27 junio, 2015

Nuestros caminos (tercera parte)

Creí que me pediría que sea su “enamorada”, pero no fue así. Lo único que logré es que “viéramos más películas” Al principio no creí que era mala idea, hasta que empecé a sentir que sólo me usaba.

La estaba usando. Cruelmente jugaba con sus sentimientos todos los jueves. Ella me quería, estaba enamorada. Yo la quería, pero también quería a Susan.

Un dolor más intenso en mi vida estaba por llegar y aun presintiéndolo no hice nada.

Creí que podría manejar la nueva situación que se me presentaba. Por un lado tenía a Geraldine, una chica que yo sabía que me quería, y por otro lado, tenía a Susan, una mujer hermosa que sólo me deseaba para algunos fines de semana. Mi lado perverso salió a flote y seguí jugando.

Un miércoles una amiga me dijo: “Lucio te anda engañando con su jefa, una vieja horrible, ¡mucho mayor que él!” No le hice caso, pero la duda ya se había instalado en mi pecho, llenando de angustia los próximos besos.

Mi mentira se hubiese prologado mucho más tiempo si es que no me hubiesen visto saliendo de un hotel con Susan un miércoles cualquiera. Ya ni recuerdo si caían las hojas o reverdecían.

Demoré un mes para enfrentarlo. Pero, cuando lo hice no quise creer lo que salía de sus labios.

“Ya no te quiero” recuerdo haberle dicho con un nudo en la garganta. “Es mejor que dejemos de vernos”

“¡Vil mentiroso! ¡Te odio!” recuerdo haberle dicho. Lo golpeé en el pecho muchas veces, quería creerme que lo odiaba, quería borrarlo en ese instante. No quería ese dolor, quería felicidad. Otra mala ilusión.

Creí que era lo correcto. Quería dejar de ilusionarla. Aún lloro amargamente como cuando me fui de su casa, para no volver muchos años después.



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