21 diciembre, 2010

El idiota

De lo poco que lo conocimos podemos afirmar que era un idiota. Quizás muchos nos contradigan y piensen aún hoy que era un santo, pero créanme, era un idiota.

Perteneció por un tiempo a una familia media, pero los casinos, convertidos en el nuevo hogar de su padre, los llevaron a él y a su madre a una casa humilde. Su padre moriría poco después, de un ataque cardíaco. Pero nada de esto influyó considerablemente en el ánimo de Fabio, ya que él se propuso de muy chico, ganar dinero y ser un magnate en la industria alimentaria. De esto podemos inferir que la comida había sido su pasión, pero no pudo ser chef, por el terror mismo a la cocina, causado por una quemadura de niño, según nos contó.

Toda su vida fue resumida en aquellas palabras, y aunque algunas experiencias contadas se me hayan olvidado, las más resaltantes están ya dichas.

De lo poco que lo conocimos, pudimos ver en sus acciones que era un idiota, de aquellos que eran tímidos al hablar con chicas, de aquellos que ayudaban en la misa e intentaban seguir al pie de la letra las enseñanzas de la religión, de aquellos que sufrían por los niños vendiendo caramelos en las calles y por los ancianos tirados en las aceras pidiendo limosnas. Así era él, así de idiota.

Tan idiota era, que al cumplir los dieciocho lo llevamos al prostíbulo. Ni bien llegó vio a las prostitutas y se afligió por ellas. Un amigo que se percató de ello le dijo con alegría: “¡hombre, si están haciendo su trabajo! es lo que más saben hacer” Y todos rieron. Pero no todo quedó allí, sino que a Fabio lo obligaron a “estrenarse”, y así fue encerrado en un cuarto con una joven de veintitantos, morena, de un metro sesenta, con senos que desbordaban a la perfección el vestido azul que la cubría, caderas bien formadas, siendo no una del montón, sino una diosa entre mortales. Aun así él se sentó en la cama y le dijo: “No quiero hacerlo, porque prefiero mantenerme casto, además de no querer ser partícipe de un negocio tan inhumano como éste”. Eso nos contó la prostituta, cuando le preguntamos, agregando además: “el maricón ese me pagó sólo por quedarme parada como una puta”.

Mis amigos se impacientaron al pasar una hora, ya que todos se decían que nadie podía aguantar tanto la primera vez, así que decididos entraron, y vieron al idiota, con expresión meditabunda. Lo levantaron de la camisa y lo botaron a golpes del local.

Después de ello no supe más de él por meses, hasta que me enteré que su madre estaba muriendo de a pocos, estaba ya desahuciada, tenía cáncer de pulmón. Fabio quería internarla, pero no había dinero. Le aconsejamos cuando lo vimos salir de la misa, que hiciera unos encargos, que era fácil y rápido, que no había complicaciones: llevar un paquete a tal lugar y llevar otro a aquél. Pero, no, aquel idiota no nos hizo caso y se fue.

Dos meses pasaron y nos enteramos que una banda nueva se había formado en el barrio. Se dedicaban a robar tiendas de abarrotes, lejos del distrito. No eran de temer. No eran de importancia, hasta que un día abrimos el periódico local:

“Cae banda delincuencial, después de extraño incidente. Los policías intentaron entrar a la tienda, pero entonces Fabio Riesco, alias “Fabinho” salió con las manos levantadas, pero el arma seguía en una de ellas, a lo que uno de los agentes actuó por instinto y le disparó dos veces, cayendo muerto al pavimento. Los demás delincuentes se tiraron al suelo dentro de la tienda. Es así como cae otra banda más en Lima.”

Tuvimos que esperar un mes para escuchar el testimonio de “los demás delincuentes” quienes eran compañeros de colegio. Nos dijeron que Fabio discutió con ellos cuando llegó la policía, diciéndoles que todo se había ido al carajo, que su suerte ya estaba echada, que Dios lo había castigado, hasta que se decidió en salir sin que sus compinches lo detuvieran, pero qué idiota él, ¡salir con un arma en la mano!, aún con las manos levantadas, es una idiotez. Y es así, es así cómo aquel idiota murió como debía ser, tras una idiotez.

13 diciembre, 2010

Chelmno, una historia para contar

(Historia basada en hechos reales)

El recuerdo era a veces, nítidamente doloroso, y por ello, recordar aquel campo era lo que menos querían hacer, pero la memoria traicionera los inducía a ello una y otra vez...

Chelmno sería el último lugar que visitarían, eso es lo que los uniformados les decían a los recién llegados. Y esta frase se quedaba marcada para todos aquellos que sobrevivían.

Allí en Chelmno dos judíos y tres polacos habían sido amigos mucho antes de que Hitler escribiera “Mein Kampf” y se encontraban hacinados ahora en aquel campo. A los dos judíos: Chaim y Mordechai se los trasladó del gueto de Lodz a Chelmno, mientras los tres polacos: Janna, Jarek y Aleksandr fueron detenidos en Polonia como prisioneros y enviados al mismo lugar.

Era 17 de enero de 1945, la noche helaba sus huesos, y el único calor que recibían, era el del látigo insensible en sus espaldas. Todos querían respirar el aire libre del campo, que estaba a unos metros del alambre de púas, pero lo único que sus narices lograban tragar era el tabaco de aquellos uniformes con distinciones tan frías como aquellos que las usaban.

No habían planeado nada para escaparse, no había espacios de tiempo para eso, los seres sin alma los vigilaban y les escupían si los encontraban hablando. Aquellos cinco amigos trabajaban con otras cuarenta y tres personas, entre judíos, polacos y gitanos. El 17 de enero en la mañana recibieron la noticia de que serían ejecutados todos; los cuarenta y ocho condenados al sufrimiento y a la opresión serían liberados porque un “cargamento” de judíos llegaría, siendo insuficiente el espacio para albergarlos a todos.

La noche llegó y los 48 destinados, primero a la muerte y luego a la libertad, fueron colocados de ocho en ocho para ser ejecutados al frente del alambre de púas, que cercaba el campo de exterminio. En la tercera fila estaban Chaim y Mordechai, en la cuarta Janna, Jarek y Aleksandr. Janna era la única que temblaba, a pesar de que Jarek le sujetaba fuertemente la mano. Y cuando los ocho uniformados estaban por apuntar a las cabezas de aquellos seres despojados de cualquier derecho se escuchó en la primera fila una fuerte y resonante voz:

Jerut!

Dicha esta palabra la primera y la segunda fila se abalanzaron a los uniformados, mientras que el encargado de dar la orden de ejecución hacía sonar su silbato de forma rápida, hasta que un martillo le rompió la nuca. Las seis filas anonadadas por el suceso sólo reaccionaron después de que los oficiales habían muerto: la primera fila se sacrificó y la segunda, con pequeñas “armas”, lograron hacerles ver su sufrimiento transformado en ira. Janna, Jarek y Chaim nunca supieron en qué momento pudieron organizarse. Pero lo que sí sabían y de lo que estaban seguros era que Dios estaba con ellos: en ese justo momento y por acto del cielo los uniformados no estaban en las torres que vigilaban los extremos del campo.

Todo hubiera sido un gran plan si no hubieran dejado tanto tiempo con vida al encargado de la ejecución. Es por ello que los de la segunda fila agruparon en dos grupos a los que no habían sido partícipes de la primera acción. Un grupo ayudaría a cortar los alambres de púas y el otro esperaría a los uniformados que llegarían a reocupar sus puestos en las torres.

Sin embargo el plan se olvidaba de los uniformados que vigilaban el campo. Y cuando ya habían terminado de romper suficiente alambre para salir, los vigilantes los sorprendieron por el lado izquierdo, obligando al grupo que cuidaba una torre a dispararles para que no mataran a los que estaban por salir. En ese grupo estaba Mordechai que murió por una bala en la cabeza. Chaim, Janna, Jarek y Aleksandr vieron morir a su amigo, pero no pudieron hacer nada más que seguir arrastrándose para salir del infierno.

Finalmente lograron salir treinta, pero los uniformados llegaron y ocuparon una torre disparándoles sin percatarse de que el grupo de la otra torre subía para defender a los que huían, y así sucedió, dándoles más tiempo de huir. Hasta que los veinte que quedaban escucharon disparos, presintiendo que ya no había más resistencia en el campo, que ya no tenían defensa en la torre. Y su presentimiento se hizo realidad cuando la torre derecha empezó a disparar, siendo uno de sus disparos dirigido a Janna, que había caído al suelo, pero Aleksandr habiéndose dado cuenta de ello se lanzó a protegerla. Tres balas lo mataron al instante, eso es lo que recuerda Janna.

De los cuarenta y ocho detenidos sólo lograron salir del campo treinta. De los treinta sólo escaparon tres de las torres y las minas. Desde aquel día Chaim, Janna y Jarek se reúnen para recordar sus momentos de amigos antes de 1940, cuando la vida no estaba sujeta al miedo y a la resignación.

