17 septiembre, 2011

Carta de renuncia

Estoy sentado frente a la computadora, escribiendo y escribiendo palabras, obligadas a escupir una idea, que aunque siendo vaga es sincera. Presento esta carta de renuncia, pero sin el formato establecido, porque no me apetece ser formal en este momento de mi vida.

Necesito sólo de unas cuantas líneas para decirle que renuncio, pero no sólo renuncio al trabajo, sino también a la continua lamentación de saber que mi hija abortó por su culpa. Renuncio porque veo que los años procuran destrozar mi memoria y mi cuerpo. Y sin estos dos a mi disposición, quizás ya no pueda tomar mi decisión final. Esta que ya tomé y que llevo y llevaré a cabo.

Reuniendo fuerzas para hacerle una pregunta (no siendo necesario que me responda, porque ya lo sabré): ¿Por qué a mi hija, por qué destruyó esos ojos verdes, casi turquesas, que me hacían recordar a mi esposa, y que hoy por hoy me hacen recordar los ojos desgastados de mi madre por el llanto continuo, que en paz descanse?

Señor, ya jamás le volveré a llamar jefe, ya jamás sufriré en este mundo por usted. Después de esta carta sabrá mi futuro, pero estoy seguro que ante los demás tendrá un cara hipócrita, lo conozco de años. Pero, aun así después de mi renuncia me volverá a ver y cuando suceda, el tiempo será otro, usted será otro y el remordimiento que hoy yace oculto saldrá a flote con tanta intensidad que se lamentará por el resto de sus días. Téngalo por seguro, señor.

Sabes, ahora me imagino su rostro, y río a carcajadas. No sabe qué gusto me dará cuando lo vea verdaderamente leer esta carta, porque de todas maneras lo voy a ver mientras la descubre en su escritorio y la lee con desdén. Sepa usted que estaré a su lado leyéndola porque para ese momento las pastillas habrán surgido efecto en mí y en mi hija.

Hasta la próxima vez que nos veamos.