“Qué
frío siento…” Sus párpados empezaron a abrirse lentamente. “¡Déjenme salir!”
logró oír, un tanto aturdido. Cuando ya por fin pudo dominar sus sentidos vio
el panorama: una chica golpeando con sus puños a lo que parecía ser una ventana
circular, de la cual provenía una luminosa esencia que le apuntaba. Amarilla y
deslumbrante, iluminaba el espacio reducido en el que estaban: una habitación
de cuatro paredes, de color celeste y que pasada a través de un ojo minucioso, se
concluía como totalmente sellada.
“¡Por
favor!... no tengo dinero… por favor” El chico se levantó mientras ella balbuceaba.
La chica volteó aterrorizada. “¿Quién eres?... ¿Qué hacemos aquí?” Y mientras
él se acercaba ella retrocedía sollozando. “¡No te acerques!... por favor… no
me hagas daño” “No te voy a hacer daño… yo estoy tan confundido como tú” La
chica lo miró directamente a los ojos y lloró un largo rato.
Él
se había sentado en frente de ella, pero no la miraba. Había guardado sus
rasgos en su memoria. Tez clara, pelo negro ondulado, ojos marrones claro, un
pequeño arillo en el labio inferior, pero curiosamente, el único en su rostro.
Vestida con una blusa de color coral y una falda blanca, que le cubría hasta
debajo de sus rodillas. Lo único que no pudo notar fue, a causa del llanto, la
profundidad de su mirada. Solamente había visto una parte de ella, una parte
triste y temerosa.
“Oye,
no quiero ser rudo… pero podrías decirme tu nombre…. claro que te diré el
mío... me llamo Matt”
Ella,
al igual que él al principio, se despertó aturdida. Su primera reacción fue
tratar de hablarle, pero el miedo no la dejó. “Parece dormir” pensó. Lo miró
detenidamente para no perder ningún detalle. Tez muy clara, pelo rojizo, pecas,
orejas grandes. Camiseta negra, jean y zapatillas. Luego de mirarlo muchas
veces creyó que estaba en la misma situación que ella. Sin embargo, cuando él
la sorprendió al levantarse, le provocó un miedo mayor que al principio. Temió
por su vida; recordó a sus amigos, a su madre muerta, a su padre ausente. A la
expulsión del colegio. A su primer novio. Todo se volcó en ella y no pudo
contener el llanto. Las lágrimas se desbordaron por su rostro y corrieron el
poco maquillaje que le quedaba.
“Mi
nombre es Ruth”
Se
miraron varios minutos sin decirse palabra alguna. Él, aunque sus palabras
denotaban algo más de calma, también desconfiaba. “Debes saber. Y no quiero
sonar rudo… suelo decir esa frase, disculpa… pero no tengo dinero. Tengo deudas
en el banco… no estoy metido en nada ilegal, ni creo tener enemigos o alguien
por allí rencoroso. No entiendo qué es esto, ni por qué tú también estás aquí”
Mientras dijo estas palabras miraba los rincones que ya había explorado una y
otra vez. Pero no los miraba porque necesitaba hacerlo, sino porque quería
evitar la mirada penetrante de su compañera. “Eso es. Su mirada es algo
incómoda de soportar. Mira fijamente, como queriendo ver si miento o no, es
algo como…” “Yo estoy en tu misma situación. No tengo nada turbio. No sé qué
hago aquí. Lo único que recuerdo es estar bebiendo en el bar con mis colegas
del trabajo. Ir al baño y ya no… es lo último que recuerdo antes de despertarme
aquí” Fugazmente Matías recordó la película de juegos sangrientos y
supervivencia que había visto en su niñez. “Esto no puedo contarlo. Se
asustaría”
El
silencio recobró su fuerza por varios minutos. Él miraba al suelo, tratando
vanamente de recordar alguna pista. Ella hacía lo mismo, pero observándolo. “Me
gustaría confiar. Pero ¿cómo?” Entonces se escuchó un sonido seco de fuera de
la habitación y la luz se apagó. Contrario a lo que Matías imaginó que
sucedería, Ruth no dio ninguna señal de alarma. No hubo grito, ni llanto, solo
más silencio.
“Mis
ojos se están acostumbrando” susurró Ruth. “Los míos también, ya puedo verte… y
¿Ruth eres de por aquí? Suponiendo que seguimos en Edimburgo” “No, soy de
Londres” “Déjame adivinar. Te escapaste de casa y viniste a probar suerte” “Casi…
Antes de venir vivía con mis tíos. Pero solían discutir por el dinero. Así que
un día empaqué todo, cogí mis ahorros y les dije: Au revoir et merci pour tout. Sus caras, por más que trataran de
disimularlo, reflejaban alivio. Lo único que me dijo mi tía fue: De nada
querida. Esta siempre será tu casa. Mi tío solo sonrió. Creo que, si me quedaba
más tiempo, su matrimonio se hubiese arruinado.” “¿Se los dijiste en francés?”