17 julio, 2010

La obsesión que lo trastornó

Su piel se estremecía, sus latidos aumentaban, cada vez que la veía caminar. Que ella pasara por esa esquina lo hacía morir y morir una y otra vez. Sus deseos no veían el momento de saciarse, de poder llegar al éxtasis. El numen se encontraba a pocos metros, de lunes a viernes, a las seis de la tarde, aproximadamente.

Desde hacía seis años seguían el mismo ritual: él buscaba su reloj, pedía al tiempo que de velocidad aumentara, se sentaba y la esperaba. Ella volteaba esa esquina como cada día, con libros en mano, su mirada distraída, y sin saber que alguien la observaba atentamente. Seis años él la estudió, por así decirlo, la contemplaba. Y poco a poco el deseo se convirtió en obsesión.

Hasta que un día se atrevió a levantarse de su sofá, abrir la puerta, bajar por las escaleras con nerviosismo, y abrir la puerta del edificio, sintiendo que su corazón, en cualquier instante, se detendría. Y el día que él se atrevió a romper la contemplación diaria, fue el que comenzó a saciar una obsesión, pero con sangre.

La mente del joven estaba distorsionada, por las imágenes, los anuncios, el bombardeo continuo y siempre renovable del Internet. Esto fue una de las pocas declaraciones que se pudo obtener de la investigación. No había ni siquiera un motivo por el cual él lo quisiera hacer, pero lo hacía.

La noche del día que empezó a llenarse de sangre en las manos, fue la misma en la cual no pudo ni siquiera acercársele: al ya estar en la vereda, la miró con entusiasmo, pensando que sería ella la que lo saludaría, imaginando, soñando que ella se acercaba y le sonreía, pero esto era producto de sus largas horas de observación, de su propio mundo. La sonrisa de un sueño se convirtió, cuando ella volteó la otra esquina, en rabia, en resignación. Su cara desencajose, y al ver a un joven cruzando por la misma esquina de antes, lo siguió y desahogó su ira en él ahorcándolo al principio por detrás. “Se me hizo difícil la primera vez, él se resistía, pero yo tenía más fuerza. Cuando pensé que ya estaba muerto, lo solté, él volteó y me golpeó el estómago. Yo reaccioné con más violencia cuando me percaté que él quería seguir luchando. La gente nos veía, pero nadie hacía nada... hasta que poco a poco empecé a ganar, y lo último que recuerdo son los gritos de una señora, cuando atravesé el abdomen del joven con un fierro”. Y ésas fueron las palabras como describió su primer asesinato, convirtiéndose en asesino.

Ahora era otro el ritual, ya no había contemplación, ya no existía el tiempo para observarla. Sólo bajaba de su departamento, y esperaba a que se fuera, para seguir a cualquier persona que pasara por allí. Y su forma de matar empezó a atemorizar a la ciudad, él se había quedado con el fierro con el que mató a su primera víctima, y éste era usado para todas, pero de otra manera, a cada una les arrancaba una parte, ya sea la cabeza, o el brazo, pero luego ya de estar muertos, según concluyeron las autopsias respectivas.

Pero, todo tiene su final en esta vida, y llegó el día que lo atraparon. Ése día él murió internamente, porque bajó de su departamento y vio que la chica, por la cual había dedicado seis años, reía dulcemente con otro chico. La locura, ya inmersa en él, lo hizo correr hasta ella y con el fierro le atravesó el cuello. La escena, según los periódicos, era para estremecer la piel de cualquiera. La policía encontró al chico acariciando el rostro, ya pálido, de la chica. El joven, que supuestamente él había visto, jamás fue encontrado. Se cree que si alguna vez existió, nunca habría de dormir sino por la labor de un psicólogo. Así fue la historia tan aterradora, y más aterrador fue que al año siguiente escapó del manicomio...

30 junio, 2010

A seguir buscándola, pero ¿hasta cuándo?


TERCER ACTO

EL TELÓN VUELVE A ABRIR, LA ESCENA SIGUE IGUAL COMO SE QUEDÓ EN EL ÚLTIMO CIERRE.

Alice (INDIGNADA). Tenía que suceder esto, ¿el miedo pudo más que nuestro amor?

Adrian. No lo malinterpretes, por favor, te amo, pero con el filo de una navaja no se puede pensar con claridad.

Thomas (SONRIENDO). No hay mal que por bien no venga, y quizás lo que ve aquí usted señorita sea lo que verdaderamente es su galán, un completo cobarde. Ahora ya puede vivir mejor, sin él... pero, pasando a lo que verdaderamente importa, respóndame joven, ¿a quién dejo vivir?

Adrian (TRAGANDO SALIVA). Ya se lo dije, y veo que tendré que repetírselo: No me haga daño, que si por usted no fuera ni por el destino cruel, aún me faltaría un extenso camino por recorrer.

Alice (GRITANDO). ¡Cobarde! ¡Cobarde! ¡Cobarde!

ANTE ESTOS GRITOS HACE SU APARICIÓN, POR DETRÁS DE ALICE Y ADRIAN, FABIEN QUE VA CON UNA SONRISA DE SATISFACCIÓN MEZCLADA CON TRIUNFO.

Fabien. Se ve aquí que verdaderamente no hay amor. No existe excusa alguna para abandonar al supuesto amor de tu vida... ah, ¡muchas gracias Thomas, amigo mío! ¡Te luciste, sé que serás algún día un buen actor! Por lo pronto ten tus primeros honorarios.

Thomas (RECIBIENDO EL DINERO DE FABIEN). Bueno mis servicios se han acabado por ahora, así que me despido, ¡ojalá que logres conquistarla de una vez por todas!

Adrian (SUJETANDO EL HOMBRO DE THOMAS). ¡Un momento, ruin! ¡Canalla! ¡Así que esto ha sido planeado por este otro canalla!... Mi amor perdóname, tú sabes que yo te quiero, tú sabes que...

Alice. Callaos, porque lo que tú eres verdaderamente se ha dejado ver, un cobarde.

Adrian (SOLTANDO A THOMAS) Pero, todo ha sido una trampa, todo ha sido planeado por él, debes comprenderme.

Fabien. Pero, ahora debes ver que esto se podría repetir, y el resultado sería el mismo: él abandonándote a su suerte. Debes darte cuenta

Alice. (INTERRUMPIENDO A FABIEN). ¡Callaos los dos!, no me quedaré con ninguno. ¡Los dos son ratas del mismo muladar! Tú Adrian por ser tan cobarde, y por insultar a la dama, que según tú, era para toda tu vida, de la forma más humillante. ¡Y tú Fabien, porque lo que has hecho aquí me ha curado la ceguera, mas el fin no justifica los medios, y eso para mí es ley!

Grupo de alcohólicos. ¡¡¡Uuuuuuhhhhhh!!!

Adrian y Fabien (EN CORO). Pero, pero...

Alice. Si los peros o las suposiciones valieran en la vida, no habría tantas guerras, no habría tantos muertos, ¡me quedaría con los dos! mas no es así, y no lamento deciros: ¡Adiós para siempre!

Adrian y Fabien. ¿Y qué nos queda ahora?

Thomas. No sé ustedes, pero yo me voy con la dama. Su silueta perfecta, su cuerpo esbelto, ha atrapado mis ojos y mi cuerpo.

Grupo de alcohólicos. ¡¡¡Ooooohhhhhh!!!

Adrian y Fabien. ¡¿Qué?!

Alice. No tendrá más valores que ustedes, pero de ustedes... ¡de ustedes ya me cansé!

ALICE Y THOMAS SALEN DE LA ESCENA DESPIDIÉNDOSE DEL GRUPO DE ALCOHÓLICOS.

Adrian. Mi nuevo amigo, parece que el tiro te salió por la culata.

Fabien. No tienes que decirlo. Pero, no te ves enojado.

Adrian. ¡Claro que no! Yo soy joven, y no debo preocuparme de encontrar a otra bella que adolezca de inteligencia, porque ésta me salió astuta.

Fabien. No sé por ti, pero yo la seguiré buscando, no sé hasta cuándo. Bueno me despido, hasta la próxima vez que se encuentren nuestros caminos. ¡Adiós!

Adrian. ¡Adiós! (DIRIGIÉNDOSE AL PÚBLICO). Pobre tonto, no sabe que jamás le hará caso, que ¡de mí sólo estuvo enamorada!

Fabien (CORRIENDO GRITÓ A LO LEJOS). Por cierto, tú eres el vigésimo galán que supuestamente ganó su corazón y esta es, por cierto, la vigésima vez que arruino su relación.

Adrian. ¡¿Queeeeeeeeeeeeeé?!

SE CIERRA EL TELÓN

A seguir buscándola, pero ¿hasta cuándo?


SEGUNDO ACTO

EL TELÓN SE ABRE. El AMBIENTE ES OTRO: LA NOCHE YA HA LLEGADO, Y CON ELLA LOS QUE NO QUIEREN SER VISTOS A LA LUZ DEL DÍA, LOS INDESEABLES DE LA CIUDAD. ADRIAN Y ALICE CAMINAN JUNTOS EN UNA CALLE DONDE HAY UN GRUPO DE ALCOHÓLICOS, HASTA QUE UN DESALIÑADO JOVEN LOS INTERCEPTA.

