30 enero, 2020

La habitación

“Qué frío siento…” Sus párpados empezaron a abrirse lentamente. “¡Déjenme salir!” logró oír, un tanto aturdido. Cuando ya por fin pudo dominar sus sentidos vio el panorama: una chica golpeando con sus puños a lo que parecía ser una ventana circular, de la cual provenía una luminosa esencia que le apuntaba. Amarilla y deslumbrante, iluminaba el espacio reducido en el que estaban: una habitación de cuatro paredes, de color celeste y que pasada a través de un ojo minucioso, se concluía como totalmente sellada. 

“¡Por favor!... no tengo dinero… por favor” El chico se levantó mientras ella balbuceaba. La chica volteó aterrorizada. “¿Quién eres?... ¿Qué hacemos aquí?” Y mientras él se acercaba ella retrocedía sollozando. “¡No te acerques!... por favor… no me hagas daño” “No te voy a hacer daño… yo estoy tan confundido como tú” La chica lo miró directamente a los ojos y lloró un largo rato. 

Él se había sentado en frente de ella, pero no la miraba. Había guardado sus rasgos en su memoria. Tez clara, pelo negro ondulado, ojos marrones claro, un pequeño arillo en el labio inferior, pero curiosamente, el único en su rostro. Vestida con una blusa de color coral y una falda blanca, que le cubría hasta debajo de sus rodillas. Lo único que no pudo notar fue, a causa del llanto, la profundidad de su mirada. Solamente había visto una parte de ella, una parte triste y temerosa.

“Oye, no quiero ser rudo… pero podrías decirme tu nombre…. claro que te diré el mío... me llamo Matt” 

Ella, al igual que él al principio, se despertó aturdida. Su primera reacción fue tratar de hablarle, pero el miedo no la dejó. “Parece dormir” pensó. Lo miró detenidamente para no perder ningún detalle. Tez muy clara, pelo rojizo, pecas, orejas grandes. Camiseta negra, jean y zapatillas. Luego de mirarlo muchas veces creyó que estaba en la misma situación que ella. Sin embargo, cuando él la sorprendió al levantarse, le provocó un miedo mayor que al principio. Temió por su vida; recordó a sus amigos, a su madre muerta, a su padre ausente. A la expulsión del colegio. A su primer novio. Todo se volcó en ella y no pudo contener el llanto. Las lágrimas se desbordaron por su rostro y corrieron el poco maquillaje que le quedaba. 

“Mi nombre es Ruth” 

Se miraron varios minutos sin decirse palabra alguna. Él, aunque sus palabras denotaban algo más de calma, también desconfiaba. “Debes saber. Y no quiero sonar rudo… suelo decir esa frase, disculpa… pero no tengo dinero. Tengo deudas en el banco… no estoy metido en nada ilegal, ni creo tener enemigos o alguien por allí rencoroso. No entiendo qué es esto, ni por qué tú también estás aquí” Mientras dijo estas palabras miraba los rincones que ya había explorado una y otra vez. Pero no los miraba porque necesitaba hacerlo, sino porque quería evitar la mirada penetrante de su compañera. “Eso es. Su mirada es algo incómoda de soportar. Mira fijamente, como queriendo ver si miento o no, es algo como…” “Yo estoy en tu misma situación. No tengo nada turbio. No sé qué hago aquí. Lo único que recuerdo es estar bebiendo en el bar con mis colegas del trabajo. Ir al baño y ya no… es lo último que recuerdo antes de despertarme aquí” Fugazmente Matías recordó la película de juegos sangrientos y supervivencia que había visto en su niñez. “Esto no puedo contarlo. Se asustaría”

El silencio recobró su fuerza por varios minutos. Él miraba al suelo, tratando vanamente de recordar alguna pista. Ella hacía lo mismo, pero observándolo. “Me gustaría confiar. Pero ¿cómo?” Entonces se escuchó un sonido seco de fuera de la habitación y la luz se apagó. Contrario a lo que Matías imaginó que sucedería, Ruth no dio ninguna señal de alarma. No hubo grito, ni llanto, solo más silencio.

