13 agosto, 2012

Pero, cuando llegó… (cuarta parte)

Alberto no terminaba de asimilar el hecho de que quiso llorar, y sin embargo, otro suceso impactante le terminaba explotando en la cabeza.

- Ella tenía cáncer. Vinimos hasta aquí, porque teníamos a un conocido, un doctor… pero… mi madre no soportó… - Sofía, terminó de hablar y se echó a llorar en el pecho del joven.

“¡Pensé que sería más difícil!, tu madre me ha ayudado, y no sabes cuanto…” esa frase macabra sonaba en la mente del cazador. Todo calzaba, ahora era solamente cuestión de elegir las palabras correctas y llegar al corazón mismo de la familia. La muerte de un ser querido abre puertas directas al alma.

“Sofía, te apoyaré en todo lo que pueda. Te acompañaré, estaré a tu lado. Ahora mismo vamos a tu casa…” la presa cortó las palabras de Al. “No, sé que quieres ayudarme, pero es un momento muy personal, si te lo conté, era porque necesitaba desahogarme...lo entiendes, ¿verdad?”

El raro estaba lleno de ira, pero que no reflejaba en el rostro. Lo único que pudo hacer, es mover la cabeza de arriba hacia abajo, confirmando de que entendía a Sofi.

La joven se despidió sin decir ninguna palabra, solamente con un beso en la frente. Alberto, cogió una regla de madera que tenía a la mano, esperó unos minutos para asegurarse realmente de que no hubiese nadie cerca. Y entonces, empezó a golpear un globo terráqueo hasta dejarlo hecho trizas. Cuando se calmó, guardó los trozos en su mochila y se fue corriendo del salón, tratando de localizar a Sofía. Necesitaba seguirla y descubrir dónde vivía. Así podría tener un punto de partida. O al menos, dónde poder investigar cuando él faltara a clases por “motivos de salud”…

“¡Te encontré! Ahora podré conocerte más” pensaba Alberto, hasta que el conserje, se interpuso en su camino diciéndole:

- ¿A dónde va jovencito? Usted debería estar en clase, no merodeando cerca de la salida. Por favor regrese a su aula.

Alberto, nuevamente ofuscado, intentó esquivar a su obstáculo, pero la mole humana que se había impuesto, no cedía. Todo hubiese quedado en una anécdota que plasmar en sus fólderes, si es que no hubiese llegado el director…

- ¡Y usted! Lo mandé hace unos minutos a una tarea urgente, entonces, ¿qué es lo que hace aquí? Es la primera vez que lo hace y quiero que sea la última. No puede estar perdiendo el tiempo aquí, para eso no lo he contratado, ¿me entendió?

- ¡Sí, jefe! No se volverá a repetir – dijo avergonzado el conserje.

El raro estaba por escabullirse para que el director no le dijese nada, pero no tuvo el tiempo suficiente, así que tuvo que escucharlo:

- Oiga, si quiere malograr su futuro no es asunto mío, eso no me molesta. Lo que me molesta es, que a pesar de que mando a este pelele a limpiar mi baño, se pone a molestar a los vagos como usted.