Adrian. Por fin nos hemos librado de ese fastidio.

Alice. Yo no estaría tan segura. Él es obstinado en demasía, pero me resulta extraño que él no nos haya seguido.

Adrian. Por ello te digo que ya se cansó. Por fin le hice ver que tú no eres para él. Que eres y serás por siempre mía.

Thomas (SALE DE LAS SOMBRAS E INTERCEPTA A LA PAREJA) ¡Eh! ¡Ustedes! ¿Valoran su vida? ¿Le dan la suficiente importancia? Es decir, si yo les pidiera en este instante que me entregasen todo lo material ¿lo harían por conservar su vida?

Adrian. Pero, ¿qué preguntas son esas? ¿Acaso intentarás robarnos a mano limpia? Porque si es así, te advierto que sabré defenderme y defender a mi amada.

Thomas (SACANDO UN CUCHILLO LOS AMENAZA). Lamento deciros que no lo atacaré a mano limpia. Yo pensaba que su respuesta sería la de la inteligencia, pero veo que no es así. Entonces, ¿qué espera para darme su dinero?

Adrian. (ANGUSTIADO). Su forma de hablar, su léxico, me crea una gran duda: no creo que usted sea un ladrón, porque educación a la hora de hablar le sobra.

Thomas (APUNTANDO CON EL CUCHILLO). Acaso, ¿usted no ha visto que hombres y mujeres de alta sociedad roban, que no se apegan a las leyes, que...? ¿Para qué hablo con usted de eso? ¡Deme ya el dinero!

Adrian (TEMBLANDO). No... no me haga daño, por favor, déjenos, le daremos todo lo que quiere.

Grupo de alcohólicos (GRITAN EN CORO CON DESCARADA IRONÍA). ¡Qué valentía la de este muchacho! ¡Jamás habíamos visto a hombre como éste!

Thomas. El hecho que usted tiemble no me conmueve en lo absoluto, más bien me da repugnancia. Aun así le daré una oferta: dejaré a uno de ustedes con vida, mientras que el otro se quedará en este callejón. ¿Lo comprenden, verdad?
Alice (CONVENCIDA). Ninguno de los dos no sortearemos ni decidiremos quién vivirá o no. Se lo advertimos, no intente lastimarnos...

Adrian. ¡Llévesela a ella! Que vida ya ha gozado, ya que veinte primaveras son despreciables a veintiséis otoños.

Grupo de alcohólicos. ¡¡¡Uuuuuuhhhhh!!!

EL TELÓN SE CIERRA MIENTRAS EL CORO DE ALCOHÓLICOS VA DISMINUYENDO EN INTENSIDAD, THOMAS DUDA DE LO QUE DEBE DE HACER, ALICE SE SIENTE OFENDIDA Y ADRIAN TIEMBLA AÚN MÁS.

29 junio, 2010

A seguir buscándola, pero ¿hasta cuándo?


PRIMER ACTO

LA ESCENA SE DESARROLLA EN LAS CALLES DE LA PLAZA VIEUX MARCHÉ (PLAZA DEL VIEJO MERCADO) EN RUÁN, FRANCIA (1695). CASI TODO EL AMBIENTE ESTÁ EN PENUMBRAS, EL SOL YA ESTÁ POR OCULTARSE, MIENTRAS LOS ÚLTIMOS RAYOS DE LUZ ATRAVIESAN LOS ESPACIOS QUE DEJAN LAS TIENDAS A SU ALREDEDOR, DEJANDO VER A DOS JÓVENES, ADRIAN Y ALICE, BESÁNDOSE MIENTRAS INTERCALAN ALGUNAS FRASES DE PASIÓN, HASTA QUE UN CHICO, FABIEN, LOS VE Y VA A SU ENCUENTRO, POR UNA RAZÓN: ÉL ESTÁ ENAMORADO DE ALICE.

Adrian (BESANDO EL CUELLO DE ALICE). ¡La pasión, bendita pasión, que nos une hoy, que nos unirá por siempre, que no lo dude nadie!

Alice. Eres el hombre de mi vida, tus palabras estremecen mi corazón, excitan mis sentidos, tú eres mío, por siempre serás, tú...

Fabien (DEJÁNDOSE VER POR UN HAZ DE LUZ, LOS ITERRUMPE). ¡Oh, esas palabras duelen, me duelen en demasía, escucharlas de ti me vuelven vulnerable, oh, como me gustarían que fueran para mí, pero no lo son!

Adrian (SORPRENDIDO). ¡¿Quién eres tú?!... ¿lo conoces Alice?

Alice. Sí, lo conozco. Es el chico que me atosiga, del que te hablé hace unos días.

Adrian. Claro que recuerdo mi Alice, claro que lo recuerdo... y ahora que lo tengo cara a cara tengo que decirle a usted, que jamás...

Fabien. (INTERRUMPIENDO A ADRIAN). ¡Yo no he venido a desperdiciar mis palabras con usted!; la causa de mi presencia es quitarle la venda a la mujer que me desvela todas las noches, darle a entender que no está con el hombre de su vida, haciéndole entender que...

Alice (INTERRUMPIENDO A FABIEN). ¿Acaso no se lo dejé claro, señor? ¿No entiende acaso que mi corazón es ya de otro, que sus intentos vanos sólo se quedarán en eso, en intentos vanos?

Fabien (CONVENCIDO). Las palabras que salen de sus labios son causadas por el encantamiento de este... de este... de este joven. Y es que usted debe saber que, a pesar de su desdén, jamás me limitaré a sólo observar, porque el amor se cultiva, se moldea, a través del tiempo, y el que lucha con perseverancia por él, jamás perderá.

Adrian (SONRIENDO). Me he dado cuenta, que sólo eres una copia barata del majestuoso William Shakespeare. Lo único que me parece sorprendente es que no te canses, que a pesar de que mi amada te lo repita, no te rindes.

Fabien. Tendré que dirigir mis palabras hacia ti, por lo que has dicho. Quizás tu mente se ha ofuscado, pero, válgame Dios, ¿compararme con Shakespeare? ¡Qué honor!... Y llegando al segundo punto, usted tiene razón, sus palabras son ciertas, jamás me rendiré, porque lucho por el am...

Adrian (UN POCO ENOJADO). No diga tonterías, ¡no es amor!, claro que no lo es. Y deje de seguir a Alice, o tendré el disgusto de matarlo en una contienda.

ADRIAN Y ALICE SE ALEJAN DE LA PLAZA, DESAPARECIENDO EN LA OSCURIDAD QUE LA NOCHE TRAE CONSIGO, MIENTRAS FABIEN SE QUEDA SÓLO.

Fabien (DIRIGIÉNDOSE AL PÚBLICO). ¿Ustedes creen que me quedaré sin hacer nada? ¿Creen que no he preparado ya algún plan? Sí, lo tengo, y es por ello que no los he seguido, pero ahora que ya no me ven los buscaré y la venda por fin será de sus ojos arrancada.

ACTO SEGUIDO, FABIEN SALE CORRIENDO HACIA DÓNDE FUERON ADRIAN Y ALICE. SE CIERRA EL TELÓN

31 mayo, 2010

El don de prevenir la muerte (Tercera parte)

El inconveniente de las pesadillas, era que no sabía exactamente dónde ocurrirían los hechos, porque, por ejemplo Sergio no reconoció el parque cuando dormía, en cambio sí lo hizo cuando lo vio en la realidad, porque todo parecía igual. Y este inconveniente lo mantenía en zozobra y sin calma alguna.

Ya llegada la hora de partir del hospital observó que Veronica se iba en un carro rojo, del mismo modelo que en sus sueños había sido presentado. Mas, él no pudo hacer nada para detenerla, porque recién cuando se espabiló, el auto ya se había marchado. Alarmado, fue a apurar a su madre para que lo llevara, y que en el camino le contaría el porqué de su apuro.

Cinco minutos después de que Veronica se fuera, Sergio y su madre los siguieron, el camino era largo, y ellos cortaron por un atajo, ya que Sergio empezó a darse cuenta que el barranco se encontraba mucho más lejos de lo que ya hubiera recorrido Veronica. La carrera contra el reloj estaba dada, y él sufría por cada segundo que pasaba sin poder ver el carro rojo de los padres de Veronica. Ya cuando, la esperanza se le escapaba de las manos lo vieron, allí el carro acercándose, más y más del barranco, entonces, la reacción inmediata de Sergio impidió el accidente mortal: agarró un adorno del carro de su madre y lo lanzó hacia el auto de Veronica impidiendo que avanzara más, porque este se detuvo al instante.

Luego de que discutieran los padres de Veronica con la madre de Sergio, éste les demostró que estaba en lo cierto, ya que les mostró grietas en el camino, muy profundas, que combinadas con algún otro factor que él desconocía ocasionarían el accidente. Así el horror permaneció en los padres de Veronica, provocando que llamaran por teléfono, a diario, a Sergio, preguntando si había tenido alguna otra pesadilla.

