- Oigan,
tranquilas. Sólo digo lo que pienso… o lo que todos aquí piensan, ¿no es
cierto, amigo? – dijo el joven, guiñándole al muchacho que estaba al frente de
él.
El joven de
camisa celeste calló agachando la cabeza, cuando las dos mujeres, lo miraron.
- Está
bien, tú no me apoyes, pero ¿tú qué dices? – señalando con el dedo a Ernesto.
- Siento
decirlo, pero parece un niño señalándome de esa forma.
La mujer
mayor se empezó a reír, mientras el joven se levantó de su asiento, fue a la
última fila, sacó su celular y empezó a jugar.
- Oye el
sonidito de tu juguetito es muy fuerte – la señora de gafas negras lo dijo
haciéndose escuchar en todo el autobús.
- Señora,
y si no quiero disminuir el volumen. ¿Qué me va a hacer? – dijo el joven de traje
gris, en tono burlesco e infantil.
- ¡Maldito
mocoso! – le gritó la señora.
-
¡Amargada y fea! – le contestó el joven sacándole la lengua y haciendo ese sonido
característico de los niños.
- ¡Por
favor cálmense! Los dos parecen niños – dijo la señorita.
Sin
embargo, estas últimas palabras avivaron más la discusión, por lo que Ernesto
avanzó a la primera fila, para intentar no escucharlos. Y se dio con la sorpresa
de que el otro joven estaba también allí. No se percató en qué momento se
levantó de su asiento y se dirigió allí.
- Hola, mi
nombre es Ernesto – le extendió la mano al joven.
- Hola, mi
nombre es T… - su voz fue acallada por el claxon de un camión.
- Disculpa
no logré oír tu nombre, ¿podrías repetírmelo?
Pero, el joven no contestó y se quedó mirando
a la ventana.
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