27 enero, 2015

Entra... (segunda parte)


Caminaron por las calles, a esa hora desolada, por la siesta que frecuentemente tomaban los adultos. Se dirigieron al establecimiento, que se encontraba en medio de dos casas; tenía dos puertas: la principal por donde los clientes entraban y una verja metálica, que hacía de puerta, al extremo del local. Pasando la verja había un corredor lleno de macetas, con todo tipo de plantas. Y finalmente terminaba en una pared con una ventana, por donde el viejo Eusebio miraba todos los días su colección de plantas.

“Los Aventureros” tenían un plan para entrar. Treparon la verja con una escalera, uno por uno, hasta que todos, estando en el corredor empezaron a observar las plantas. La mayoría de ellas, muertas. Había pasado dos semanas desde que el señor Eusebio dejó de abrir su tienda. 

- Yo nunca lo vi salir de su tienda.

- Mi papá decía que no tenía amigos, que era raro.

Estando ya en el final del corredor, los niños subieron nuevamente por la escalera, y notaron que la ventana estaba sin pestillo. Claudio la empujó, rechinó y todos creyeron que alguien se daría cuenta. Esperaron unos minutos en silencio. 

- No entren… no entren – una voz lúgubre salió de la habitación del señor Eusebio. Claudio no se atrevió a mirar por la ventana y bajó. Miró a sus amigos, todos estaban pálidos. Entonces él, Saulo y Jose corrieron. 

- ¡Cobardes! – gritó Martín.

Creyó quedarse solo en esta empresa, pero miró atrás y vio a Paulo (a veces, el terror, provoca que las personas, simplemente se queden inmóviles) Lo levantó de la solapa e hizo que subiera por la escalera. La ventana nuevamente estaba cerrada sin pestillo. Paulo, la abrió y entró. Martín, tragó saliva cuando lo vio hacerlo sin expresión alguna en su rostro y lo siguió.

La habitación estaba ordenada. Supusieron que era el dormitorio de Eusebio. Su cama tendida, su piso limpio y encerado.

- No tengo miedo, pero es raro, ¿no? – preguntó Martín. Paulo no le contestó.

El miedo empezaba a apoderarse de Martín para cuando abrieron la puerta y ésta rechinó.

- Todo en esta casa parece viejo, ¿no? – el silencio de Paulo solo acrecentaba el temor de Martín.

Cruzaron el hall, Martín detrás de Paulo, hasta llegar a una puerta, la cual creyeron era la que conectaba la casa con la tienda.

- No entren… no entren – la voz lúgubre volvió a aparecer, pero esta vez provenía de la tienda.


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18 enero, 2015

Entra...


Paulo y Martín eran niños cuando la desaparición del señor Eusebio se volvió un misterio en el pueblo. Dos pequeños, de ocho y siete años, respectivamente. Sus mañanas pasaban entre el colegio y el fútbol, sus tardes en las tareas, sus noches en el televisor. Sin embargo, toda su rutina infantil cambiaba cuando llegaban las vacaciones, tiempo en el que las mañanas eran dedicadas al trabajo y las tardes a la vagancia, como decían los mayores, cuando los veían ir y venir en grupos, que variaban de cuatro hasta una docena.

Era claro, lo niños buscaban divertirse por las tardes, algunos por el mero hecho de sentir la adrenalina de correr tras una pelota, o de escalar el árbol más grande del vecindario; otros intentando olvidar la golpiza que les dio su padre la noche anterior. Sea cual fuera la razón, los grupos se formaban todos los días y las ideas llovían para saber qué harían.

- No, Claudio, quizás el señor Eusebio sigue ahí.
 
- Paulo, no va a pasar nada.

- Sí, ¡vamos Paulo! – todos los niños gritaban en coro.

Paulo era el más miedoso del grupo “Los Aventureros”, nombre que surgió cuando lograron rescatar su pelota de la propiedad del señor “Ojo de Vidrio”, el señor más odiado del vecindario, quien solía guardar las pelotas, gritando a los niños que se fueran a jugar a otro lugar, y si alguno de ellos se atrevía a cruzar la valla que rodeaba su casa, recibía un balde de agua fría.
Pero, el grupo, conformado por Claudio, Martín, Saulo, Jose y Paulo, logró la hazaña. Pudieron pasar la valla sin que “Ojo de Vidrio” notara su presencia y recuperaron decenas de balones. Por ello, fueron vitoreados por los demás chicos del barrio, convirtiéndose desde ese día en “Los Aventureros”

- Entraremos por la parte de atrás, llegaremos a la tienda y la abriremos desde allí.

- ¡Seremos los más valientes! ¿No quieres eso Paulo?

- Está bien… vamos – respondió dudoso Paulo. Entonces todos alzaron su puño al cielo en señal de alegría.



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