Pasó un mes después de la última pesadilla de Sergio, y él creyó que ese extraño don, como lo había llamado la silueta, no intervendría más en su vida, pero se equivocó, ya que en clase de realidad nacional se quedó dormido por unos segundos. Y, sin embargo ese corto tiempo sirvió para que otra pesadilla se presentara:

El fuego se extendía y consumía por completo una habitación, allí encerrada estaba Veronica, desmayada, sin nadie que estuviera en la mismo lugar para socorrerla.

Cuando Sergio despertó, la profesora de realidad le dijo que debía irse inmediatamente a la oficina del director, y él, obediente como ninguno, sin chistar, salió del aula, pero con la misión de recordar algo de la habitación y buscarla, ya que Veronica estudiaba en el mismo colegio que él. Pero, esta vez la memoria le falló y no podía encontrarla, hasta que se fue a su salón preguntando por ella, mas sólo le dijeron que se había ido al baño. Entonces él fue hasta el baño lo más rápido que pudo, pero al llegar no encontró a nadie, y de pronto, cuando la esperanza de nuevo se perdía, el humo llegó hasta donde estaba. Corrió nuevamente, para salvarla, y lo intentó, usó todas sus fuerzas para romper esa puerta atrancada, pero parecía que el mismo Diablo la hubiera atascado, y él sólo atinó a gritar.

Luego de la tragedia, el cuerpo de Veronica fue encontrado de forma irreconocible, y Sergio sólo pudo lamentarse con un pequeño papel que recogió debajo de la puerta, donde Veronica había muerto, y en él se podía entender algunas cuantas palabras: “Perdóna por lo que h ce porq sabí qu debí morir, aunq hicieras lo q hic , es p eso que decidí ha rlo. Te Quie .

Él sabía lo que en esa carta quería decirle Veronica, y tendría que aprender a vivir con ese supuesto don, que hasta ese momento le había traído una de las más grandes desgracias de su vida, novecientas noventa y nueve veces con desgracias y mil más de esperanzas, es lo que le faltaba a su vida, ahora comprendía, que tendría que convivir con el don de prevenir la muerte.

30 mayo, 2010

El don de prevenir la muerte (Segunda parte)

Sergio conocía a Veronica desde hacía algunos años, el colegio había sido el lugar donde se propiciaría este encuentro. Él la conocía muy bien, porque había sido su enamorado hacía ya un año, pero la carencia de sentido a su vida lo llevó a terminar con ella. No le daba importancia si seguía con ella o no. Aunque, a pesar de esto, él se preocupaba de ella y de lo que pensaba y sentía. Lo que, finalmente la confundió, ocasionando la ruptura.

Los primeros días después de esa pesadilla Sergio no tuvo ninguna otra, hasta el día octavo, en el cual la misma pesadilla sobre la muerte de Veronica llegó a sus noches, una y otra vez, sin dejarlo, hasta que esa situación lo hartó y decidió buscar a Veronica.

Fue a verla a su casa, pero no estaba, había salido con amigos al cine, así que fue a allí. Y cuando estaba cerca de llegar, pasó por un parque, que empezó a hacérsele familiar, el mismo árbol, con la misma banca al lado, los mismos juegos, los mismos niños, y Veronica que estaba sentada en esa banca. Sergio no podía creer lo que estaba viendo, se frotó los ojos con las manos, e intentó pensar que era parte de su imaginación, pero no era así. De un momento a otro Veronica se levantó de la banca y caminó hacia la otra calle, entonces él supo inmediatamente lo que tenía que hacer; corrió hacia ella, y cuando estaba a punto de cruzar la agarró por la cintura. Ante esto, ella gritó, pero la calmó, empujándola a que regresara al parque y que no se acercara a la pista. Y cuando ella ya estaba a salvo, él sintió un golpe en la espalda, siendo lo único que tuvo de recuerdo...

Cuando Sergio despertó vio que Veronica lo veía con lágrimas en sus ojos, ella le contó que había estado en el parque, meditando, antes de reunirse con sus amigos, y que después de que él la salvara, un carro lo atropelló. Él se dio cuenta que la pesadilla le había servido para salvar la vida de alguien que aún le importaba y lloró con ella. Tuvo que pasar una semana para que Sergio dejara el hospital, y el último día antes de irse tuvo otra pesadilla:

Él estaba en un carro conducido por su madre, pasando por una pista cercana a un barranco. Delante de ellos estaba otro auto, en el cual estaba Veronica con sus padres. La pesadilla no duró mucho tiempo, porque en unos cuantos segundos el carro de adelante zigzagueó cayendo finalmente por el barranco, dando vueltas y vueltas hasta que tocó el suelo envuelto en llamas.

La noche era como siempre, cómplice de la pesadilla, y él no podía contárselo a nadie hasta el día siguiente. Y cuando el sol salió, él no había podido dormir otra vez, ya que había meditado y no podía creer que otra vez Veronica había aparecido en una pesadilla de muerte. Él pensaba que ella ya había burlado la muerte gracias a él, pero al parecer no era así.

28 mayo, 2010

El don de prevenir la muerte

Otro día más para Sergio: despertarse, bañarse, vestirse con el uniforme planchado. Su vida, estaba entre complejos y realidades de un adolescente a vanas conversaciones en el aula y los recreos. Sentía que su vida se estaba volviendo una rutina, y esto se debía más a que su vida carecía de sentido. En conclusión no era feliz. Pero, la situación se volvió crítica, cuando se presentaron esos sueños tan terribles. Y esos sueños se hicieron cada vez más frecuentes, mas él no pudo hacer nada para detenerlos...

El primero llegó a su mente en una noche que discutió con su madre, ésta le había prohibido salir con sus amigos hasta que pusiera verdadero empeño en sus estudios. Él le había dicho que tenía derecho en salir y divertirse quitándose así el estrés de la semana, además le aclaró que él veía los cursos de historia, lenguaje y realidad nacional tan poco productivos, ya que no le servirían para ser más adelante un ingeniero civil.

Ese día no hubiera tenido nada de especial, a pesar del encono producido, sino fuera que al dormir, Sergio tuvo un sueño raro:

Caminaba sólo por una calle, ya era de noche, y además de la oscuridad propia, estaba desolada. De un momento a otro, sintió que una silueta negra, pero sin una forma que él pudiera identificar, una persona quizás, le susurró escupiéndole saliva: “No habrá momento que te deje en paz, suplicarás que ya todo termine, pero jamás pasará, hasta que la cuenta llegue a cero, que mil veces contadas con números humanos te servirán y mil veces más te desgarrarán. Y si quieres saber el porqué se te eligió, tendrás que preguntárselo, al morir, a quien te otorgó ese don.” Inmediatamente cuando terminó de susurrar esas palabras la saliva escupida se introdujo por el oído de Sergio, su cuerpo se estremeció y cayó al suelo viendo a la silueta alejarse más y más hasta que perdiendo el conocimiento, despertó, transpirando y con la cara pálida.

Este sueño, más bien pesadilla, no hubiera calado en Sergio, porque él tenía la mentalidad de sólo ver los sueños como algo pasajero, algo que no tiene importancia, pero éste lo convirtió de pronto en una persona nocturna, pasando el mayor tiempo despierto, para no tener que dormir, y sentir la misma pesadilla, ya que ésta se había manifestado a lo largo de dos semanas dejándolo exhausto y con menos ganas, de las que tenía antes, de vivir. Si antes no le veía un sentido a su vida, y la rutina lo agobiaba, ahora era peor, ya que la presión sufrida durante la noche, lo hacía despertarse decepcionado y sin ningún interés en recrear nuevamente el mundo que existía en el venir e ir del colegio.

Hasta que un día Sergio después de desvelarse cayó nuevamente en su cama, y soñó, por fin algo diferente:

Estaba en un parque, observando los niños jugar, y sonreía para sí mismo, como si supiera que había podido vencer esa terrible pesadilla, y cuando todo ya parecía terminar, una chica fue hasta su banca, pero él sólo la sintió sentarse a su lado, no la miró, y ella le susurró en el oído: “Me conoces, y quiero que me salves, sólo eso te pido” Y antes de que abandonara el lugar le movió la cabeza dirigiendo sus ojos a los de él y le gritó: “¡Soy Veronica!” Acto seguido, ella corrió con la finalidad de cruzar de una calle a otra, pero justo cuando estaba a punto de llegar un carro la atropelló, arrojando su cuerpo a varios metros del accidente.

11 abril, 2010

24 y 16 (Segunda parte)

Y cuatro semanas pasaron, y el mes tan ansiado llegó, ella le regaló una carta, y él, con un collar, le demostró su supuesto amor. Después llegaron los dos meses, tiempo suficiente para que Mario viera que el juego estaba convirtiéndose rutinario y cada vez perdía más y más sabor. Entonces buscó a una chica un poco más experimentada y estuvo con ella, sin que Fabiola se diera cuenta de ello.

