La cara de
Martín palideció, sus piernas no le respondían a pesar de que quería correr.
Creyó que Paulo sentía lo mismo, sin embargo fue él quien abrió la puerta y contempló
la escena: el piso lleno de un líquido espeso y rojo, olor a putrefacción y el
chillido de decenas de roedores. Paulo, entonces, se acercó al mostrador viendo
cómo las ratas se comían el cuerpo del señor Eusebio. Entraban y salían por su
camisa desabotonada, buscando de dónde obtener más carne
Lo más
aterrador, era que en la puerta estaba escrito con sangre: “No entren… no
entren”. Martín, aterrorizado, solo atinó a gritar:
- ¡Mamá!
Fue en
esos instantes que entraron dos policías por la puerta de la entrada, observaron
la escena y llevaron a los niños afuera.
La noticia
del horrible asesinato del señor Eusebio fue noticia en el pueblo por varios
meses. Usada como leyenda urbana, se extendió a otros pueblos. Hasta algunas
personas llegaron para entrar a la “tienda maldita”.
Pasaron
muchos años, y sin embargo el asesino nunca fue encontrado. Lo único que pudo
hacer la policía es saber cómo ocurrieron los hechos:
Dos
semanas antes de que los niños entraran, el señor Eusebio, como cada mañana, se
encontraba limpiando su tienda, pero justo antes de abrir, fue golpeado en la
nuca con una maceta. Cayó al suelo, sangrando, pero aún consciente. Su agresor
al percatarse de que seguía vivo lo golpeó con sus manos hasta matarlo. Pasados
unos días y con el alimento guardado en su tienda, las ratas empezaron a
llegar.
Hasta aquí
todo hubiese sido considerado un asesinato cualquiera, pero lo que conmocionó a
las personas, es que el asesino se quedó a vivir en aquella casa hasta que
llegaron los policías, tomándose la molestia de asustar a Martín y Paulo, con
la inscripción de “No entres… no entres”
Los más
perjudicados fueron, sin duda, Martín y Paulo. El primero, reprimió sus
recuerdos de ese día, sin embargo el otro, nunca se recuperó. Dicen que en el hospital
psiquiátrico, donde se encuentra, repite una y otra vez: “No entres… no entres”
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