13 enero, 2010

Arrepentimiento y perdón

Le preguntaron el porqué de su borrachera, él no sabía qué contestar, sentía que su cabeza iba a estallar, ya no quería nada, no necesitaba que lo ayudaran. Ya no se confirmaría...

Hacía meses atrás que había comenzado la preparación para los que querían confirmarse, ésta era una decisión que cada uno debía tomar por su propia cuenta, midiendo si era lo bastante maduro para seguir el camino de Cristo. Así de claro lo dejó el sacerdote al mencionar quiénes querían confirmarse. Entre el grupo aún dudoso se encontraba Marco.

Pasaban las semanas y las dudas de Marco crecían. Ya no estaba seguro si quería confirmarse. Le resultaba difícil estar yendo a misa todos los domingos, confesarse regularmente. “No, eso no es para mí”, con esa frase se refería al aburrimiento que sentía, y que la religión no lo ayudaría en nada.

Marco sufría una gran depresión causada por la ausencia de su padre, que día tras día se emborrachaba. Además de no contar con una figura paterna, a la cual acudir, tampoco conocía la dulce protección que una madre puede otorgar. La encargada de darle tal sublime sensación lo había abandonado cuando sólo tenía un año de edad.

Los amigos de Marco siempre buscaban ayudarlo, lo hacían olvidarse de sus carencias afectivas. Hasta que llegó el día decisivo, días después de la noche de adoración, la cual era la última motivación, si podemos decirle así, para obtener la fuerza y voluntad necesarias para seguir a Cristo, y así recibir la confirmación:

El día de la confirmación, a las siete de la mañana, Juan, el mejor amigo de Marco, supo que su amigo estaba borracho en una cantina cercana a su casa. Lo primero que hizo fue llamar al grupo que solía estar con Marco, para después ir con ellos a buscarlo. Cuando llegaron lo encontraron tirado en la vereda, afuera de la cantina. Su camisa estaba rota, tenía moretones en la cara, y sangre en la nariz. Le preguntaron el porqué de su acto. Él no respondía, trataron una y otra vez de animarlo a que todo se podía solucionar, pero él mantenía el mismo silencio trágico con el cual lo habían encontrado. Pasada media hora de súplicas y ánimos logró decir: “Ya no me voy a confirmar, no necesito eso”

Después de esto cogió un taxi y se fue. Sus amigos no pudieron impedírselo, aún estaba lúcido, aunque no lo pareciera. Ya en el taxi recordó que el sacerdote le dijo una vez que si en verdad alguna vez se sentía confundido fuera a una iglesia...

El taxi no lo dejó en su casa, él le había dicho al conductor que lo llevara una iglesia cercana. Ya allí se sentó y vio la escultura de María en el techo con los brazos abiertos y después vio a Jesús clavado en la cruz. Sintió la mezcla de rabia con dolor y resignación. Lloró después de tanto tiempo, amargamente sabía lo que había perdido: la oportunidad de seguir a la persona que para toda su vida lo escucharía, y sabría comprender. No le importaba el esfuerzo que se necesitaba para seguirlo, porque lo valía.

Al día siguiente de la confirmación fue a visitar a sus amigos, les dijo que esta vez quería confirmarse, y que lo perdonaran. Sus amigos se alegraron y lo abrazaron. Así es como Marco, ahora ya cien por ciento convencido, se preparó para la confirmación del año siguiente.

09 enero, 2010

Engaño inesperado

En unos años se había creado un virus que podía contagiar a cientos de personas en una sola hora. El porqué de esta creación era porque los jefes de la compañía necesitaban dinero. Sí, dinero que las vacunas darían a quienes las fabricaran, por supuesto que estos fabricantes serían ellos.

Ellos crearon el virus y más tarde se creó el medicamento para evitarlo. El joven George se enteró de todo esto, es por eso que se tuvo que comprar su silencio. No se le pudo matar, ya que él los había chantajeado con tener una persona que develaría todo si lo hacían. Pero, George tenía un segundo pedido, el cual sería tener suficientes vacunas para su familia. Él sabía que quizás no se las darían tan fácilmente, así que se introdujo a los laboratorios, y vio cómo sus jefes planificaban asesinarlo: le darían el virus, en vez de las vacunas.

Pasaron días hasta que nuevamente volvió a introducirse en los laboratorios. Allí robó varias muestras, las cuales un científico sobornado, le había dicho que eran las verdaderas vacunas. Se fijó que nadie sospechara, es por eso que cambió las cintas de seguridad con la ayuda de su amigo, el guardia de las instalaciones. Así llegó el día de la entrega de las vacunas, George se fue botando las muestras que le dieron.

