14 abril, 2015

Detrás de la ventana


- ¡Diana, escúchame! No te he sido infiel, quien te dejó esa carta, debe haber sido alguien de la oficina que me tiene envidia.

- ¡No te creo! ¡Maldito mentiroso! – respondió furiosa.

Acto seguido fue hacia su habitación cerrando con furia la puerta. Renato tocó reiteradamente, pero ella no se inmutó. Le dolía el pecho, las lágrimas no cesaban. Creyó por un instante que su marido le contaría la verdad, que sería honesto. “Maldito cobarde. Haces tus mierdas y luego pones cara de inocente”, pensó mientras abría la ventana.

Afuera, en la calle, era una fiesta. Los autos pasaban uno tras otro, dejando a las personas en los bares y discotecas. Era fin de semana. Ésto, hizo que recordara sus años mozos, cuando salía con un joven esposo, que aún no era dueño de nada, y que la amaba como nadie lo había hecho. De eso ya habían pasado veinte años. La realidad era muy distinta ahora. Eran raras las veces que salían solos, mayormente las cenas eran por los negocios de su marido. Y cuando ella quería salir a divertirse, sólo lo hacía con sus amigas. 

“Amiga, ¿por qué esta vez no vino Renato?” “Está cansado, ya sabes, el trabajo, las cuentas” “Deberías animarlo a que salga con nosotras de vez en cuando” “La próxima vez será” Pero, esas últimas palabras siempre terminaban en nada.

Ella confiaba en él hasta ese día, cuando su traición se encontró con ella en la puerta de su hogar. Unas fotos reveladoras que sostenía Daniel eran la prueba. “Es mi pequeña venganza… es bueno saber la verdad. Decida entonces usted, qué hacer con ellas” Diana no quiso, al principio, aceptarlo. Tragar la áspera realidad que a empujones había entrado en su garganta formando el característico nudo. Cuando llegó a su corazón ella por fin lloró.

Planeó cómo esperaría al marido. En su habitación, en la sala. ¿Le entregaría las fotos? O… quizás no diría nada. Esta última idea le rondó en la cabeza por varios minutos y estuvo a punto de cometer ese error, sino hubiese sido por la llamada de su amiga Claudia.

- ¿Aló? ¿Diana?... ¿Estás ahí?

- Sí, amiga.

- Pues, ya estarás alistándote, ¿no? 

- …

-¿Esta vez irá Renato?

- Creo que no voy a ir…

- ¡¿Qué?!


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07 abril, 2015

Detrás de la puerta (segunda parte)


Renato inició sesión.

- ¡Lucía! ¡Qué bueno que te encuentro!

Lucía cerró sesión.

- Wilmer, amigo.

- Jefe, ¿cómo está?

- Como la mierda. Todo el edificio ya debe estar enterado, así que no te hagas el cojudo.

- Perdón, jefe. Ya sabe cómo son allí.

- Mira, sé que no me darías pistas de quién pudo haber dicho tal mentira sobre mí, porque delatarías a tus colegas. Pero, te propongo algo. Te subiré el sueldo y los beneficios, si me cuentas lo que sabes.

- ¿Puedo tutearlo?

- En chat, por supuesto.

- Sé algunas cosas. Pero antes de contarlas, quiero vacaciones pagadas por dos meses y el aumento de mi sueldo.

- Eres un mierdecilla, Wilmer. Las vacaciones pagadas variarán entre uno, dos o hasta tres meses, dependiendo de lo que me cuentes. Lo del aumento no te preocupes.

- Renato, has hecho un trato con un fiel colaborador. Creo que el soplón ha sido Daniel.

- ¿Por qué lo crees?

- Simple. Me contó que ya había mandado su carta de renuncia esta tarde. Y tú sabes. Ese gordo, siempre se queda dormido en la oficina. De repente se quedó y…

- No pasó nada. Ahora hablo con él. Gracias Wilmer.

“Debe estar en algún lado en mi lista de contactos”

- Daniel, ¡seboso de mierda! Puede que no estés conectado, pero voy a ir a tu casa y te voy a moler a golpes.

Daniel inició sesión.

- Jefecito, por gusto se enoja conmigo. Quien fue infiel fue usted. Quien mintió fue usted. Quien me jodió todos los días en el trabajo fue usted. Así que a joderse.

- ¡Carajo!

La lista de insultos que preparaba Renato tuvo que ser aplazada, porque debió contestar la llamada de Julia.

- ¡¿Qué quieres?!

- Yo no tengo la culpa de que te hayan jodido, así que cálmate. Sólo te llamo para que te enteres de que tu mujer está aquí en el bar al que siempre vamos.

- No digas estupideces, ella sigue aquí en casa.


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