Caminaron
por las calles, a esa hora desolada, por la siesta que frecuentemente tomaban
los adultos. Se dirigieron al establecimiento, que se encontraba en medio de
dos casas; tenía dos puertas: la principal por donde los clientes entraban y
una verja metálica, que hacía de puerta, al extremo del local. Pasando la verja
había un corredor lleno de macetas, con todo tipo de plantas. Y finalmente
terminaba en una pared con una ventana, por donde el viejo Eusebio miraba todos
los días su colección de plantas.
“Los
Aventureros” tenían un plan para entrar. Treparon la verja con una escalera,
uno por uno, hasta que todos, estando en el corredor empezaron a observar las
plantas. La mayoría de ellas, muertas. Había pasado dos semanas desde que el
señor Eusebio dejó de abrir su tienda.
- Yo nunca
lo vi salir de su tienda.
- Mi papá
decía que no tenía amigos, que era raro.
Estando ya
en el final del corredor, los niños subieron nuevamente por la escalera, y
notaron que la ventana estaba sin pestillo. Claudio la empujó, rechinó y todos creyeron
que alguien se daría cuenta. Esperaron unos minutos en silencio.
- No entren…
no entren – una voz lúgubre salió de la habitación del señor Eusebio. Claudio
no se atrevió a mirar por la ventana y bajó. Miró a sus amigos, todos estaban
pálidos. Entonces él, Saulo y Jose corrieron.
- ¡Cobardes!
– gritó Martín.
Creyó
quedarse solo en esta empresa, pero miró atrás y vio a Paulo (a veces, el
terror, provoca que las personas, simplemente se queden inmóviles) Lo levantó
de la solapa e hizo que subiera por la escalera. La ventana nuevamente estaba cerrada
sin pestillo. Paulo, la abrió y entró. Martín, tragó saliva cuando lo vio
hacerlo sin expresión alguna en su rostro y lo siguió.
La
habitación estaba ordenada. Supusieron que era el dormitorio de Eusebio. Su
cama tendida, su piso limpio y encerado.
- No tengo
miedo, pero es raro, ¿no? – preguntó Martín. Paulo no le contestó.
El miedo
empezaba a apoderarse de Martín para cuando abrieron la puerta y ésta rechinó.
- Todo en
esta casa parece viejo, ¿no? – el silencio de Paulo solo acrecentaba el temor
de Martín.
Cruzaron
el hall, Martín detrás de Paulo, hasta llegar a una puerta, la cual creyeron
era la que conectaba la casa con la tienda.
- No
entren… no entren – la voz lúgubre volvió a aparecer, pero esta vez provenía de
la tienda.
( comunidad PTB )
No hay comentarios:
Publicar un comentario