Estaba caminando de regreso a su casa, sabiendo que morirían cientos de personas, pero no le importó, sólo quería salvarse, pero antes de llegar lo atropelló un carro, mas él no sufrió nada grave. Pero, cuando recuperó por completo la conciencia recordó que tenía en la mano la maleta con las vacunas, éstas ya estaban esparcidas y rotas por el suelo. Buscó con desesperación si quedaba alguna, y en efecto encontró una que estaba intacta, acto seguido, se colocó la inyección y se sintió aliviado, pensando: “perdónenme familia, me hubiera gustado salvarl...”

Los socios estaban a punto de irse en un avión hasta que llegó el científico, y les dijo que debían inyectarse la vacuna en ese momento, porque su duración era corta. Ellos se inyectaron la vacuna y cuando estaban a punto de despegar un duradero y agonizante dolor en el corazón les sobrevino. El piloto del avión era nada menos que el guardián que George había sobornado; éste hizo despegar el avión sin los socios tendidos ya en la plataforma, pero un nuevo pasajero ya se había acomodado en el avión: era el científico con dos maletas, conteniendo las verdaderas vacunas y el virus.

Ya en el aire el guardián le dijo al científico: “hazlos volar a todos” Después de estas palabras el científico presionó dos botones, los cuales eran de bombas, una que estaba en la maleta de George, y otra que estaba en los laboratorios, así borraron toda evidencia. El científico con una gran duda le preguntó al guardián: ¿Por qué ayudaste a George con lo de las cintas? Y él le respondió con total sangre fría: Si no lo hacía quizás revelaría lo del virus, y... eso no nos convenía”. Los dos rieron sabiendo que sólo ellos podrían controlar el virus ahora. Lo que sí les tenía con incertidumbre era la fecha en la que esparcirían el virus...

08 enero, 2010

Venganza, honor y valentía

Era época de guerra, la gente huía a cualquier lugar que fuera seguro, abandonando sus casas, con el propósito de salvar sus vidas. Los ejércitos enemigos entraban a las casas, saqueaban todo lo que encontraban y se iban. Muchas de esas veces asesinaban a personas que se resistían. Parecía que la balanza ya estaba inclinada al lado enemigo, pero lo que ellos no se esperaban era que un comandante desde una colina tenía adiestrados a cinco mil soldados listos para morir por lo que creían, por sus familias, por el honor, por su país.

Todas las mañanas el comandante Ruiz alentaba a sus muchachos y les comentaba que la victoria estaba casi en sus manos, lo que ellos no sabían era que el gobierno ya se había rendido, y sólo ellos quedaban para defender la patria. Así entre tanta mentira, había una más grande: el ejército de cinco mil hombres era la sexta parte del ejército enemigo. Pero, Ruiz tenía un as bajo la manga, sabía por todas las comunidades, que las huestes enemigas aprovechaban cualquier poblado para saquear y matar, esa quizás era la única debilidad de la cual se podía aprovechar.

Una mañana todo el ejército que quedaba en la patria fue movilizado hasta otra colina cercana a un pueblo, uno de los pocos que no habían sido destruidos. A pesar de la rendición del propio gobierno treinta mil hombres aproximadamente seguían causando estragos en el país. El plan ya casi estaba casi consumado, los pobladores se pusieron de acuerdo y todo estaba listo, sólo faltaba el señuelo. Sólo una persona se atrevió a proponerse como la carnada, era el más joven del pueblo, había llegado de lejos cuando su hermana fue secuestrada y el resto de su familia asesinada. Él tenía dieciséis y sin nadie que lo llorara fue a la misión suicida.

Tres de la madrugada: El chico llegó hasta la base enemiga y les comentó que en una aldea cercana estaba veinte mil soldados esperándolos y que si no se iban a emboscarlos en ese momento, ellos los atacarían. Se le preguntó al muchacho el porqué de su advertencia, y él les dijo, con sinceridad en sus ojos, que lo hacía por su hermana que había sido secuestrada por los soldados y que se habían instalado en su aldea.

Los soldados no sospecharon y lo siguieron. Todos fueron con él argumentando que esa sería la última vez que atacarían en el país y tenían que disfrutarlo todos los combatientes.
El chico vio cómo el mismo sujeto que había raptado a su hermana llevaba un collar que antes su hermana usaba. Él le preguntó que cómo lo había conseguido y le respondió que había matado a una pequeña joven que lo usaba...

