22 mayo, 2011

¡Despierta!

“Despierta, por favor, por mí ¡despierta!... recuerdo la primera vez que te vi, recuerdo que no conocías a nadie, que una amiga tuya te había llevado... me presenté y me sonreíste tan cálidamente que le diste un sobresalto a mi corazón... ¿Por qué estás ahora así? ¿Me escuchas? ¿Sabes que estoy aquí, que nunca te dejé, que nunca lo haré?”

Miguel entró en la habitación y encontró a Edgar llorando, arrodillado frente a la cama de Catalina. Un año había pasado del accidente, ella seguía en coma...

“¿Por qué te dejé ir sola, por qué no fui yo a traer la medicina? Sé que me escuchas, sé que no quieres que me lamente, pero ¿cómo no hacerlo?”

Miguel seguía en la habitación viendo a Catalina, su hermana. Quería acercarse y darle ánimos a Edgar, pero no sentía las fuerzas necesarias para hacerlo, se sentía frágil. Ver a su hermana en ese estado, día tras día, devoraba sus esperanzas, devoraba su corazón y su alma.

“Un año, un año ha sido demasiado para mi corazón” pensaba Edgar, quien se culpaba de no haber ido él por la medicina y dejar que ella la trajera, incluso siendo el camino accidentado para llegar a ese poblado. Ellos se dedicaban en ayudar a las comunidades apartadas de la civilización, llevándoles comida, abrigo y medicinas. Y sin embargo, a pesar de contar con años de experiencia, la desgracia ocurrió: el auto donde iba Catalina se cayó a un abismo una tarde nublada.

A pesar de que los doctores le habían dicho a Edgar “En el estado en el que se encuentra la señorita Catalina es imposible saber si se despertará nuevamente, y si lo hace, no podemos pronosticar el tiempo que demorará”. Aun así Edgar fue fiel a su promesa: ir cada día a verla y estar con ella. Hasta que un día, el joven cayó enfermo, siéndole diagnosticado cáncer de estómago. Pasaron dos meses y tuvo que ser hospitalizado, la escena ya no era la misma: Miguel ahora iba al hospital a ver a su hermana y a su esposo, Edgar.

Los años se deshicieron uno tras otro, Edgar murió, y Miguel siguió repitiendo en su mente y en su corazón: “¡Despierta!”