Transcurrieron tres semanas después del engaño, para que Fabiola, a través de una amiga, se percatara de que su enamorado, tan dulce y querido, la engañaba. Fue en busca de él y lo confrontó, preguntándole el porqué de esa terrible mentira, y además le preguntó si en verdad la quería, o si sólo estaba jugando con ella. La conciencia de Mario trató de liberarse de las ataduras y pronunciarse por sus palabras, pero no pudo y nuevamente mintió, diciendo que la susodicha chica le había tendido una trampa, que verdaderamente él la quería y que nada en el mundo haría que él quisiera a una chica con tanta intensidad como a ella.

Tuvo que pasar un mes para que Fabiola lo perdonara, después de tanta insistencia por parte de él: llamadas, ramos de rosas, cartas. Y la mentira por parte de él volvió a seguir en curso, pero Pedro, un amigo de Fabiola, ya se había percatado de las verdaderas intenciones de Mario, advirtiéndole a ella. Sin embargo ella no lo escuchó y las palabras de su amigo enmudecieron. La advertencia pasó desapercibida, y la mentira quedó nuevamente oculta.

Los cuatro meses llegaron, y fueron contados desde el comienzo de la relación. Fabiola estaba perdida, loca y apasionada por él, lo veía ahora más seguido, luego de clases. Él la llevaba a un parque y allí los besos fluían, las caricias por parte de los dos hacía que se vieran tan tiernos, tan llenos de amor. Y todo hubiera quedado en caricias, sino fuera porque Mario le propuso consumar el amor de forma definitiva, ser sólo uno, saber entregarse enteramente uno por el otro. Con esas palabras él intentó convencerla, pero ella dudó y la duda pudo más, es por eso que se negó por el momento.

Semana tras semana él le insistía, y ella cada vez le decía que esperara. Hasta que llegó un día en el cual él se enfureció y en pleno parque quiso tenerla, a lo que ella gritó y con una cachetada en la cara lo detuvo. El enojo de Mario hizo que la mentira se supiera por sus propias palabras, diciéndole que sólo la quería porque sería una experiencia que hacía tiempo él no disfrutaba. Ella lloró y le dijo que sólo se lo decía por su enfado, a lo que él negó y con un doloroso “se acabó el juego” se despidió de su vida para siempre.

Esta historia pudo haber sido de dos formas: la primera, en la cual los sentimientos de Mario eran mentira y la segunda, en la cual él le decía la verdad con sus palabras y verdaderamente la quería. Pero, era imposible saber cómo terminaría esta historia por parte de Fabiola y su amigo, aunque él ya tenía una corazonada. Y así es como terminó esa relación, con los sentimientos rotos de Fabiola, y con el alma destrozada de su amigo. Esto causó que las lágrimas de Fabiola fluyeran más día con día, y a la par que su amigo se desahogara escribiendo esta historia...

09 abril, 2010

24 y 16

Esta es la historia de una chica cándida, alegre, tierna, con una dulcísima sonrisa y bellísimos ojos. Y la de un chico alegre, visionario, con grandes ideas, con deseos de experimentar sensaciones nuevas. Así dos vidas semejantes, dos almas que desprendían belleza se encontraron, quizás en una fiesta, o en una reunión de amigos. Eso es lo que menos importa, porque si se hablara sólo de la situación en cómo se conocieron no tendría razón de ser esta historia.

La razón primordial, la causa del nacimiento de esta historia es para contar lo sucedido a lo largo de la vida unida de estas personas. Pero sin extenderse en detalles, sino en puntos claves que determinen el desborde o encauzamiento de la relación amorosa, que a continuación vas a leer:

Fabiola, la chica tímida y a la vez extrovertida, el balance perfecto. Mario, el chico sincero, y a la vez hipócrita, el desbalance perfecto. Dos personas, que se encontrarían en la vida. Mario fue el primero en hablarle, y él, según su engalanadora forma de expresar, atrajo la atención de Fabiola, dejándola asombrada. Sus pensamientos ya fantaseaban con el chico recién conocido.

Y así empezó una amistad que rápidamente se convertiría en enamoramiento por parte de uno, mientras que para el otro serviría como base del engaño. Quizás él se enamoró, pero vio más en ella a una compañera para volver a despertar pasiones, a sentirse más joven, a recordar viejos momentos. Y me refiero a viejos momentos, porque cuando tenía 20 años estuvo con una chica de igual edad que Fabiola, mas sólo la buscó para jugar con ella y nada más. No le importó que al dejarla, destruiría los sentimientos de aquella soñadora adolescente.

La relación comenzó dulcemente, con caminatas agarrados de la mano, visitas a grandes parques, cines, paseos, llamadas por teléfono, cartas y bellas palabras de amor. Así pasaron semana tras semana, y la relación se fue intensificando. Entre tímidos besos por parte de ella, hasta intentos de él por despertar la pasión desenfrenada en ella.

Todo era tan bello, tan perfecto para ella, había encontrado a alguien en quien verdaderamente confiar, un chico que fuera más maduro que sus amigos del colegio, el que realmente sabía cómo expresar sus sentimientos hacia ella y ella hacía él. Este sentimiento, esta dicha la hacía perderse entre sueños aún despierta, y era más común que esto le sucediera en clases, dibujando un número incontable de corazones con sus nombres escritos en ellos: Mario y Fabiola For Ever

03 marzo, 2010

“Justicia” con sangre fría

Las ventanas tan cerca, tan cerca de la mesa donde él comía. Veía como decenas de personas caminaban, algunas sonriendo, otras asombradas, y alguna que otra asustada. El aeropuerto estaba colmado, entre pasajeros y familiares. Y el día parecía caminar lento, lento, como una tortuga. El sol no llegaba a colarse, pero el calor sofocaba a cualquiera que saliera del refrescante aire acondicionado.

Él estaba allí, observando, creando en su mente historias que podrían acarrear las personas que llegaban y que salían. No tenía nada bueno qué hacer, así que empleó su tiempo en ese crear. Él no era ni un pasajero, ni un familiar, sino el trabajador de una zapatería, y era la hora del almuerzo, su momento preferido.

Por años no había tenido pareja, ni amigos; había llegado desde Amazonas buscando un trabajo, el cual le ayudaría a mantenerse. Pero, fue ingrata la sorpresa cuando llegó a Lima: no pudo obtener un trabajo estable. Lo despidieron seis veces, en sólo cuatro meses. Esta situación lo atormentaba noche tras noche en esas horas de sueño y pensamiento profundo. Así entre tanta angustia supo en la desesperación qué era lo que podía hacer, lo mejor que sabía hacer.

Allá en la selva había aprendido a tirar, no era el mejor de la comunidad, pero era lo suficientemente bueno como para vivir de un oficio que requiriera este tipo de acción. Año tras año practicaba, pero para él era un pasatiempo, porque no había trabajos que requirieran de sus buenas cualidades de tirador.

Y regresando ya al aeropuerto él estaba esperando a un joven de treinta años aproximadamente, de cabello rubio, ojos verdes, y con una cicatriz de cuchillo en la mejilla. Era el decimocuarto trabajo que le habían encomendado, esta vez había sido encargado por una mujer desdichada, que perdió un juicio contra ese hombre.

Ya había pasado media hora y el hombre buscado no aparecía, mientras el encargado de su muerte tranquilamente tomaba jugo de naranja. A pesar de que era extraño que la víctima se demorara, él no se impacientaba, sabía que tarde o temprano aparecería. Y así sucedió, en una situación nada esperada: un hombre alto de cabello rubio, ojos verdes y con una cicatriz de cuchillo en la mejilla le dijo si podía tomar una silla desocupada que estaba al lado de él, y con gusto él accedió. Lo vigiló para ver hasta dónde se sentaba y vio que fue a acariciar a una pequeña niña y a besar a quien se suponía era su esposa. Lo esperó impávido hasta ver dónde se le podía matar.

Así pasaron dos horas, y el sujeto con su familia decidieron abandonar el aeropuerto. Él los siguió de forma cautelosa, y sonriendo hipócritamente a todos los turistas que llegaban a la sofocante y a la vez grandiosa Lima. Tuvo que ir en su moto para seguirlos, ya que ellos tomaron un taxi. Llegaron hasta un hotel donde también el tirador aparcó su moto. Allí le gritó con arma en mano al hombre: ¡esto que voy a hacer delante de tu hija y de tu esposa es hacer justicia con sangre, es hacer que pagues por el juicio que ganaste injustamente! ¡Le robaste a una mujer su dignidad y es por eso que te haré pagar!

... El eco del disparo atravesó toda la calle y cuando los vecinos salieron vieron a la mujer llorando con su hija y a lado suyo un paquete de dinero, pero el tirador no estaba, había huido, dejándole dinero a la mujer y teniendo en su conciencia la convicción de que lo hecho había sido necesario, y que sólo lo hacía en casos que necesitaran justicia.

18 febrero, 2010

El mar, que aún vemos y tememos

Esa tarde todos los sobrevivientes recordaban una tranquilidad inusitada. El mar andaba molesto en esas horas, pero era normal. El olor de pescado se introdujo por todos los rincones de las casas cercanas al mar. Aunque esta vez se intensificó como ninguna otra vez.

