24 noviembre, 2015

Primera conversación

Dejaba ese mensaje en su diario. No tenía idea cuándo lo leerían o si alguna vez lo harían. Todo lo dejaba a la suerte. Pero, ¿por qué dejaba un mensaje tan importante al azar?

- Porque me gusta pensar que jodo al destino, y no al revés.

- Se me hace muy tedioso pensar en ello. Destino, Dios, religión, casualidad. Prefiero actuar y no pensar en algo superior.

- ¿Y en los momentos deplorables, en los que sientes que se te desgarra el pecho? ¿A quién acudes?

- A mí. A mi familia. A mis amigos.

- Tampoco creo en un dios, pero creo que hay algo ahí. Destino lo llamo. Yo recurro a él para mofarme de mis desgracias. Le digo: “Esta vez ganas, pero espera que yo te regresaré el favor”

- ¿Y por ello lo dejas al azar?

- Si mis palabras tienen que ser leídas, el destino se encargará de hacerlo. No quiero hacer su trabajo sucio. Si ya me fregó la vida, pues ahora yo le molestaré un poquito.

- Te has encerrado tanto en ese “estilo de vida” que dejaste de vivir apropiadamente.

- ¿Sabes vivir apropiadamente? ¿Qué es eso?

- Sin obsesionarse. Relacionándote con los demás y no solamente dejando que se consuman tus días como tu puto cigarro.

- No te metas con él…

- ¡Por su culpa!

- La culpa es mía, no de él. Me gusta fumar, me gustar hacer aros. Me gusta el tabaco. Me gusta hacerlo en la mañana antes de desayunar. En los descansos del trabajo. Y especialmente, amo salir en la madrugada, sentir esa brisa helada, y sacar un par de ellos.

- Me hubiese gustado hablar contigo más tiempo. Tengo que irme… creo aún que deberías decírselo a tus padres…

- Sí, sí, adiós. Cuídate.

Fue el humo del cigarro el que despidió al amigo.