02 enero, 2016

Mis palabras

- Mamá, ¿y esa carta?

- Es un tesoro muy grande…

- La leeré.

“No creí que se sintiese tan frío. Será porque… ¡estoy en Rusia!... lo siento, mi humor sigue siendo tan malo como cuando me conociste. Aún me acuerdo de ello y de la “bonita” conversación que tuve con mi amigo luego de conocernos.

Yo: Claude no me vas a creer esto.

Claude: Dime

Yo: ¿Recuerdas a Beatriz?... ¡parece que le gusto!

Claude: Son tonterías, ¿tú gustarle a alguien?

Yo: Por eso eres mi gran amigo. Esta vez voy en serio. Pienso invitarla a salir. Vamos a ir al parque, a comer helados, a tomarnos de las manos, le recitaré poesía, le daré cartas, rosas, chocolates. Quizá hasta una serenata le lleve.

Claude: Tranquilo, tranquilo, ea, ea, campeón. Primero: no eres guapo, segundo: no tienes dinero, tercero: no tienes carisma, cuarto: no eres gracioso, quinto: eres callado, sexto…

Yo: Conocer su color favorito, cuáles son sus sueños, sus metas. Darle sorpresas, mostrarle que realmente me gusta, que realmente quiero hacerla feliz.

Claude: Hasta interrumpiste mis palabras negativas… tienes mi bendición.

Y los dos nos reímos. Sé que te parece aburrida esa mini historia, pero me acordé de ella en estos momentos, no me juzgues. Y ahora que la palabra juzgar viene a mi mente… te pido que le des una oportunidad a Claude, él es mi mejor amigo. Y ahora que está encaminado luego de casarse, trata de olvidarte de su comportamiento en la universidad. No lo juzgues por su pasado. Sé que pueden volverse buenos amigos, él tiene un gran corazón.

Antes de que se me olvide, porque ya sabes, soy de memoria frágil, por así decirlo… debo pedirte disculpas, segundas disculpas, para que sea más claro. Por la vez que te hice pasar vergüenza con tu mejor amiga al confundirla con tu mamá… aunque claro con el maquillaje que tenía parecía de cincuenta… mentira, mentira… Por la vez que arruiné la sorpresa de cumpleaños a mi suegrito, por la vez que me olvidé de nuestro aniversario y por esa ocasión en la que tuve celos de tu mejor amigo y le di un puñetazo en la cara. No puedo escudarme en el alcohol, ni echarle la culpa… más bien debería darle las gracias, porque me dio el coraje necesario para darle lo que se merecía… mentira, mentira, discúlpame.

Deben ser muchas situaciones en las que debo pedirte disculpas, y no perdón, como me enseñaste, pero estas son las que más recuerdo. Debe haber otras que quizás te guardaste. Lo lamento mucho. Sabes, siempre he sido un tipo torpe. Bonachón pero torpe. Y aun así me diste otra oportunidad, me disculpaste, me quisiste, me amaste. Y fue eso lo que me motivó a ser mucho más fuerte, más decidido, una mejor persona.

Por último quiero que cada vez que el llanto se asome, cada vez que sientas un vacío, date el valor y llénate de los recuerdos hermosos que tenemos, acuérdate de mis chistes malos, de mis feas manías, ríete y enójate, pero no te pongas triste, porque yo también lo haré, y sé que no quisieras eso.

Te amo muchísimo y siempre lo haré.”

- Tú tampoco debes llorar, hija. Ahora ya no está con nosotros físicamente pero sí en nuestros corazones… ni él ni yo nos imaginaríamos que esa sería su última carta. Su forma de decir adiós sin saberlo.