“Mis ojos se están acostumbrando” susurró Ruth. “Los míos también, ya puedo verte… y ¿Ruth eres de por aquí? Suponiendo que seguimos en Edimburgo” “No, soy de Londres” “Déjame adivinar. Te escapaste de casa y viniste a probar suerte” “Casi… Antes de venir vivía con mis tíos. Pero solían discutir por el dinero. Así que un día empaqué todo, cogí mis ahorros y les dije: Au revoir et merci pour tout. Sus caras, por más que trataran de disimularlo, reflejaban alivio. Lo único que me dijo mi tía fue: De nada querida. Esta siempre será tu casa. Mi tío solo sonrió. Creo que, si me quedaba más tiempo, su matrimonio se hubiese arruinado.” “¿Se los dijiste en francés?” “Quise decírselos de un modo relajado; como, entre mis metas, tengo apuntado aprender francés, pues… Ahora que me lo preguntas, fue algo raro decirlo así” “No quiero sonar rudo, pero creo que debiste ser más seria” “No conoces cómo fue vivir con ellos. Además, las despedidas para mí son… cómo explicarlo… agobiantes. No me agrada la carga de tristeza que llevan. Prefiero hacer leve cualquier tipo de adiós. Es más sencillo, hasta me parece más sobrio y elegante” “Creo que lo comprendo” “Y Matt ¿estudias, trabajas? ¿a qué te dedicas?” “Soy pintor” “Eso suena genial. Hacer del arte un trabajo remunerado. Supongo que debes amarlo” “Hay días que lo amo, y otros en que me agobia. Me gusta mucho dibujar y pintar, pero a veces me frustra que no valoren lo que hago. Hay días buenos, malos y a veces pésimos” “En mi trabajo es igual. Aunque casi no hay buenos. Es pura rutina… Ruth, la orden para la mesa seis está lista… Ruth limpia la mesa antes de que vengan los clientes… Ruth, el pasillo está sucio… Ruth, Ruth, Ruth…. Por cierto, soy camarera, si no te lo habías imaginado ya” “Aunque puedes interactuar con gente nueva… deben llegar personas interesantes” “En tu trabajo, seguramente, pero en el mío no. La mayoría de personas que llegan son gente sin modales. Varios llegan ebrios, pero no del tipo alegres, sino del tipo que causan problemas” “Oh entiendo. Pero no creas que mi trabajo es grandioso. Hay tanto petulante…” “Y dime, ¿tu familia no se opuso a que siguieras tus sueños?” “No tengo familia. Mi madre murió cuando tenía dos años. De mi padre nunca supe nada. Estuve casi toda mi vida en un orfanato… allí dijeron que tenía unos parientes en Canadá, pero nunca pudieron contactarse con ellos… así que, nunca tuve la aprobación o desaprobación al elegir a lo que me dedicaría. Tuve un par de charlas con gente mayor, pero al final decidí yo, y acepté todos los riesgos que ello implicaba” Luego de esas palabras Ruth miró fijamente a Matt. Él creyó que debía hacer lo mismo. “¡Qué extraño! Tuve una niñez parecida. Mi padre, adicto a la bebida, nos abandonó cuando tenía siete años y madre falleció cuando tenía doce. Estuve en dos familias. En la primera estuve con mi abuela. La acompañé hasta que dejó de existir. Tenía dieciséis. Es ahí cuando me mudé con mis tíos, quienes curiosamente, solo tomaron la responsabilidad de educarme cuando no había otra opción. Pero, no los culpo. Como te dije antes, ellos pasaron penurias económicas mientras estuve alojada en su casa” “Vidas difíciles” “Sí, creo que sí”

Luego de estas últimas revelaciones, los dos se mantuvieron en silencio. Ese mutismo que los dos aceptaron, como un contrato, sirvió para que pensaran en lo que cada uno dijo. En la extraña coincidencia de madres que murieron tempranamente y de padres que nunca estuvieron. Ruth creyó que podía haber en aquella semejanza una razón de su encierro. Matt creyó lo mismo. Pero por más que pensaron en más pistas, luego de retomar su conversación, no encontraron nada más.

“Siento frío” “Me encantaría ser el chico que da su chaqueta a la chica, pero como ves, solo llevo esta camiseta” Ruth sonrió “Podrías quitártela y ofrecérsela a la bella dama aquí contigo” “Entonces sería yo quien tuviese frío y ya no hay otro caballero que pueda ofrecerme su prenda” La joven contuvo a duras penas la risa. “Lo que podría hacer es acercarme a ti para darnos calor… claro si es que me lo permites” “El supuesto caballero se transformó en un aprovechado” “Oh, no, no, no quise…” Ruth rio al ver la expresión tímida de su acompañante “Era solo una broma. Por favor acércate” Entonces con cuidado, Matt se sentó al lado de ella. “Me pregunto, ¿por qué cuando la luz se apagó y estuvimos en plena oscuridad no reaccionaste? Yo por dentro temí por lo que pudiera pasar” “Cuando era niña me acostumbré a manejarme en la oscuridad. Cuando llegaba mi padre ebrio a casa, mi mamá y yo nos encerrábamos en el cuarto. Apagábamos la luz. Así él, creía que dormíamos. Nunca vi una escena de agresión física, pero sí hubo continuos gritos. Finalmente, mis ojos terminaron adaptándose a la penumbra. Temí, igual que tú, que pudiese pasar algo, pero también sentí sosiego al ver que podía controlar la situación, aunque estuviese a oscuras” “Discúlpame por hacerte recordar eso” “No te preocupes… vaya, en verdad siento mucho frío, no sé qué sucede” “Déjame que te rodee con el brazo” “Está bien” “Tengo miedo de este sentimiento helado” Dijo Ruth sollozando. “No pasará nada, ahora lo mejor es descansar” Dijo Matt tomando su mano y mirándola fijamente. Después de unos minutos de quedarse dormida, él empezó a sentir frío y cansando. También se quedó profundamente dormido, hasta que la sombra de la muerte los envolvió y no volvieron a despertar.

