a su madre durmiendo. Eran pocos los curiosos, que se percataron de sus borracheras, porque cuando el sol se ponía, solamente los valientes salían de sus casas. Eran días de convulsión, con un gobierno débil, incapaz de detener los crímenes. Y uno de estos crímenes llegó a abrazar a Javier, como cuando el destino se aferra a ti…

- Javier vamos a una nueva disco. La acaban de inaugurar.

- Vamos, pero regresaré temprano. Tengo mañana que llevar a mi mamá al hospital.

Pero, a mitad del camino, uno de los nuevos amigos de Javier recordó que había olvidado su mochila con botellas de cerveza en la tienda, en donde habían estado anteriormente.

- ¡No te preocupes, yo voy por ella! Ustedes adelántense y consigan buenos lugares.

El muchacho era hacendoso, una persona a la que le gustaba ayudar. Y en ese afán de buscar la menor preocupación para los demás, fue a encontrarse con su propia tragedia. Encontró la mochila, pero cuando llegó a doblar la esquina, se cruzó con una persona encapuchada, quien sin mediar palabra, sacó un arma y le disparó. Un sonido fuerte, que tapó sus oídos, un dolor muy agudo en el pecho, y después oscuridad. Un muerto en el piso. Una rencilla que no debía afectar a ese pobre joven. Una madre destrozada.


05 septiembre, 2015

Historia de un sueño

Era un hombre correcto. Así podría resumir su vida en una frase. Trabajaba en las mañanas y en las tardes y las noches las usaba para acompañar a su madre enferma. Esta rutina solamente se alteraba cuando ella tenía cita con el doctor.

Su casa era como cualquier otra del barrio, todas eran prefabricadas, de color verdusco. Pertenecían al grupo de personas privilegiadas de haber obtenido un hogar rápidamente luego del devastador terremoto. Un hecho fatídico que se llevó a miles de familias.

Fue un milagro el que Javier y su madre sufrieran solamente heridas leves luego del traumático suceso. Y fue mucha la buena suerte del joven, de ser de los pocos en conseguir trabajo de inmediato. Una labor muy mal pagada, por el contexto de la tragedia, pero que le daba lo necesario para subsistir.

En aquel trabajo conoció a dos ex convictos, quienes habían comenzado una nueva vida, dejando atrás la delincuencia. Ellos eran buenos en su faena: retirar escombros, y lo hacían con gran habilidad. Eran respetados en el barrio, pero se sabía que tenían rencillas con drogadictos y alcohólicos. Así que, a pesar de ayudar a la comunidad, la gente no se relacionaba con ellos. La única persona que mantenía conversaciones no laborales con ellos era Javier. El motivo de esta relación era que el joven no veía ningún motivo para no darles una oportunidad de reintegrarse a la sociedad. Sentía la obligación de ser un buen ciudadano.


18 julio, 2015

La mentira del poder (segunda parte)

“¡Estamos a unos pasos de conseguir nuestra verdadera libertad!” Acto seguido, Javier comandó a sus camaradas hasta el recinto del rey. Una hora después lograron capturarlo, amarrándolo y haciendo que éste pidiera perdón a toda la población. Sin embargo, Carlos decidió entregarlo a la voluntad del pueblo.

“¡¿Por qué hiciste eso?!” “Era necesario… mira, allá en aquella habitación… te está llamando Walther…” Javier fue a ver qué era lo que sucedía. Un puñal fue clavado en su pecho. La sangre corría por las manos de su antiguo compañero, mientras la gente alborotada con el rey, no se percató de la agonía de su líder. Los había cegado su sed de venganza.

Los meses pasaron, y los pobladores que vivían a las afueras de la ciudad, siguieron con las mismas condiciones por las que habían ido a sacrificarse aquel sangriento día. Nada había cambiado. Las leyes seguían siendo las mismas. La pobreza seguía respirándose en cada mañana, en cada puesta de sol. El gobierno solamente cambió de manos. La población cometió el error de proclamar a Javier como su nuevo rey, y éste designó a sus ex subordinados para que lo ayudaran a tomar el control total de la nación. Los meses pasaron, llenos de guerras internas, y con esa necesidad atávica de poder.


07 julio, 2015

La mentira del poder

“Tomaremos la plaza y el congreso. ¡No nos podrán detener!” gritó Javier, mientras los demás recogían armas improvisadas. Cacerolas, palos de escoba, algunos cuchillos doblados de tanto uso, todo lo que pudiera servir para la confrontación era recogido. “De noche será más fácil entrar, hoy haremos justicia. ¡Por nuestros padres, por nuestros abuelos y por los que vendrán!” Y luego de estas palabras la muchedumbre enfurecida empezó la marcha hacia el centro de la ciudad.

