26 marzo, 2012

Cuando tu ocaso se convirtió en el mío (tercera parte)

“Todas las noches solía pasear a mi perro. Pero, la noche antes de que me encontraras, ocurrió algo terrible…” En ese preciso momento, las lágrimas recorrieron sus mejillas, y empezó a temblar. Por reacción, la agarré de las manos y la miré a los ojos. Nuevamente, creo, que le dije algo con la mirada, porque empezó a tranquilizarse. “…Vi a un grupo de muchachos que tenían aspecto de delincuentes, ya sabes, mal vestidos, cicatrices en el rostro. Decidí entonces, cruzar a la otra vereda, pero ellos también lo hicieron. Empecé a caminar más rápido, pero me imitaron, hasta que llegué a una esquina, donde empecé a correr, hasta llegar a casa. Ya allí, subí a mi cuarto, cerré la puerta con llave y me metí con mi perro debajo de las sábanas, esperando a que mis padres llegaran. Después de un tiempo de esperar, me tranquilicé, quedándome dormida. Pero, cuando desperté…” Las lágrimas volvieron, pero esta vez las sequé con mis dedos, recorriendo su rostro, cada vez que una aparecía. “…los mismos sujetos de quienes había huido, estaban en mi cuarto. Se empezaron a reír cuando intenté huir, uno de ellos me atrapó, diciéndome que dolería, pero sólo al principio. Luché por librarme de esos “monstruos”, pero no pude y antes que me diese cuenta, uno de ellos me mordió las muñecas”

Hasta ese momento, había escuchado con atención todo lo que me tenía que contar aquella chica, pero cuando dijo: “… me mordió las muñecas” me quedé estupefacto. Ella se percató rápidamente de mi reacción, por lo que me agarró de las manos y fijó su mirada en la mía. “Es difícil de creer, pero esa es mi historia… luego de que me mordieran, saltaron uno tras otro por la ventana. Atemorizada, busqué mi celular, pero no lo encontré. Entonces, salí por ayuda, caminando por muchas calles vacías, luego lo único que recuerdo es que estaba entre aquellos arbustos. No tengo idea de cómo pude llegar hasta allí”

Aunque la historia sonase a ficción, estaba convencido de su veracidad. Verdad era lo que sus ojos trasmitían a mi alma. Es por ello, que acepté a develar el misterio que la envolvía. Así, pactamos en encontrarnos en la noche, la iría a ver a su casa.

Esperé nervioso, a que llegara la hora pactada. Pero, media hora antes, ya estaba parado en frente de su casa. Su madre, fue quien me invitó a entrar, y estando en la sala, me dijo: “Paula va a bajar en un momento”. Es así como supe su nombre, (sí, aunque no se pueda creer, no me había dicho su nombre,). Ella bajó después de unos minutos y salimos. En el camino me dijo que le había mentido a su madre, supuestamente iríamos a un centro comercial. Es allí que preguntó por mi nombre con una amplia sonrisa. Yo le respondí con otra sonrisa: “Javier… y tú eres Paula” Ella, asintió con la cabeza, sonriéndome una vez más.

Después de unos minutos, llegamos donde Paula había visto a los “monstruos”; ellos estaban allí. Los seguimos, hasta una gran casa…