29 septiembre, 2009

Logro fundamental

Su brazo continuaba agrandándose y pronto la sala fue siendo contaminada por el virus. El bioquímico no sabía qué hacer y para sobrevivir lo único que hizo fue colocarse la mascarilla.

Los aprendices platicaban alegremente en la sala de pruebas, hasta que uno de ellos percibió el olor extraño, nauseabundo, la muerte que se avecinaba.
Todos fueron al laboratorio y vieron aterrorizados la horrible escena: el brazo ya no se lograba distinguir entre toda esa masa repugnante llena de sangre. Pero el bioquímico estaba vivo recostado en una esquina, teniendo un ataque de angustia. Ellos querían sacarlo, pero tal ya era el tamaño del brazo que éste no les permitía acercarse, sólo pudieron ver cómo se retorcía entre todas esas entrañas.

Al darse cuenta de la gran magnitud, fueron a otro laboratorio de donde sustrajeron un lanzallamas, reliquia del bioquímico. Al llegar a la sala se dieron con la sorpresa que el brazo ya no estaba allí. No había rastro del brazo, ni de la sangre, lo único que había quedado era el profesor. Lo intentaron reanimar hasta que de su boca empezó a brotar sangre, y un líquido amarillo que tenía un olor repugnante. Era tan fuerte que no pudieron estar cerca, así es que se fueron a buscar sus mascarillas, cuando regresaron vieron la cabeza del profesor inflarse como un globo, hasta un punto que ellos creían que por la elasticidad de la piel, esta iba a reventar, pero no fue así. Siguió creciendo hasta ocupar la sala nuevamente y se quedó allí inmóvil sin aumentar de tamaño.

No podían llamar a nadie, el progreso que habían logrado era fundamental para todos ellos, sabían cómo asesinar a cualquier persona que se interpusiera en sus planes de la forma más abominable y sangrienta posible, la muerte del profesor no habría sido en vano. Sus alumnos reían y sabían que ya podían seguir con el plan: asesinar a los que los habían convertido en aquello que más odiaban, en humanos.

19 septiembre, 2009

Sin título y sin final definido

Amor…. ¿Que es el amor? Será un estado o un sentimiento es lo que muchos dicen pero nadie realmente tiene la respuesta. Desde hace poco creía que ya conocía el amor, ahora dudo mucho que sea de esa manera debido a como el destino me ha tratado, no me quejo, ya que también he tenido momentos de extrema felicidad, asimismo de tristeza…
Un comienzo de esta historia podría ser mi primer amor, falso y soñador, estaba en el jardín de niños, hace 10 años ya, recuerdo que era una niña blanca y de pelo lacio, su nombre era Sara y era un poco más alta que yo, no recuerdo muy bien porque me gustaba, solo recuerdo que estaba muy ilusionado con ella, tanto que le decía a todos sobre ella, menos a ella claro está. Creo que se llegó a enterar por medio de uno de mis amigos, estábamos pequeños así que no teníamos malas intenciones, aun así creo que lo golpeé por chismoso, pero dentro de unas horas ya éramos amigos de nuevo. Ya sabiendo de otra boca que me gustaba, decidí hablarle sobre mis sentimientos a Sara, bueno no fue la mejor de las respuestas, había sufrido mi primera decepción a los 5 años, muy joven eh? Pues bien, para el amor no hay edad, después de esto, terminando esta preparación y a muy corta edad, me dieron a tomar una difícil decisión, fue entonces cuando mi mamá me dijo: “Bien Alex, ya eres un niño grande y decidirás en qué colegio quieres estudiar.”. En ese momento me sentía imponente, con la fuerza de hacer cualquier cosa ya que tomaría una decisión por mi cuenta… Pero esta decisión, fue la que me llevo a decidir por una escuela que, además de formar mi mente y carácter, representaría sobrellevar una serie de emociones con las que todavía ni sabía deletrear….
(No usaré nombres reales para mantener privacidad)

Escrito por Player

15 septiembre, 2009

Quizá (séptima parte)

