- Mamá, ¿y
esa carta?
- Es un
tesoro muy grande…
- La
leeré.
“No creí
que se sintiese tan frío. Será porque… ¡estoy en Rusia!... lo siento, mi humor sigue
siendo tan malo como cuando me conociste. Aún me acuerdo de ello y de la “bonita”
conversación que tuve con mi amigo luego de conocernos.
Yo: Claude
no me vas a creer esto.
Claude: Dime
Yo:
¿Recuerdas a Beatriz?... ¡parece que le gusto!
Claude: Son
tonterías, ¿tú gustarle a alguien?
Yo: Por
eso eres mi gran amigo. Esta vez voy en serio. Pienso invitarla a salir. Vamos
a ir al parque, a comer helados, a tomarnos de las manos, le recitaré poesía,
le daré cartas, rosas, chocolates. Quizá hasta una serenata le lleve.
Claude:
Tranquilo, tranquilo, ea, ea, campeón. Primero: no eres guapo, segundo: no
tienes dinero, tercero: no tienes carisma, cuarto: no eres gracioso, quinto:
eres callado, sexto…
Yo: Conocer
su color favorito, cuáles son sus sueños, sus metas. Darle sorpresas, mostrarle
que realmente me gusta, que realmente quiero hacerla feliz.
Claude:
Hasta interrumpiste mis palabras negativas… tienes mi bendición.
Y los dos
nos reímos. Sé que te parece aburrida esa mini historia, pero me acordé de ella
en estos momentos, no me juzgues. Y ahora que la palabra juzgar viene a mi
mente… te pido que le des una oportunidad a Claude, él es mi mejor amigo. Y
ahora que está encaminado luego de casarse, trata de olvidarte de su comportamiento
en la universidad. No lo juzgues por su pasado. Sé que pueden volverse buenos
amigos, él tiene un gran corazón.
Antes de
que se me olvide, porque ya sabes, soy de memoria frágil, por así decirlo… debo
pedirte disculpas, segundas disculpas, para que sea más claro. Por la vez que
te hice pasar vergüenza con tu mejor amiga al confundirla con tu mamá… aunque
claro con el maquillaje que tenía parecía de cincuenta… mentira, mentira… Por
la vez que arruiné la sorpresa de cumpleaños a mi suegrito, por la vez que me
olvidé de nuestro aniversario y por esa ocasión en la que tuve celos de tu
mejor amigo y le di un puñetazo en la cara. No puedo escudarme en el alcohol,
ni echarle la culpa… más bien debería darle las gracias, porque me dio el
coraje necesario para darle lo que se merecía… mentira, mentira, discúlpame.
Deben ser
muchas situaciones en las que debo pedirte disculpas, y no perdón, como me
enseñaste, pero estas son las que más recuerdo. Debe haber otras que quizás te
guardaste. Lo lamento mucho. Sabes, siempre he sido un tipo torpe. Bonachón
pero torpe. Y aun así me diste otra oportunidad, me disculpaste, me quisiste,
me amaste. Y fue eso lo que me motivó a ser mucho más fuerte, más decidido, una
mejor persona.
Por último
quiero que cada vez que el llanto se asome, cada vez que sientas un vacío, date
el valor y llénate de los recuerdos hermosos que tenemos, acuérdate de mis
chistes malos, de mis feas manías, ríete y enójate, pero no te pongas triste,
porque yo también lo haré, y sé que no quisieras eso.
Te amo
muchísimo y siempre lo haré.”
- Tú
tampoco debes llorar, hija. Ahora ya no está con nosotros físicamente pero sí
en nuestros corazones… ni él ni yo nos imaginaríamos que esa sería su última
carta. Su forma de decir adiós sin saberlo.
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