26 diciembre, 2014

El autobús (tercera parte)


“Estas personas tienen personalidades marcadas” pensó Ernesto. “El joven de mi lado está vestido con una camisa celeste, un jean, zapatillas. Supongo que es estudiante, pero de los poco habladores. El de la última fila, con un traje gris, pero sin corbata. Quizás sea un joven trabajador, aunque parece un niño con su actitud. La mujer grosera, tiene un vestido negro y lentes oscuros. Puede que venga de un entierro. Y por último la otra mujer, está vestida con un polo y un buzo azul, ambos con una insignia de un colegio y su cabello está recogido con una coleta. Es la más ecuánime, o al menos eso me parece.”

Ernesto pudo haber seguido pensando en más detalles, empero la publicidad de un tarro de leche sin lactosa, lo hizo cambiar de pensamiento, llevándolo a recordar a su madre, en el dinero y finalmente en su trabajo. ¡En su trabajo! Ya había pasado demasiado tiempo desde que él estaba sentado, así que observó detenidamente a través de su ventana, y se dio cuenta de que no lograba identificar los edificios que allí veía. Miró su reloj, el cual… ¡se había detenido!

Espantado por el hecho de no saber si llegaría a su trabajo a tiempo, fue a preguntarle al chofer:

- Señor, ¿podría decirme en qué parte estamos? Y ¿qué hora es?

- Cállese y relájese. Todavía queda un largo tramo – le respondió con una sonrisa un tanto malévola.

- Sí, cálmate, el camino es largo – le dijo, el joven de traje gris.

- A menos que quieras saltar – dijo riéndose la señora de vestido negro.

- No se comporten así. Ustedes dos, I… y  G… - un nuevo claxon interrumpió, esta vez, las palabras de la joven de buzo azul.

“Ahora se conocen. No entiendo. Necesito bajar, pero ese maldito chofer…”

- Oye, F… deberíamos decirle qué sucede – dijo T. dirigiéndose a la joven de polo azul. Empero, esta vez no hubo ningún claxon, simplemente hubo silencio.

- Nadie le va a decir nada, porque no hay sentido en tal acción. Como no hay sentido en nuestras palabras amontonadas una tras otra – dijo el chofer.

- ¡¿De qué rayos están hablando?! ¡Quiero bajar! – gritó molesto Ernesto.

- Bajarás cuando D… detenga el autobús – respondió I. Y nuevamente no se oyó el nombre.

- Perderé el empleo. ¡Maldita sea!... Por favor déjenme bajar – terminó suplicando Ernesto.

- Te repito que cuando D. detenga el autobús.

- ¿Y cuándo será eso?

- Cuando despiertes – y empezaron a reír al unísono, mientras Ernesto empezaba a sentir su almohada, sus sábanas y finalmente cogía su celular, para comprobar que el reloj marcaba las once a.m. ¡Tres horas de retraso!


comunidad PTB )

24 diciembre, 2014

El autobús (segunda parte)


- Oigan, tranquilas. Sólo digo lo que pienso… o lo que todos aquí piensan, ¿no es cierto, amigo? – dijo el joven, guiñándole al muchacho que estaba al frente de él.

El joven de camisa celeste calló agachando la cabeza, cuando las dos mujeres, lo miraron.

- Está bien, tú no me apoyes, pero ¿tú qué dices? – señalando con el dedo a Ernesto.

- Siento decirlo, pero parece un niño señalándome de esa forma.

La mujer mayor se empezó a reír, mientras el joven se levantó de su asiento, fue a la última fila, sacó su celular y empezó a jugar.

- Oye el sonidito de tu juguetito es muy fuerte – la señora de gafas negras lo dijo haciéndose escuchar en todo el autobús.

- Señora, y si no quiero disminuir el volumen. ¿Qué me va a hacer? – dijo el joven de traje gris, en tono burlesco e infantil.

- ¡Maldito mocoso! – le gritó la señora.

- ¡Amargada y fea! – le contestó el joven sacándole la lengua y haciendo ese sonido característico de los niños.

- ¡Por favor cálmense! Los dos parecen niños – dijo la señorita.

Sin embargo, estas últimas palabras avivaron más la discusión, por lo que Ernesto avanzó a la primera fila, para intentar no escucharlos. Y se dio con la sorpresa de que el otro joven estaba también allí. No se percató en qué momento se levantó de su asiento y se dirigió allí.

- Hola, mi nombre es Ernesto – le extendió la mano al joven.

- Hola, mi nombre es T… - su voz fue acallada por el claxon de un camión.

- Disculpa no logré oír tu nombre, ¿podrías repetírmelo?

 Pero, el joven no contestó y se quedó mirando a la ventana.


comunidad PTB )