“Quise decírselos de un modo relajado; como, entre mis metas, tengo apuntado
aprender francés, pues… Ahora que me lo preguntas, fue algo raro decirlo así” “No
quiero sonar rudo, pero creo que debiste ser más seria” “No conoces cómo fue
vivir con ellos. Además, las despedidas para mí son… cómo explicarlo…
agobiantes. No me agrada la carga de tristeza que llevan. Prefiero hacer leve
cualquier tipo de adiós. Es más sencillo, hasta me parece más sobrio y elegante”
“Creo que lo comprendo” “Y Matt ¿estudias, trabajas? ¿a qué te dedicas?” “Soy
pintor” “Eso suena genial. Hacer del arte un trabajo remunerado. Supongo que
debes amarlo” “Hay días que lo amo, y otros en que me agobia. Me gusta mucho
dibujar y pintar, pero a veces me frustra que no valoren lo que hago. Hay días
buenos, malos y a veces pésimos” “En mi trabajo es igual. Aunque casi no hay
buenos. Es pura rutina… Ruth, la orden para la mesa seis está lista… Ruth
limpia la mesa antes de que vengan los clientes… Ruth, el pasillo está sucio…
Ruth, Ruth, Ruth…. Por cierto, soy camarera, si no te lo habías imaginado ya”
“Aunque puedes interactuar con gente nueva… deben llegar personas interesantes”
“En tu trabajo, seguramente, pero en el mío no. La mayoría de personas que
llegan son gente sin modales. Varios llegan ebrios, pero no del tipo alegres,
sino del tipo que causan problemas” “Oh entiendo. Pero no creas que mi trabajo
es grandioso. Hay tanto petulante…” “Y dime, ¿tu familia no se opuso a que
siguieras tus sueños?” “No tengo familia. Mi madre murió cuando tenía dos años.
De mi padre nunca supe nada. Estuve casi toda mi vida en un orfanato… allí
dijeron que tenía unos parientes en Canadá, pero nunca pudieron contactarse con
ellos… así que, nunca tuve la aprobación o desaprobación al elegir a lo que me
dedicaría. Tuve un par de charlas con gente mayor, pero al final decidí yo, y
acepté todos los riesgos que ello implicaba” Luego de esas palabras Ruth miró
fijamente a Matt. Él creyó que debía hacer lo mismo. “¡Qué extraño! Tuve una
niñez parecida. Mi padre, adicto a la bebida, nos abandonó cuando tenía siete
años y madre falleció cuando tenía doce. Estuve en dos familias. En la primera
estuve con mi abuela. La acompañé hasta que dejó de existir. Tenía dieciséis.
Es ahí cuando me mudé con mis tíos, quienes curiosamente, solo tomaron la
responsabilidad de educarme cuando no había otra opción. Pero, no los culpo.
Como te dije antes, ellos pasaron penurias económicas mientras estuve alojada
en su casa” “Vidas difíciles” “Sí, creo que sí”
Luego
de estas últimas revelaciones, los dos se mantuvieron en silencio. Ese mutismo
que los dos aceptaron, como un contrato, sirvió para que pensaran en lo que
cada uno dijo. En la extraña coincidencia de madres que murieron tempranamente
y de padres que nunca estuvieron. Ruth creyó que podía haber en aquella
semejanza una razón de su encierro. Matt creyó lo mismo. Pero por más que
pensaron en más pistas, luego de retomar su conversación, no encontraron nada
más.
“Siento
frío” “Me encantaría ser el chico que da su chaqueta a la chica, pero como ves,
solo llevo esta camiseta” Ruth sonrió “Podrías quitártela y ofrecérsela a la
bella dama aquí contigo” “Entonces sería yo quien tuviese frío y ya no hay otro
caballero que pueda ofrecerme su prenda” La joven contuvo a duras penas la
risa. “Lo que podría hacer es acercarme a ti para darnos calor… claro si es que
me lo permites” “El supuesto caballero se transformó en un aprovechado” “Oh,
no, no, no quise…” Ruth rio al ver la expresión tímida de su acompañante “Era
solo una broma. Por favor acércate” Entonces con cuidado, Matt se sentó al lado
de ella. “Me pregunto, ¿por qué cuando la luz se apagó y estuvimos en plena
oscuridad no reaccionaste? Yo por dentro temí por lo que pudiera pasar” “Cuando
era niña me acostumbré a manejarme en la oscuridad. Cuando llegaba mi padre ebrio
a casa, mi mamá y yo nos encerrábamos en el cuarto. Apagábamos la luz. Así él,
creía que dormíamos. Nunca vi una escena de agresión física, pero sí hubo
continuos gritos. Finalmente, mis ojos terminaron adaptándose a la penumbra.
Temí, igual que tú, que pudiese pasar algo, pero también sentí sosiego al ver
que podía controlar la situación, aunque estuviese a oscuras” “Discúlpame por
hacerte recordar eso” “No te preocupes… vaya, en verdad siento mucho frío, no
sé qué sucede” “Déjame que te rodee con el brazo” “Está bien” “Tengo miedo de
este sentimiento helado” Dijo Ruth sollozando. “No pasará nada, ahora lo mejor
es descansar” Dijo Matt tomando su mano y mirándola fijamente. Después de unos
minutos de quedarse dormida, él empezó a sentir frío y cansando. También se
quedó profundamente dormido, hasta que la sombra de la muerte los envolvió y no
volvieron a despertar.
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