“Compañero Javier, con el éxito de nuestra empresa tendremos que rápidamente poner en orden las cosas. No debemos dejar que el caos destruya más que lo necesario. Así que creo… que necesitamos compartir el poder” susurró Carlos. Pero no hubo respuesta alguna, sino más arengas. “¡Amigos, concéntrense en el palacio, en el rey y la reina!”

Carlos, entonces se dio cuenta de lo que pasaba. Se retiró del lado de Javier y fue al encuentro de uno de sus ex subordinados. “Walther, necesito que asesines a Javier” “Pero, jefe no me pida algo así… la turba me tomaría y solamente Dios sabe qué es lo que me harían” “No seas cobarde. No te harán nada. Yo me encargaré de ellos…

“¡Señor, un mar de gente está a las puertas del palacio!” “¡No dejes que se entere el rey! Mande a toda la guarnición a defender la entrada” “¡Son demasiados, nos superan!” “¡Pero no tienen armas ni adiestramiento! Así que cálmese, que pareciera que no es… “¡¿Qué es todo ese ruido?!” “Majestad, no se preocupe, son solamente algunos pobladores. No es nada importante.” “Deshágase del problema inmediatamente” “¡Sí, alteza!” Es así, que terminadas las palabras entre un soldado, un general y el rey, la defensa se organizó. Las flechas llovieron sobre los cuerpos de la población, pero esto no la detuvo, pudiendo derribar el portón.


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04 julio, 2015

Nuestros caminos (quinta parte)

Cuando mi esposo murió, la tristeza me invadió. Creí que alguien allá arriba se burlaba de mí. No podía siquiera ver a mis hijos sin que las lágrimas se derramaran por mi rostro. “Mami no llores, papi no quiere que llores”

Supe, mucho tiempo después de que sucedieran los hechos, que la mujer fuerte había perdido a su esposo. Decidí entonces abandonar la vida miserable que llevaba. Decidí ir a buscarla.

Nunca pude imaginarme quién se presentaba a la casa donde antes vivía, a la cual yo volví porque mi madre me lo insistió hasta llorar.

“Hola” le dije.

“No creí que volvería a verte” le respondí.

Su rostro había envejecido mucho, su voz se había hecho pesada, ya no tenía el encanto de la mujer de la que me enamoré ya hacía más de 10 años. Sin embargo había desarrollado otro tipo de encanto inexplicable para mí.

Su rostro era el de un miserable, de un completo inútil. Supe por algunas amigas, que lo habían visto, que no continuó trabajando, que vivió como un parásito hasta que su padre murió. Y a pesar de eso, sus ojos no habían cambiado mucho. Aún recordaba ese algo que ya había enterrado.

Varias semanas fui a buscarla cuando se negó a dejarme entrar. Y Siempre tuve la misma respuesta: su madre me tiraba un cubo con agua helada.

No quería volver a dejarlo entrar en mi vida así como si nada. No quería que mis hijos me vieran sonriendo con un estúpido cuando su padre había partido hacía poco.

Creí que nunca me perdonaría. Entonces decidí primero cambiar mi situación. Conseguí empleo, conseguí un hogar y conseguí cambiar mi vida. Todo esto se dio en un año. En todo ese tiempo dejé de ir a verla.

Creí que se había dado cuenta de que no lo quería en mi vida en esos momentos. Así que decidí seguir con mi vida como si ese episodio nunca hubiese sucedido.

Luego de un año, volví a buscarla, creyendo que me caería otro cubo.

Cuando lo volví a ver, creí ver a otra persona. Aún guardaba la mirada de siempre, pero su rostro parecía distinto, su semblante había cambiado.

“¡Vengo a pedirte una disculpa!” le grité cuando la vi asomarse desde su segundo piso.

Lo dejé pasar, escuché sus disculpas.

El peso del deshonor, la crueldad y la cobardía empezó a desaparecer desde ese día.

“Quiero que prometas algo” le dije antes de que se fuera “No quiero que engañes a nadie más”

Nunca volveré a mentirte. Aún te amo. A pesar de lo que te hice, a pesar de lo que me hice.

“Yo no puedo corresponderte, pero te puedo decir que me alegra que hayas cambiado, ¡así te hayas tardado más de diez años, tonto!”