Esa tarde muchos niños se habían acercado al espectáculo que, por extraño que pareciera, se había instalado cerca al mar. Este espectáculo estaba constituido por un animador y dos orquestas. La función estaba hecha de tal forma que se intercalaban dos horarios: uno para niños, y otro para adultos, y a esa hora el show daba paso a la diversión de los niños.

Esa tarde mi novia había acompañado a su hermanita hasta el show. Y yo le había prometido que iría lo más pronto posible. Pero, mi casa se encontraba alejada de la zona del show, y mi padre me había dado la tarea de ayudarle con la reparación del techo de nuestra casa. Así es que no pude llegar hasta mucho después.

Esa tarde mi madre dijo que sería un buen día, ya que mi hermano menor se había aliviado de una fiebre, que había estado amarrándolo a la cama desde hacía ya una semana. La alegría de mi madre, me había contagiado, y se lo hice saber a mi novia, que pronto compartió el mismo sentimiento conmigo.

Esa tarde los pocos que quedaron recuerdan haber visto a las nubes negras y más distantes de lo normal. Algunos cuantos auguraban que la lluvia llegaría en cualquier momento, pero nadie se le ocurrió pensar que sería un desastre.

Esa tarde estuve a punto de partir, para ir a ver a mi novia, pero un leve temblor hizo que me parara, hasta que la tierra empezó más y más a enfurecerse. Y el temblor se convirtió de un momento a otro en un terrible terremoto. La gente gritaba por todos lados, el terror impregnado en la cara de todos mis vecinos.

Esa tarde, después del terremoto fui corriendo en busca de mi novia, y al estar cerca observé la escena, que quedaría grabada por siempre en mi mente. Del espectáculo, no quedaba nada, el mar se había tragado todo lo que estaba cerca de allí. Más tarde supe que muchos niños habían sido, milagrosamente rescatados, pero otros nunca fueron encontrados, y entre ese grupo estaba mi novia y su hermana.

Esa tarde lloré y mis lágrimas fueron a dar al mismo mar, que todos los que sobrevivimos, aún vemos y tememos.

14 febrero, 2010

Reviviendo la vida de alguien, que lastimosamente no conocí (tercera parte)

Elizabeth esperó a que se recuperara, y cuando lo hizo le dijo el porqué había hecho eso. Hernán, recordando esa noche, se quedó mudo. No quería hacerle ningún mal a su hijo, es por eso que a pesar de lo que había pasado, le dijo que quería cambiar.

Las palabras se las lleva el viento, eso dicen, y esto es lo que pasó con Hernán. Había tomado el camino de cambiar, pero no fue firme, no luchó lo suficiente por su hijo y por su esposa. Terminó cediendo a la droga, y ésta lo llevó a la depresión, por no poder dejar el vicio al cual se había metido.

Su esposa lo terminó dejando al enterarse finalmente que él se había dedicado al robo desde hacía muchos meses atrás. Hernán se hundió más y más. Ya casi no salía de la casa, que Elizabeth le había dejado, porque le había dicho que no quería que su hijo viviera en algo construido a base de delincuencia. Las pocas veces que salía era para robar y poder así sustentar su vicio. Entre esos robos, la policía ya lo había identificado, y en un intento de atraparlo fugó asesinando a uno de ellos.

Los periódicos le dedicaban primeras planas. Y así es como su vida iba apagándose lenta y dolorosamente, hasta que un día la policía ubicó donde vivía y lo atrapó. La droga le había fundido el cerebro decía su abogado, que le asignaron, pero la muerte del policía influyó más en el juicio, y es así como lo condenaron a la silla eléctrica.

La prensa estuvo buscando por todas partes información de su vida, pero no la hallaron. Buscaron a su familia, pero ésta había desaparecido, y tampoco lograron encontrar a Elizabeth, quien viajó a otra ciudad para rehacer, con gran sufrimiento en su corazón, su vida.

Días antes de su encarcelamiento, ya sabiendo que lo encontrarían, Hernán le entregó a Elizabeth su diario, y le dijo que si algún día lo perdonaba lo entregara a su hijo, para que supiera de su padre. Y que le diga que desde antes que naciera lo amaba demasiado, y que también lo perdone.

Pues es así que Elizabeth, en la última fase de cáncer de páncreas, le dio a su hijo Jonathan, el diario de su padre. Éste lo recibió extrañado, ya que, ella le había dicho que su progenitor había muerto. Lo leyó y comprendió el sufrimiento que había pasado ella y su padre.

Y así es como vivió Hernán Gutierrez Espinosa, con su gran esperanza de surgir, que finalmente perdió. El hombre que no escatimó en hacer lo que sea por Elizabeth, aunque fuera errado lo que hiciera, aquel que lastimosamente no logré conocer. Y si tuviera oportunidad de verlo, haría lo que sea por esa dicha, porque ese hombre era mi padre.

13 febrero, 2010

Reviviendo la vida de alguien, que lastimosamente no conocí (segunda parte)

La vida lo llevó lejos de lo que él soñaba. El pasar de los meses lo convirtió en un auténtico capo, una leyenda en el pueblo, le decían “El veloz sin rastro”. Nunca se le había detenido, quizás por la poca seguridad que tenían. Aun así, él era muy cauteloso a la hora de robar, usaba un pasamontañas y dos armas, que ilegalmente había conseguido, una cargada y la otra no. El motivo de este singular uso, era por su protección y la de los demás. Apuntaba con el arma sin cargar a los que serían asaltados, mientras mantenía guardada la otra, para defenderse de cualquier eventualidad.

En su vida sentimental había encontrado estabilidad con la mujer que desde hacía varios años lo había apoyado. Aunque aún no se enteraba de le verdadera vida que, ahora su esposo, llevaba. Sí, se habían casado después de años de haberse conocido y de meses de estar enamorados.

Un día, para ser exactos el 15 de diciembre del 1996, Hernán regresó a su nuevo hogar, junto con su esposa Elizabeth, y ésta le tenía una gran sorpresa: sería padre. Esta gran noticia le había llenado de entusiasmo a Hernán. La euforia embriagó su mente, y ésta a su vez hizo lo mismo con su cuerpo. Al atardecer de ese mismo día, invitó a todos sus “compañeros de trabajo” para tomarse unas cervezas. Su esposa no le recriminó, aunque tenía una sensación rara cuando le comentó que iría con sus amigos, pero no se lo dijo.

Ya en el bar empezaron a tomar cervezas, pero él no se contentaba con unas cuantas, quería más y más. Necesitaba celebrar y celebrar, dentro de nueve meses sería padre. Las horas pasaban, al igual que las botellas vacías, delante de él. Hasta que llegó el maldito y desgraciado momento en el que uno de sus supuestos amigos le dio un papelito blanco, lleno de marihuana.

Esta combinación no le quitó la vida, pero sí el razonamiento normal. Cuando el empleado del bar le negó otra botella más de cerveza, él sacó su arma cargada y le disparó. En el bar sólo quedaban él y sus amigos. Tuvieron que irse rápidamente.

Hernán no logró llegar a su casa, es por eso que sus amigos lo llevaron dormido hasta su puerta y allí lo dejaron. Elizabeth se horrorizó cuando lo vio en ese estado. Lo llevó hasta una clínica, donde le dijeron que en su sangre había mucho alcohol y una pequeña cantidad de marihuana.

Es en ese momento en el cual comienza la verdadera perdición para Hernán, aquel hombre que lastimosamente no logré conocer. Y es allí cuando pierde todo lo que tenía, absolutamente todo lo que le importaba.

12 febrero, 2010

Reviviendo la vida de alguien, que lastimosamente no conocí

Siempre podrás elegir entre diferentes caminos, y cada uno te llevará a muchos más. Lo importante es que sepas mostrarte firme cuando elijas alguno...

Estas palabras fueron lo último que escribió Hernán Gutierrez Espinosa, afamado delincuente. Entre los cargos que se le imputaron estaban: desobedecer a la autoridad, portar armas sin licencia, asesinato y robo.

Su caso fue comentado desde su estancia en prisión hasta después de varios años de su muerte. Despertó gran polémica por su supuesta alteración mental, que extrañamente no fue investigada en los meses que estuvo detenido. Por este motivo muchas personas apoyaban a Gutierrez, y también otra gran parte se mantenía convencida de que estaba en sus cabales cuando realizó los crímenes.

Desde su encarcelamiento su familia se mostró apartada, nunca quiso dar declaraciones a la prensa, y cuando Gutierrez murió, ésta desapareció del pueblo. Nunca más se supo de ella, algunos decían que lo habían dejado todo para comenzar de nuevo en Europa, otros declararon haberlos oído una noche queriéndose vengar del juez y de toda su familia; mas nunca se supo el verdadero destino de la familia Gutierrez Espinosa.

Hernán Gutierrez Espinosa, era el segundo de cinco hijos. Vivía en una pequeña choza, apartada de la ciudad, y a unos kilómetros del pueblo donde cometió su primer crimen. Esto quizá fue uno de los puntos claves que marcó su vida: la poca comunicación con el mundo exterior. Ya de adolescente, buscó la oportunidad de ser alguien en la vida. Fue hasta la ciudad donde conoció a gente nueva, y de entre esas personas estaba una chica de la cual se enamoraría perdidamente.

