19 mayo, 2017

Poema LXIII

Malditas generaciones,
malditas ideas atávicas,

tantas buenas razones
y ustedes eligen las peores,

las cultivan, y después
se propagan cual enfermedad

hasta que finalmente,
contagian a las personas que quedan,
a sus familias, a la sociedad.

(Escrito el 04/03/15)

comunidad PTB )

13 mayo, 2017

He aquí mi corazón ingrato (Poema LXII)

He aquí mi corazón ingrato,
de mirada torva
y andar pausado.

He aquí, observando
los rostros, el paisaje
y SU voz susurrando.

Termina sin querer, buscando,
las sonrisas, las aves
y el poema entrecortado (por el tiempo,
                                              por las heridas,
                                              por los amores desdichados)

(Escrito el 21/10/14)

Poema LXI

Ríos de amargo silencio,
que no nacen en tus ojos,
ni desembocan en tristes consuelos.

(Escrito el 09/10/14)

comunidad PTB )

12 mayo, 2017

Días oscuros (Poema LX)

Versos que no rebotan
en las paredes de la realidad

Versos que se esfuman,
que huyen.

Versos que se estancan,
versos que nadie lee.

(Escrito el 25/09/14)

comunidad PTB )

Where is my mind? (Poema LIX)

Paso a paso, palabras mal escritas,
dichas a destiempo.

Paso a paso,
años pesados
y sin muchos recuerdos.

Paso a paso,
poemas inconclusos,
días... muertos.

(Escrito el 31/05/14)

comunidad PTB )

11 mayo, 2017

Cuento II (segunda parte)

“No sé qué hacer. En cuatro meses, no me ha dejado ver a Viviana. Nadie más pareciera interesado en lo que le pase. Sabes que su familia no se preocupa. Sé que es extraño que te cuente de ella luego de tanto tiempo, pero ella me contó… ella siempre me hablaba de ti. Tengo esperanzas de que encontremos alguna solución… su esposo la maltrata. En una de nuestros últimos encuentros me enseñó una cicatriz en el antebrazo, pero que ella cubría con su vestido. Le dije que lo denunciara, pero ella calló. Por favor, ayúdame. La policía no puede hacer nada”

Era una carta con pocos detalles, y sin embargo, abrió el pecho de Javier, quien inmediatamente al terminar de leerla, fue a comprar los pasajes de avión, mientras escribía en su celular un documento que llevaría ese mismo día a su oficina. Era su renuncia.

No sabiendo qué hacer, el hombre se alojó en un hotel cercano a la casa “donde ella sufría” como pensaba desde que intentó irse a dormir. Su cuerpo se sentía exhausto, pero su mente volvía a la misma idea, cada vez que intentaba descansar. “Mañana iré a verlos. Así sea por la fuerza. Si tengo que usarla, la usaré”

Su mente dejó de atormentarlo durante tres horas en las que pudo dormir. Pero este breve reposo fue interrumpido por una violenta sacudida: sintió que caía a un abismo. Entonces, se dijo a sí mismo que ya era hora de planear todo. De ir a buscarla, escapar e ir a otro país. Empezar desde cero. No importaba. Contaba con ahorros, y sentía que el amor correspondido de Viviana resurgiría.

Es con éste pensamiento en su cabeza que fue a casa de la pareja. Tocó la puerta. Una, dos, tres veces. Nadie contestó. Buscó a través de alguna ventana que diera a la calle, para ver lo que pasaba dentro. “Quizás han salido”, pensó. Decidió irse, pero cuando estaba volviendo sus pasos, escuchó el ruido que hacen los platos al estrellarse en el suelo. El sonido fue tan perceptible. Era las cinco de la mañana. Era invierno, el frío calaba en los huesos de Javier, pero algo más fuerte terminó por congelarlo. La impotencia de estar tan cerca y no poder hacer nada. 

Se acercó a la puerta para poder oír mejor. Silencio. Absoluto silencio. Su impotencia se convirtió en desesperación. Sacó de su gabardina un arma, la cual había comprado antes de alojarse en el hotel. “Espero no usarla, pero prefiero tenerla” pensó al entrar en el barrio de mala muerte donde la consiguió. 

Dos disparos destrozaron la cerradura de la puerta principal. Entró raudamente y encontró la escena más desgarradora de su vida. Ni el encierro ni el maltrato de los presos, de la policía o de los periodistas tuvieron siquiera el impacto que tuvo ese instante en él. 

Quedó mudo ante la escena dantesca. Pablo sostenía a Viviana que yacía inerte en el suelo. Con sangre en el rostro y moretones en los brazos y piernas. Cubiertos, floreros, vasos y no solo los platos, estaban regados por el suelo. La sala era el escenario de la pelea.

- Yo… yo… ella me volvió a recriminar que contigo hubiesen sido las cosas… distintas. Dejó de quererme, hace mucho… siempre supe lo de ustedes. Siempre lo supe. Yo no quería hacerle daño, ella resbaló…

Pablo balbuceaba mientras su mirada estaba fija en su esposa. Cuando miró por un instante a Javier al entrar éste en la sala, no se dio cuenta del arma, que terminaría matándolo.

La policía llegó un cuarto de hora después de oírse los primeros disparos. Encontraron a Javier sosteniendo la mano de Viviana. Lloraba y repetía: “¿Por qué?”