Reímos como cuando estábamos en la universidad, y seguimos viéndonos hasta que ella se recuperó. Perdí el amor de esa mujer, pero logré su perdón y logré perdonarme a mí mismo por lo que hice.


30 junio, 2015

Nuestros caminos (cuarta parte)

Mis amigas me apoyaron todo el tiempo que duró mi depresión. Me fueron a visitar, cuando no iba a clases. Me sacaban a fiestas a pesar de que no quería. Me compraban ropa. Creí, que nunca se me quitaría el dolor, pero me llevé una grata sorpresa cuando, luego de un mes, ya me sentía recuperada. Aún recordaba sus gustos, nuestras conversaciones, pero esos recuerdos ya no me afectaban con la intensidad de antes.

Esta época fue amarga y dulce. Conocí el placer de estar todo el día en la cama con una mujer que me usaba. Sin embargo, la delicia de esos momentos se veía opacada por los días que tenía que ir a la Universidad. Allí encontraba a las amigas de Geraldine, dispuestas siempre a insultarme. En todo ese tiempo, hasta graduarme no volví a verla.

Siempre lograba evitarlo. Era sencillo. Teníamos amigos en común y podía saber a qué hora podría cruzármelo en clases. Así fue hasta que me gradué y pude dejar atrás a Lucio: la ilusión se desvaneció.

Pasaron los años, me distancié de mi familia y amigos por la obsesión, llamada Susan. Era una mujer que hacía lo que le venía en gana. Si quería irse de un momento para otro a un país exótico, conseguía un vuelo y se iba. Así yo fui persiguiéndola a cada lugar, y siempre su sonrisa y anchas caderas me esperaban en la cama.

En mi centro de trabajo conocí a muchos hombres, y me di cuenta que Lucio no era más que un niño tonto, que se dejó seducir. En esa época conocí a quien vendría a ser mi esposo.

A pesar de que me sentía genial con Susan, sabía que ella también gastaba su sonrisa con muchos otros hombres. No me quería, pero yo me había conformado con sólo ser su diversión de vez en cuando. Es en esa época, cuando ya tenía más de treinta años, que empecé a recordar a Geraldine.

Una década había pasado desde que besé a Lucio. Ya para ese momento de mi vida, estaba segura que yo era quien lo había besado, y él solamente me siguió. Pero él ya sólo pertenecía a mi vida como un vago y triste recuerdo. Mi esposo había logrado llenarme de esperanzas nuevamente. Un hombre correcto, ordenado, tranquilo, hasta podría decir que bonachón, que me quería locamente y por el cual yo había vuelto a confiar.

Con tanta gente que conocí en mis viajes perdidos, pude dar fácilmente con ella. Su rastro me había llevado hasta una casa de dos pisos, donde vivían dos niños llenos de vida, un hombre honesto y una mujer fuerte.

Toda esta época de hermosos momentos fue interrumpida drásticamente con el accidente que dejó a mi esposo en coma, al borde de la muerte. La vida me había preparado para muchas cosas hasta ese momento. Pero cuando vi a mi marido en esa cama, me derrumbé.

Supe entonces, que ella había crecido, mientras yo me había estancado. ¿Quién era? ¿Qué había logrado hasta ahora? ¿Había dejado a una mujer valiosa por esa vida desordenada que acrecentaba mi vacío más y más?


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27 junio, 2015

Nuestros caminos (tercera parte)

Creí que me pediría que sea su “enamorada”, pero no fue así. Lo único que logré es que “viéramos más películas” Al principio no creí que era mala idea, hasta que empecé a sentir que sólo me usaba.

La estaba usando. Cruelmente jugaba con sus sentimientos todos los jueves. Ella me quería, estaba enamorada. Yo la quería, pero también quería a Susan.

Un dolor más intenso en mi vida estaba por llegar y aun presintiéndolo no hice nada.

Creí que podría manejar la nueva situación que se me presentaba. Por un lado tenía a Geraldine, una chica que yo sabía que me quería, y por otro lado, tenía a Susan, una mujer hermosa que sólo me deseaba para algunos fines de semana. Mi lado perverso salió a flote y seguí jugando.

Un miércoles una amiga me dijo: “Lucio te anda engañando con su jefa, una vieja horrible, ¡mucho mayor que él!” No le hice caso, pero la duda ya se había instalado en mi pecho, llenando de angustia los próximos besos.

Mi mentira se hubiese prologado mucho más tiempo si es que no me hubiesen visto saliendo de un hotel con Susan un miércoles cualquiera. Ya ni recuerdo si caían las hojas o reverdecían.