Esto quizá sea lo último que escriba o, quizá les escriba en sueños, no lo sé...
Veía las nubes en un cielo que siempre lo noté como el mismo, nunca entendí a esos sentimentalistas que decían que el firmamento era distinto a cada hora.
Les pregunto: ¿Alguna vez le han prestado atención al sonido del motor de los aviones, cuando despegan, cuando aterrizan? Yo sí, y siempre me gustó ese melodioso ritmo.
Siempre cuando viajaba me gustaba tomar una foto a lo primero que veía, muchas veces había fotografiado a la aeromoza, pero esta vez me demoré unos segundos en tomar la foto y lo que capté fue a un policía que me impresionó, sabía que él también estaba atado a la sociedad, así que decidí hacerme amigo de él, y ayudarlo, liberarlo.
Necesité tres semanas y mucho dinero para que me ayudara en mi plan, éste era simple: Un lunes, entraría a la casa de una joven pareja con un permiso especial para registrar la casa, yo lo acompañaría como compañero de trabajo, además de portar una máscara antigas, para que no me pudieran ver el rostro. Pero, para eso debíamos saber a qué hora los dos estarían en casa. Finalmente después de dos semanas más, supimos que los lunes se encontraban en su dulce hogar a las nueve de la noche.
El día ansiado llegó y César al llegar, me preguntó si no íbamos a correr muchos riesgos, fue en ese preciso instante que vi en sus ojos miedo, un maldito sentimiento que arrojaba su ser, yo no lo podía tolerar, él aún no estaba dispuesto a ser libre.
Le dije que sólo sería una broma, él asintió con la cabeza y tocó la puerta, una chica con curvas delineadas nos pregunto qué se nos ofrecía. Y allí fue que se me presentó uno de los últimos rezagos de sentimiento, las lágrimas empezaron a brotar, pero me pude contener viendo a César sacar el permiso. Entramos, fingí que revisaba la casa y me fui a su habitación, la pareja me siguió con César, el plan estaba resultando, pero con una modificación a último minuto...
Les dije a la pareja que pusieran sus manos sobre el tubo de metal que estaba a lado de su cama, ellos obedecieron sin objetar, pero con miedo, se habían vuelto sirvientes de la moral, me daban lástima. De una bolsa que llevaba saqué dos esposas y se las coloqué dejándolos sin poder librarse del tubo. Al momento mi “colega” me recriminó: “Ya bueno, fue un buen susto, vámo...” No le dejé terminar la frase, dos balas fueron suficientes. Sabía que no necesitaba explicarle por qué lo había hecho, así que las balas fueron para matar al instante. Después volví con la pareja y les ordené con tono formal: “Preséntense, digan sus nombres” Con temor me contestaron: “Juan Torres Jiménez” “...y Erika Villalobos Bazán”
Me saqué la máscara antigás, le di tres balazos en la cabeza a Juan, luego me dirigí a Erika, la estreché entre mis brazos, ella se retorcía, la besé y me mordió, y con gesto de sonrisa, pero sin sentimiento alguno en ese momento, le dije: Ya no te amo. Y le disparé. Sólo una bala necesitó ese cuerpo para dejar de segregar existencia.
Y bueno, eso fue lo que hice desde que conocí a la chica que quise, amé, lloré, odié, y maté... Quizá alguien me guarde en su memoria o quizá no.
Esto es lo último, ya llamé a la policía, vendrán pronto, además de los periodistas, un triple asesinato no es nada despreciable en un titular, bueno tengo que aclararles que el “destino” es mi otro yo, es por eso que siempre puse comillas, ese otro yo que siempre quiso ser libre, que escribió esto, que mantiene en estos momentos un arma en su cabeza, que jalará el gatillo y que aun así, quizá se mantenga vivo en estas palabras, quizá.

14 septiembre, 2009

Quizá (sexta parte)

Creo que mi vocación siempre fue la de ser un doctor, salvar vidas, quedarme en desvelo por la seguridad de mis pacientes, pero cómo es el “destino” que te guía siempre en otra dirección, no le importa lo que hayas planeado, para él no vale nada si toda tu pasión esté en un objetivo, no le interesa. En mi caso, el “destino” siempre eligió, como debía ser, porque yo no tenía voluntad, así que me dejé arrastrar, sí claro yo tenía alguno que otro sueño, como el de ser médico, dicho antes, pero si el “destino” quería que en vez de salvar vidas, las desapareciera de este mundo, quién soy yo para contradecirlo...
Tenía que, en vez de deshacerme del cuerpo, buscar los objetos más valiosos para obtener más dinero, porque ya tenía un plan en mi mente. Pero, creo que contarlo sería arruinarles la expectativa a mis queridos lectores, y aunque quizá sea un mal narrador, sé que algún día alguien me podrá comprender, por qué hice todo lo que hice, y que aún no termino de contar...
A la medianoche ya estaba afuera de mi casa, veía cómo los vagabundos recorrían con sus botellas todo el parque, el cual no recuerdo su nombre, quizá por lo ebrio que estaba. Sí, no tenía ya casi sentimientos, pero imagínense ustedes asesinar a su progenitor ¿no les afectaría un poco?, bueno a mí casi nada, aunque no me lo crean. La explicación de estar ebrio era simple, no por esa “pérdida lamentable”, sino solamente porque tenía mucha sed.
No me importa en verdad, que es lo que piensen de mí, porque esto no lo escribo para que un letrado, un psiquiatra o un simple obrero lo critiquen, sino para que admiren hasta dónde puede llegar la mentalidad humana sin esas restricciones morales, sin esas reglas malditas de la sociedad, pudiendo ya ser verdaderamente libre, así me sentía. Sí, ¡esa es la razón por la que escribo! Ahora ya me pueden comprender, o quizá aún estén más desconcertados que antes, el único motivo de escribir esto, fue siempre la de expresar aquella libertad digna y oprimida en mi propio ser que solamente pudo ser liberada al rasgar, si cabe el término, las leyes que rigieron mi vida.
Nunca hubo intención de que me tuvieran lástima por el supuesto sufrimiento que tenía, es que aún me quedaban rezagos de sentimientos, rencor, sufrimiento, dolor, pero ahora tengo la convicción de que no siento nada, estoy vacío.
Mi padre sí que fue sabio al sacarme visas diversas y mi pasaporte, eso sí que se lo agradeceré hasta en la muerte, cuando me reencuentre con él. Porque yo no creo que seamos sólo basura que se transforme, una materia más, no, nosotros somos especiales.
Escribiré más, no se preocupen, que aún no termino; necesitaba esta vez desahogarme sinceramente, decirles que desde niño tuve la sensación de cambiar al mundo, pero no pude, quizá sólo cambie la mentalidad de mis lectores, de algunos, los que sean más aptos, los que verdaderamente me comprendan, los que estén dispuestos a destrozar esa armadura que los aprisiona, como mi “destino” me lo dijo, logren sacudirse de la sociedad.
Y es que mi “destino” ya no es prisionero de nada, mi “destino” ya es libre...