Cuatro de la madrugada: El momento había llegado, todo el ejército enemigo estaba por cruzar por la colina cuando el chico lleno de rabia sacó un cuchillo, que había guardado en caso de defenderse, y lo clavó en el abdomen del sujeto que había matado a su hermana con estas palabras: “Esto es por mi hermana” Inmediatamente uno de los soldados le apuntó la cabeza y sin vacilar le dio un tiro en la sien. Este sonido fue el que alteró la tranquilidad del valle y además fue el aviso para que los soldados comenzaran el tiroteo.

Quinientos francotiradores estaban camuflados en la extensa colina y empezaron a derribar uno a uno a los incrédulos soldados. Intentaron entrar a una supuesta zona segura llena de árboles, pero en ella ya se habían instalado cientos de minas que hicieron volar a decenas de soldados. La desorganización del ejército enemigo se hacía notar: una parte de los soldados intentaron contrarrestar el fuego de los francotiradores, otro grupo intentó cubrirse de los disparos en el bosque, pero esta acción los llevó a la muerte, y finalmente un grupo de combatientes retrocedieron para rodear la colina, sin embargo miles de soldados, liderados por Ruiz, ya estaban esperándolos. Así es como resultó la triple trampa. El número de soldados muertos, aproximadamente fue de veinticinco mil para el ejército agresor y de cuatro mil para el ejército defensor. Desgraciadamente una de las víctimas fue el comandante Ruiz, por el cual un soldado que fue testigo de su muerte la describió en un periódico:

“Eran la cinco de la mañana. Recuerdo que el frío helado del invierno carcomía nuestros huesos, y ya muchos dábamos por perdida la guerra. El comandante Ruiz era uno de los pocos que seguían convencidos de que ganaríamos y así con la convicción maldita y bendita a la vez se fue con una granada lo más cerca que pudo del cúmulo de soldados que había logrado repeler nuestra trampa por atrás de la colina. Fue y con sonrisa de satisfacción logró ya con incontables balas en su cuerpo tirar la granada sobre ellos. Así nos permitió totalmente, entre la sorpresa de aquel acto heroico, acercarnos y vencerlos. Teníamos miedo, aunque no lo pareciera, no de perder la vida, sino de perder la guerra al lanzarnos contra ellos, pero el comandante nos dio la valentía absoluta que necesitábamos”

04 enero, 2010

El bosque y la viejita

Como cada día los canarios, gorriones y jilgueros la hacían despertar, ¡qué hermosas mañanas! Levantarse con el canto de decenas de aves. Parecía un coro organizado pero disimulado entre el bosque. La viejita vivía hacía años allí, sentía que la soledad del bosque la había embriagado hasta el punto de ya no querer salir del mismo. Ella se alimentaba sola, de los frutos que recolectaba, y solía cantar como siempre sola, sin ninguna compañía más que la del bosque y sus animales.

El pueblo que se encontraba cerca de ese bosque había sido hacía atacado por unos mercenarios hacía ya décadas, de esos recuerdos se valían aquellos desalmados que se atrevían a decirle loca a la anciana. Ella se quedaba mirándolos, pero después volvía a su quehacer diario, apacible como ella, nadie.

El tema recurrente, ya sea leyenda o realidad, era que hacía décadas cuando los mercenarios llegaron al pueblo asesinaron a muchas familias enteras, y una de ellas supuestamente habría sido la de la viejita, la cual habría estado conformada por la viejita, en ese momento más joven, su hija, sus padres y su abuelo. Es así que se divulgaba entre los vecinos aquella tristemente célebre historia. Se dice también que un grupo de adolescentes con sangre de aventureros y buscadores de la verdad fueron hasta aquella chocita que albergaba quizás las penas de aquella marcada viejita. Allí en plena medianoche vieron por una rendija cómo aquella viejita, según cuentan, tenía decenas de aves, las cuales no estaban en jaulas, sino que se encontraban reposando en ramas hechas quizá por ella. Según dicen, intentaron ver más de cerca, y cuando lo hicieron observaron la sombra de una persona que acariciaba la cabeza de la anciana. Ellos se quedaron perplejos al no saber quién era esta silueta hasta que después de un rato, como si fuera un "buenas noches", el canto de un ave se escuchó. Y así, se esfumó la figura convirtiéndose, según las mismas palabras de los adolescentes, en un ave más. Por supuesto los detectives huyeron de la escena y nunca más volvieron.

Por mi cuenta fui a verla un día, y me di cuenta que era muy amable. Sentí que ese lugar era perfecto para ella, sentía paz allí. Cuando me despedí vi cuando ella abría la puerta de su chocita y en su interior había aves por doquier y una silueta que no logré identificar por más que hubiera querido, porque ella cerró la puerta...