Demoré un mes para enfrentarlo. Pero, cuando lo hice no quise creer lo que salía de sus labios.

“Ya no te quiero” recuerdo haberle dicho con un nudo en la garganta. “Es mejor que dejemos de vernos”

“¡Vil mentiroso! ¡Te odio!” recuerdo haberle dicho. Lo golpeé en el pecho muchas veces, quería creerme que lo odiaba, quería borrarlo en ese instante. No quería ese dolor, quería felicidad. Otra mala ilusión.

Creí que era lo correcto. Quería dejar de ilusionarla. Aún lloro amargamente como cuando me fui de su casa, para no volver muchos años después.



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02 junio, 2015

Nuestros caminos (segunda parte)

Durante el tiempo que duró mi mejora en el estudio, comencé a buscar trabajo. La opción que más me llamó la atención fue la oficina de correos, porque la paga era buena y los horarios flexibles. Un pequeño paraíso de nuevas oportunidades se me presentaba. Y a pesar de tener que hacerlo en secreto, hasta que mis notas aumentaran, valía la pena.

Lucio no me contó al instante que buscaría trabajo a escondidas. Me lo dijo cuando ya estaba establecido en dicho trabajo. Creía que nos teníamos más confianza. Dudé.

Cuando entré a trabajar en la única oficina de correos de mi ciudad, no pensé que conocería a muchas personas y mucho menos que aprendería sobre amores tórridos, como los de novela. Susan, era el nombre de mi jefa y era el nombre de la mujer que me marcaría por muchos años.

A pesar de mis esfuerzos por arreglarme y que me viera más atractiva, yo sentía que Lucio se distanciaba más y más de mí con el pasar de los días. Es por eso que decidí a demostrarle directamente lo que sentía por él.

Era jueves, lo recuerdo. Ella me invitó a su casa para ver una película.

Decidí arriesgarme. Los jueves eran nuestros días libres.

Cuando llegué a su casa y la vi me di cuenta de su nerviosismo. Empecé a sospechar de lo que para muchos sería obvio.

Puse caras raras, fui al baño varias veces y le pregunté repetidamente cómo iba en el trabajo.

Y dicho nerviosismo no se le quitó al ver la película. Incluso aumentó.

No recuerdo ni siquiera qué película puse.

A mitad de la película, se acercó hasta el punto que nuestros hombros chocaban. Pude percibir, entonces, qué era lo que sucedía.

Las luces apagadas estando los dos solos en mi casa, pero el caballero no se percataba de la situación. Tuve, entonces que armarme de valor y dar el siguiente paso: me acerqué hasta donde nuestra respiración se entrelazaba, lo miré, un poco decidida, un poco temerosa.

Tenía sus ojos lagrimosos. Estaba presionada, quizá presentía lo que me ocurría en el trabajo. Y a pesar de eso, no le dije nada. La miré y la besé. Me sentí egoísta…


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26 mayo, 2015

Nuestros caminos

Geraldine fue la primera chica a la que besé. Ya me había enamorado, pero jamás había besado a alguien.

Éramos amigos en el momento del beso. Fue inesperado: me acerqué a ella para recoger mi lápiz del suelo, ella cerró sus ojos, se acercó y nuestros labios se juntaron. Cuando nos separamos ella estaba sonrojada, yo sólo atiné a continuar nuestra reunión de estudios.

Conocí a Lucio días después de haber cortado mi relación de un año. Mi enamorado me había engañado con una de sus amigas. Me sentía desolada y triste al principio, sin embargo con el tiempo desarrollé ira hacia él.

Después de ese repentino suceso seguimos viéndonos. Mayormente por motivos de estudio. Estas reuniones  de “estudio” eran interrumpidas a menudo por alguna broma de ella, o cuando, naturalmente surgía un tema de conversación y hablábamos de la vida, los amigos, la familia y el amor. Aunque siempre yo ponía poco interés en este último tema. Tenía miedo a ser rechazado.

Muchas veces nos reunimos a estudiar. Él quería que le explicara algunos ejercicios que no había entendido. Al principio creí que  tenía otras intenciones. Pensé que quería algo pasajero conmigo. Lo pensé aún más cuando se acercó a besarme y yo permití ese dulce instante. Pero entonces sucedió algo extraño: nunca hablamos del beso. En cambio empezamos a conocernos mejor. Nuestros logros, nuestros fracasos, nuestros sueños, nuestros miedos. Estábamos deseosos de aprender uno del otro.