14 enero, 2020

Ideas sueltas

Quería ver de cerca su semblante. Llámenme enfermo, no empático, no me importa. Lo que más quería en el mundo era verla. No fui al velorio, menos al entierro de su marido. Ni siquiera la conocía; en todo el tiempo que trabajé al frente de su casa, no le presté atención. Ella tampoco se hacía notar. Era otra alma sin nombre en el pueblo. Otro ser errante que en unos meses olvidaría. Pero llegó la muerte y todo lo cambió.

Recuerdo estar en mi oficina ordenando papeles y poniendo al día todos los documentos, cuando lo supe. Mi colega llegó con la noticia: muerte repentina, joven viuda. Al día siguiente se formó una multitud frente a su casa, en medio de la pista. Se armó una carpa improvisada, con sillas alrededor. Comida, café y alcohol complementaron la fiesta lúgubre. 

Durante el primer día, miraba de reojo a la muchedumbre apostada en una dirección de la vía. Pensaba en lo que podrían estar conversando. Quizás del difunto, o quizás de política, del vecindario, de salud, de la fragilidad de la vida. Quería estar ahí, pero sin ser visto; escucharlos sin tener que responder a nada. Ese día no pude ver a la joven. Esa noche dormí tranquilo.

Durante el segundo día la cantidad de personas no había disminuido, menos la comida y el alcohol, que seguía saliendo religiosamente desde la casa. Las puertas y ventanas estaban abiertas de par en par, pero hasta la tarde no vi más que a señoras de gran volumen sacar y repartir todo. No fue hasta después de varias horas, de ese maldito día, que la vi. Su mano salió de entre una cortina de una habitación interior. Era una mano maltratada por el trabajo, pero hermosa por lo mismo. Parecía con ademanes pedir algo, hasta que se lo alcanzaron. No logré ver de qué objeto se trataba. No vi más de la joven ese día. Esa noche tuve mis primeras pesadillas.

El tercer día fue el detonante, aunque la situación se había calmado allá afuera. Ya no había botellas, ni platos descartables regados por el suelo, la carpa había sido llevada la noche anterior. Pero cuando yo creía que mi alma se sosegaba de un sentimiento sombrío (el cual nunca quise descifrar), ella apareció. Llevaba un vestido negro y su rostro… oh dios, su rostro. Sentí que desfallecería en cualquier momento. Mi rostro seguramente se transformó y una mueca grotesca habrá aparecido en mí, ya que mi compañero de al lado me miró con los ojos muy abiertos. A pesar de esto no cruzamos palabra y volvimos a nuestro trabajo rutinario. Esa noche no dormí. Solo pensé en ella.

Pasé una semana sin verla, la casualidad era esquiva con algún encuentro, para mí tan necesario. Empecé a desarrollar tics nerviosos. No podía estar quieto en ningún momento. No podía cerrar los ojos, porque su mirada, sus labios, su semblante aparecía ante mí y me angustiaba. Durante toda la semana pensé en alguna forma de acercarme, algún tipo de estrategia lógica para llegar hasta ella, pero las razones no llegaron, así que decidí ir directamente. Toqué su puerta, una noche luego del trabajo. Empezó a llover mientras esperé. Una lluvia inusualmente fuerte y muchos relámpagos.

A veces creo que aquella noche, oscura, hermosa y caótica, en la que escapé del pueblo en un estado de locura, fue solo un mal sueño. Pero no, la realidad, la desquiciante realidad es que yo aquella noche, al ver que la puerta se abría lentamente, me abalancé como un demente sobre el cuerpo de aquella mujer. Vi sus ojos abiertos, tan abiertos, tan llenos de terror que no pude incorporarme. La mantuve en el piso y ella gritó. Pero su voz no llegaba a nadie, la lluvia era fuerte, todo estaba a mi favor. Mi mente se llenó de varias voces: “Bésala” “Mátala” “No la dejes ir” “Eres tan bella” “¿Quién eres?” Sentí un gran mareo y fue debido a ese momento de debilidad, que la viuda logró darme un rodillazo en la boca del estómago. Me retorcí de dolor, tendido en el piso de una casa extraña. Lo último que vi de ella fue su silueta corriendo. Me levanté luego de unos momentos, consciente de mi situación, y empecé a correr en dirección contraria. Tomé un taxi y me largué de aquella ciudad.

Ya han pasado varios meses, y a veces pienso en regresar, en verla otra vez. En estar de cerca su rostro, pero también pienso que no será lo mismo. La belleza de aquella viuda radicaba, ahora lo creo, en la pérdida, en aquel brillo inusual en las pupilas luego de perder a un ser amado. Seguramente ahora ha perdido ese encanto… pero ¿y si me equivoco? A veces pienso en regresar, en verla otra vez.