Cada cierto tiempo regresaba a su casa porque los trabajos que conseguía eran fugaces como sus amistades. Cada dos o tres meses ya estaba buscando un nuevo trabajo y nuevos amigos. Lo único que le había durado, era su familia, su deseo de superación y la amistad de la chica por la que él estaba dispuesto a hacer cualquier locura.

Él sabía que Beatriz, era la persona por la cual debía luchar. Por eso siempre quiso darle lo mejor a ella. Pero, al no tener ni siquiera suficientes ingresos para poder vivir, no dudó en robar. En su familia esta palabra no existía. Lo único que había era disciplina estricta, que desde pequeño recibió, pero esto no incluyó ninguna charla de valores. Dentro de él sabía que tomar algo ajeno estaba mal, pero si era por ella, no importaba.

No podía robar en la ciudad, porque era novato y lo agarrarían fácilmente. Ese fue el consejo que le dio un amigo. Y ese mismo día que recibió el consejo fue al pueblo. Ya allí, él y un par de amigos asaltaron dos tiendas, saliendo del pueblo como simples turistas. Con el dinero que obtuvo le compró una cadena, dos peluches y un gran ramo de rosas a Beatriz. Ésta le preguntó de dónde había sacado el dinero para comprarlo, sabiendo de su condición social, mas la respuesta que recibió no terminó de convencerla: había conseguido un nuevo trabajo, en el que le habían adelantado el sueldo.

Y así comenzó la carrera delincuencial de ese hombre que lastimosamente no logré conocer. La facilidad con la cual se conseguía el dinero, llevó a que él convirtiera el robo en su forma de sobrevivir.

Y al final, el beso que definitivamente une

- ¿Qué dirías si te dijera que te odio? – Matt preguntó.

- Me quedaría pensando el por qué... y tú, ¿qué dirías si te dijera que quiero olvidarte? – contestó Paloma.

- No diría nada porque sabría que lo que dices es mentira... y, ¿qué dirías si te diera un beso en la mejilla? – Matt contestó con seguridad.

- Te daría una bofetada – Paloma contestó con la misma seguridad.

- En ese caso no preguntaré: ¿qué harías si te diera un beso en la boca? – le dijo Matt irónicamente.

- Y ¿tu qué pensarías si te abrazara en estos precisos momentos? – le preguntó observando la expresión de Matt.

- Siendo sincero pensaría que estás volviéndote loca – le contestó Matt.

- Qué bromista te has vuelto – dijo sarcásticamente Paloma.

- Creo que con lo que has dicho has confirmado mi respuesta – contestó con igual sarcasmo Matt.

- Y tú igual – le dijo con una gran sonrisa Paloma.

- Te amo, ¿lo sabes? – le dijo con otra gran sonrisa Matt.

- Sí, lo sé muy bien – le dijo también con una gran sonrisa Paloma.

Después de esta conversación Matt agarró de la mano a Paloma y la llevó hasta el balcón, allí le dijo:

- ¿Sabes que en todo el mundo tres millones de hombres quisieran tenerte?, que en toda Europa son dos millones; que en Portugal, veinte mil; que en Lisboa, quinientos; que en esta calle, diez; y que aquí, en esta casa es uno, y ese soy yo.

- Que acaso, ¿has hecho una estadística para saberlo? – dijo Paloma irónicamente.

- Y yo pensaba que era el único bromista aquí – dijo riendo Matt.

- Esa sonrisa es lo que tanto me afecta, me hace perder la cabeza. Tengo ganas de besarte – dijo apasionadamente Paloma.

Matt la agarró por la cintura, sus manos abrazaron su piel debajo del polo que usaba. Ella lo imitó con la delicadeza de sus manos. Y así, en unos segundos los labios de Matt se acercaron a los de Paloma, pero cuando se rozaron, Matt se detuvo, y le dijo:

- ¿Por qué tiemblas?

Paloma que se había percatado de lo que le había sucedido le dijo a Matt:

- Tiemblo, porque el solo hecho de que tus labios rocen los míos me estremece. Pero, no de temor, ni de miedo, sino de amor, la emoción de sentirte.

Cuando terminó estas palabras Matt se acercó nuevamente a Paloma, y con el mismo ritual de hacía unos cuantos segundos llegó hasta ella y la besó. En el transcurso del tiempo en que duró el beso, Paloma dejó de temblar, y sus ojos brillaron más que la luna que esa noche los observaba.

13 enero, 2010

Arrepentimiento y perdón

Le preguntaron el porqué de su borrachera, él no sabía qué contestar, sentía que su cabeza iba a estallar, ya no quería nada, no necesitaba que lo ayudaran. Ya no se confirmaría...

Hacía meses atrás que había comenzado la preparación para los que querían confirmarse, ésta era una decisión que cada uno debía tomar por su propia cuenta, midiendo si era lo bastante maduro para seguir el camino de Cristo. Así de claro lo dejó el sacerdote al mencionar quiénes querían confirmarse. Entre el grupo aún dudoso se encontraba Marco.

Pasaban las semanas y las dudas de Marco crecían. Ya no estaba seguro si quería confirmarse. Le resultaba difícil estar yendo a misa todos los domingos, confesarse regularmente. “No, eso no es para mí”, con esa frase se refería al aburrimiento que sentía, y que la religión no lo ayudaría en nada.

Marco sufría una gran depresión causada por la ausencia de su padre, que día tras día se emborrachaba. Además de no contar con una figura paterna, a la cual acudir, tampoco conocía la dulce protección que una madre puede otorgar. La encargada de darle tal sublime sensación lo había abandonado cuando sólo tenía un año de edad.

Los amigos de Marco siempre buscaban ayudarlo, lo hacían olvidarse de sus carencias afectivas. Hasta que llegó el día decisivo, días después de la noche de adoración, la cual era la última motivación, si podemos decirle así, para obtener la fuerza y voluntad necesarias para seguir a Cristo, y así recibir la confirmación:

El día de la confirmación, a las siete de la mañana, Juan, el mejor amigo de Marco, supo que su amigo estaba borracho en una cantina cercana a su casa. Lo primero que hizo fue llamar al grupo que solía estar con Marco, para después ir con ellos a buscarlo. Cuando llegaron lo encontraron tirado en la vereda, afuera de la cantina. Su camisa estaba rota, tenía moretones en la cara, y sangre en la nariz. Le preguntaron el porqué de su acto. Él no respondía, trataron una y otra vez de animarlo a que todo se podía solucionar, pero él mantenía el mismo silencio trágico con el cual lo habían encontrado. Pasada media hora de súplicas y ánimos logró decir: “Ya no me voy a confirmar, no necesito eso”

Después de esto cogió un taxi y se fue. Sus amigos no pudieron impedírselo, aún estaba lúcido, aunque no lo pareciera. Ya en el taxi recordó que el sacerdote le dijo una vez que si en verdad alguna vez se sentía confundido fuera a una iglesia...

El taxi no lo dejó en su casa, él le había dicho al conductor que lo llevara una iglesia cercana. Ya allí se sentó y vio la escultura de María en el techo con los brazos abiertos y después vio a Jesús clavado en la cruz. Sintió la mezcla de rabia con dolor y resignación. Lloró después de tanto tiempo, amargamente sabía lo que había perdido: la oportunidad de seguir a la persona que para toda su vida lo escucharía, y sabría comprender. No le importaba el esfuerzo que se necesitaba para seguirlo, porque lo valía.

Al día siguiente de la confirmación fue a visitar a sus amigos, les dijo que esta vez quería confirmarse, y que lo perdonaran. Sus amigos se alegraron y lo abrazaron. Así es como Marco, ahora ya cien por ciento convencido, se preparó para la confirmación del año siguiente.

09 enero, 2010

Engaño inesperado

En unos años se había creado un virus que podía contagiar a cientos de personas en una sola hora. El porqué de esta creación era porque los jefes de la compañía necesitaban dinero. Sí, dinero que las vacunas darían a quienes las fabricaran, por supuesto que estos fabricantes serían ellos.

Ellos crearon el virus y más tarde se creó el medicamento para evitarlo. El joven George se enteró de todo esto, es por eso que se tuvo que comprar su silencio. No se le pudo matar, ya que él los había chantajeado con tener una persona que develaría todo si lo hacían. Pero, George tenía un segundo pedido, el cual sería tener suficientes vacunas para su familia. Él sabía que quizás no se las darían tan fácilmente, así que se introdujo a los laboratorios, y vio cómo sus jefes planificaban asesinarlo: le darían el virus, en vez de las vacunas.

Pasaron días hasta que nuevamente volvió a introducirse en los laboratorios. Allí robó varias muestras, las cuales un científico sobornado, le había dicho que eran las verdaderas vacunas. Se fijó que nadie sospechara, es por eso que cambió las cintas de seguridad con la ayuda de su amigo, el guardia de las instalaciones. Así llegó el día de la entrega de las vacunas, George se fue botando las muestras que le dieron.