Los días más encantadores de mi vida se fueron rápido. La relatividad del tiempo ¿no?  Me sentí optimista todo el tiempo que pasé con ella, a pesar de que iba mal en las asignaturas en la Universidad. Pero, todo ese ambiente alegre y despreocupado duró unas semanas. Mi padre se enteró de lo mal que iba de la Universidad. Me advirtió que debía mejorar mis notas o si no me iría a trabajar con él a las afueras de la ciudad. Entonces le propuse que mejoraría mis notas y además conseguiría un trabajo. Me dijo: “Paso a paso, muchacho. Demuéstrame lo primero”

Empecé a ver a Lucio como un chico interesante, comprensivo y amable. Empecé a sentirme a gusto con él. Sin embargo este sentimiento de tranquilidad empezó a cambiar, gradualmente. Estaba enamorándome. Sentía celos, le preguntaba qué es lo que había hecho en el día, y con quién había estado. Y aun así sentía que todo fluía de maravilla entre nosotros. Esos fueron los días más encantadores de mi vida.


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16 mayo, 2015

Detrás de la ventana (segunda parte)


-…

- ¡¿Por qué?!

- No me siento bien.

- ¿Ha pasado algo con tu marido?

- …

- Sea lo que sea que haya pasado, cuentas conmigo. Y… recuerda una cosa: la verdad siempre debe prevalecer.

- Está bien amiga, gracias.

Esas palabras le dieron un poco de coraje, y fue así que pudo enfrentarse a su marido. Sin embargo Renato sólo atinó a intentar desmentir su traición. No aceptó la verdad en frente de su esposa. Y esta cobardía volvió a llenar de coraje a Diana. 

- ¿Diana?

- Amiga, ¿puedes hacerme un gran favor?...

Cuando Renato deslizó la carta por debajo de la puerta, Diana ya había salido de su habitación por la ventana. Su amiga Beatriz la esperaba en su auto.

- Iremos al bar donde se ve con esa zorra.

- ¿Segura amiga?

- Sí, quiero que me vea y si es posible que le cuente a Renato. 

- Está bien.

- Desde esta noche soy soltera.


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14 abril, 2015

Detrás de la ventana


- ¡Diana, escúchame! No te he sido infiel, quien te dejó esa carta, debe haber sido alguien de la oficina que me tiene envidia.

- ¡No te creo! ¡Maldito mentiroso! – respondió furiosa.

Acto seguido fue hacia su habitación cerrando con furia la puerta. Renato tocó reiteradamente, pero ella no se inmutó. Le dolía el pecho, las lágrimas no cesaban. Creyó por un instante que su marido le contaría la verdad, que sería honesto. “Maldito cobarde. Haces tus mierdas y luego pones cara de inocente”, pensó mientras abría la ventana.

Afuera, en la calle, era una fiesta. Los autos pasaban uno tras otro, dejando a las personas en los bares y discotecas. Era fin de semana. Ésto, hizo que recordara sus años mozos, cuando salía con un joven esposo, que aún no era dueño de nada, y que la amaba como nadie lo había hecho. De eso ya habían pasado veinte años. La realidad era muy distinta ahora. Eran raras las veces que salían solos, mayormente las cenas eran por los negocios de su marido. Y cuando ella quería salir a divertirse, sólo lo hacía con sus amigas. 

“Amiga, ¿por qué esta vez no vino Renato?” “Está cansado, ya sabes, el trabajo, las cuentas” “Deberías animarlo a que salga con nosotras de vez en cuando” “La próxima vez será” Pero, esas últimas palabras siempre terminaban en nada.

Ella confiaba en él hasta ese día, cuando su traición se encontró con ella en la puerta de su hogar. Unas fotos reveladoras que sostenía Daniel eran la prueba. “Es mi pequeña venganza… es bueno saber la verdad. Decida entonces usted, qué hacer con ellas” Diana no quiso, al principio, aceptarlo. Tragar la áspera realidad que a empujones había entrado en su garganta formando el característico nudo. Cuando llegó a su corazón ella por fin lloró.

Planeó cómo esperaría al marido. En su habitación, en la sala. ¿Le entregaría las fotos? O… quizás no diría nada. Esta última idea le rondó en la cabeza por varios minutos y estuvo a punto de cometer ese error, sino hubiese sido por la llamada de su amiga Claudia.

- ¿Aló? ¿Diana?... ¿Estás ahí?

- Sí, amiga.

- Pues, ya estarás alistándote, ¿no? 

- …

-¿Esta vez irá Renato?

- Creo que no voy a ir…

- ¡¿Qué?!


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