28 mayo, 2010

El don de prevenir la muerte

Otro día más para Sergio: despertarse, bañarse, vestirse con el uniforme planchado. Su vida, estaba entre complejos y realidades de un adolescente a vanas conversaciones en el aula y los recreos. Sentía que su vida se estaba volviendo una rutina, y esto se debía más a que su vida carecía de sentido. En conclusión no era feliz. Pero, la situación se volvió crítica, cuando se presentaron esos sueños tan terribles. Y esos sueños se hicieron cada vez más frecuentes, mas él no pudo hacer nada para detenerlos...

El primero llegó a su mente en una noche que discutió con su madre, ésta le había prohibido salir con sus amigos hasta que pusiera verdadero empeño en sus estudios. Él le había dicho que tenía derecho en salir y divertirse quitándose así el estrés de la semana, además le aclaró que él veía los cursos de historia, lenguaje y realidad nacional tan poco productivos, ya que no le servirían para ser más adelante un ingeniero civil.

Ese día no hubiera tenido nada de especial, a pesar del encono producido, sino fuera que al dormir, Sergio tuvo un sueño raro:

Caminaba sólo por una calle, ya era de noche, y además de la oscuridad propia, estaba desolada. De un momento a otro, sintió que una silueta negra, pero sin una forma que él pudiera identificar, una persona quizás, le susurró escupiéndole saliva: “No habrá momento que te deje en paz, suplicarás que ya todo termine, pero jamás pasará, hasta que la cuenta llegue a cero, que mil veces contadas con números humanos te servirán y mil veces más te desgarrarán. Y si quieres saber el porqué se te eligió, tendrás que preguntárselo, al morir, a quien te otorgó ese don.” Inmediatamente cuando terminó de susurrar esas palabras la saliva escupida se introdujo por el oído de Sergio, su cuerpo se estremeció y cayó al suelo viendo a la silueta alejarse más y más hasta que perdiendo el conocimiento, despertó, transpirando y con la cara pálida.

Este sueño, más bien pesadilla, no hubiera calado en Sergio, porque él tenía la mentalidad de sólo ver los sueños como algo pasajero, algo que no tiene importancia, pero éste lo convirtió de pronto en una persona nocturna, pasando el mayor tiempo despierto, para no tener que dormir, y sentir la misma pesadilla, ya que ésta se había manifestado a lo largo de dos semanas dejándolo exhausto y con menos ganas, de las que tenía antes, de vivir. Si antes no le veía un sentido a su vida, y la rutina lo agobiaba, ahora era peor, ya que la presión sufrida durante la noche, lo hacía despertarse decepcionado y sin ningún interés en recrear nuevamente el mundo que existía en el venir e ir del colegio.

Hasta que un día Sergio después de desvelarse cayó nuevamente en su cama, y soñó, por fin algo diferente:

Estaba en un parque, observando los niños jugar, y sonreía para sí mismo, como si supiera que había podido vencer esa terrible pesadilla, y cuando todo ya parecía terminar, una chica fue hasta su banca, pero él sólo la sintió sentarse a su lado, no la miró, y ella le susurró en el oído: “Me conoces, y quiero que me salves, sólo eso te pido” Y antes de que abandonara el lugar le movió la cabeza dirigiendo sus ojos a los de él y le gritó: “¡Soy Veronica!” Acto seguido, ella corrió con la finalidad de cruzar de una calle a otra, pero justo cuando estaba a punto de llegar un carro la atropelló, arrojando su cuerpo a varios metros del accidente.

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