Estaba caminando de regreso a su casa, sabiendo que morirían cientos de personas, pero no le importó, sólo quería salvarse, pero antes de llegar lo atropelló un carro, mas él no sufrió nada grave. Pero, cuando recuperó por completo la conciencia recordó que tenía en la mano la maleta con las vacunas, éstas ya estaban esparcidas y rotas por el suelo. Buscó con desesperación si quedaba alguna, y en efecto encontró una que estaba intacta, acto seguido, se colocó la inyección y se sintió aliviado, pensando: “perdónenme familia, me hubiera gustado salvarl...”

Los socios estaban a punto de irse en un avión hasta que llegó el científico, y les dijo que debían inyectarse la vacuna en ese momento, porque su duración era corta. Ellos se inyectaron la vacuna y cuando estaban a punto de despegar un duradero y agonizante dolor en el corazón les sobrevino. El piloto del avión era nada menos que el guardián que George había sobornado; éste hizo despegar el avión sin los socios tendidos ya en la plataforma, pero un nuevo pasajero ya se había acomodado en el avión: era el científico con dos maletas, conteniendo las verdaderas vacunas y el virus.

Ya en el aire el guardián le dijo al científico: “hazlos volar a todos” Después de estas palabras el científico presionó dos botones, los cuales eran de bombas, una que estaba en la maleta de George, y otra que estaba en los laboratorios, así borraron toda evidencia. El científico con una gran duda le preguntó al guardián: ¿Por qué ayudaste a George con lo de las cintas? Y él le respondió con total sangre fría: Si no lo hacía quizás revelaría lo del virus, y... eso no nos convenía”. Los dos rieron sabiendo que sólo ellos podrían controlar el virus ahora. Lo que sí les tenía con incertidumbre era la fecha en la que esparcirían el virus...

08 enero, 2010

Venganza, honor y valentía

Era época de guerra, la gente huía a cualquier lugar que fuera seguro, abandonando sus casas, con el propósito de salvar sus vidas. Los ejércitos enemigos entraban a las casas, saqueaban todo lo que encontraban y se iban. Muchas de esas veces asesinaban a personas que se resistían. Parecía que la balanza ya estaba inclinada al lado enemigo, pero lo que ellos no se esperaban era que un comandante desde una colina tenía adiestrados a cinco mil soldados listos para morir por lo que creían, por sus familias, por el honor, por su país.

Todas las mañanas el comandante Ruiz alentaba a sus muchachos y les comentaba que la victoria estaba casi en sus manos, lo que ellos no sabían era que el gobierno ya se había rendido, y sólo ellos quedaban para defender la patria. Así entre tanta mentira, había una más grande: el ejército de cinco mil hombres era la sexta parte del ejército enemigo. Pero, Ruiz tenía un as bajo la manga, sabía por todas las comunidades, que las huestes enemigas aprovechaban cualquier poblado para saquear y matar, esa quizás era la única debilidad de la cual se podía aprovechar.

Una mañana todo el ejército que quedaba en la patria fue movilizado hasta otra colina cercana a un pueblo, uno de los pocos que no habían sido destruidos. A pesar de la rendición del propio gobierno treinta mil hombres aproximadamente seguían causando estragos en el país. El plan ya casi estaba casi consumado, los pobladores se pusieron de acuerdo y todo estaba listo, sólo faltaba el señuelo. Sólo una persona se atrevió a proponerse como la carnada, era el más joven del pueblo, había llegado de lejos cuando su hermana fue secuestrada y el resto de su familia asesinada. Él tenía dieciséis y sin nadie que lo llorara fue a la misión suicida.

Tres de la madrugada: El chico llegó hasta la base enemiga y les comentó que en una aldea cercana estaba veinte mil soldados esperándolos y que si no se iban a emboscarlos en ese momento, ellos los atacarían. Se le preguntó al muchacho el porqué de su advertencia, y él les dijo, con sinceridad en sus ojos, que lo hacía por su hermana que había sido secuestrada por los soldados y que se habían instalado en su aldea.

Los soldados no sospecharon y lo siguieron. Todos fueron con él argumentando que esa sería la última vez que atacarían en el país y tenían que disfrutarlo todos los combatientes.
El chico vio cómo el mismo sujeto que había raptado a su hermana llevaba un collar que antes su hermana usaba. Él le preguntó que cómo lo había conseguido y le respondió que había matado a una pequeña joven que lo usaba...

Cuatro de la madrugada: El momento había llegado, todo el ejército enemigo estaba por cruzar por la colina cuando el chico lleno de rabia sacó un cuchillo, que había guardado en caso de defenderse, y lo clavó en el abdomen del sujeto que había matado a su hermana con estas palabras: “Esto es por mi hermana” Inmediatamente uno de los soldados le apuntó la cabeza y sin vacilar le dio un tiro en la sien. Este sonido fue el que alteró la tranquilidad del valle y además fue el aviso para que los soldados comenzaran el tiroteo.

Quinientos francotiradores estaban camuflados en la extensa colina y empezaron a derribar uno a uno a los incrédulos soldados. Intentaron entrar a una supuesta zona segura llena de árboles, pero en ella ya se habían instalado cientos de minas que hicieron volar a decenas de soldados. La desorganización del ejército enemigo se hacía notar: una parte de los soldados intentaron contrarrestar el fuego de los francotiradores, otro grupo intentó cubrirse de los disparos en el bosque, pero esta acción los llevó a la muerte, y finalmente un grupo de combatientes retrocedieron para rodear la colina, sin embargo miles de soldados, liderados por Ruiz, ya estaban esperándolos. Así es como resultó la triple trampa. El número de soldados muertos, aproximadamente fue de veinticinco mil para el ejército agresor y de cuatro mil para el ejército defensor. Desgraciadamente una de las víctimas fue el comandante Ruiz, por el cual un soldado que fue testigo de su muerte la describió en un periódico:

“Eran la cinco de la mañana. Recuerdo que el frío helado del invierno carcomía nuestros huesos, y ya muchos dábamos por perdida la guerra. El comandante Ruiz era uno de los pocos que seguían convencidos de que ganaríamos y así con la convicción maldita y bendita a la vez se fue con una granada lo más cerca que pudo del cúmulo de soldados que había logrado repeler nuestra trampa por atrás de la colina. Fue y con sonrisa de satisfacción logró ya con incontables balas en su cuerpo tirar la granada sobre ellos. Así nos permitió totalmente, entre la sorpresa de aquel acto heroico, acercarnos y vencerlos. Teníamos miedo, aunque no lo pareciera, no de perder la vida, sino de perder la guerra al lanzarnos contra ellos, pero el comandante nos dio la valentía absoluta que necesitábamos”

04 enero, 2010

El bosque y la viejita

Como cada día los canarios, gorriones y jilgueros la hacían despertar, ¡qué hermosas mañanas! Levantarse con el canto de decenas de aves. Parecía un coro organizado pero disimulado entre el bosque. La viejita vivía hacía años allí, sentía que la soledad del bosque la había embriagado hasta el punto de ya no querer salir del mismo. Ella se alimentaba sola, de los frutos que recolectaba, y solía cantar como siempre sola, sin ninguna compañía más que la del bosque y sus animales.

El pueblo que se encontraba cerca de ese bosque había sido hacía atacado por unos mercenarios hacía ya décadas, de esos recuerdos se valían aquellos desalmados que se atrevían a decirle loca a la anciana. Ella se quedaba mirándolos, pero después volvía a su quehacer diario, apacible como ella, nadie.

El tema recurrente, ya sea leyenda o realidad, era que hacía décadas cuando los mercenarios llegaron al pueblo asesinaron a muchas familias enteras, y una de ellas supuestamente habría sido la de la viejita, la cual habría estado conformada por la viejita, en ese momento más joven, su hija, sus padres y su abuelo. Es así que se divulgaba entre los vecinos aquella tristemente célebre historia. Se dice también que un grupo de adolescentes con sangre de aventureros y buscadores de la verdad fueron hasta aquella chocita que albergaba quizás las penas de aquella marcada viejita. Allí en plena medianoche vieron por una rendija cómo aquella viejita, según cuentan, tenía decenas de aves, las cuales no estaban en jaulas, sino que se encontraban reposando en ramas hechas quizá por ella. Según dicen, intentaron ver más de cerca, y cuando lo hicieron observaron la sombra de una persona que acariciaba la cabeza de la anciana. Ellos se quedaron perplejos al no saber quién era esta silueta hasta que después de un rato, como si fuera un "buenas noches", el canto de un ave se escuchó. Y así, se esfumó la figura convirtiéndose, según las mismas palabras de los adolescentes, en un ave más. Por supuesto los detectives huyeron de la escena y nunca más volvieron.

Por mi cuenta fui a verla un día, y me di cuenta que era muy amable. Sentí que ese lugar era perfecto para ella, sentía paz allí. Cuando me despedí vi cuando ella abría la puerta de su chocita y en su interior había aves por doquier y una silueta que no logré identificar por más que hubiera querido, porque ella cerró la puerta...