04 enero, 2010

El bosque y la viejita

Como cada día los canarios, gorriones y jilgueros la hacían despertar, ¡qué hermosas mañanas! Levantarse con el canto de decenas de aves. Parecía un coro organizado pero disimulado entre el bosque. La viejita vivía hacía años allí, sentía que la soledad del bosque la había embriagado hasta el punto de ya no querer salir del mismo. Ella se alimentaba sola, de los frutos que recolectaba, y solía cantar como siempre sola, sin ninguna compañía más que la del bosque y sus animales.

El pueblo que se encontraba cerca de ese bosque había sido hacía atacado por unos mercenarios hacía ya décadas, de esos recuerdos se valían aquellos desalmados que se atrevían a decirle loca a la anciana. Ella se quedaba mirándolos, pero después volvía a su quehacer diario, apacible como ella, nadie.

El tema recurrente, ya sea leyenda o realidad, era que hacía décadas cuando los mercenarios llegaron al pueblo asesinaron a muchas familias enteras, y una de ellas supuestamente habría sido la de la viejita, la cual habría estado conformada por la viejita, en ese momento más joven, su hija, sus padres y su abuelo. Es así que se divulgaba entre los vecinos aquella tristemente célebre historia. Se dice también que un grupo de adolescentes con sangre de aventureros y buscadores de la verdad fueron hasta aquella chocita que albergaba quizás las penas de aquella marcada viejita. Allí en plena medianoche vieron por una rendija cómo aquella viejita, según cuentan, tenía decenas de aves, las cuales no estaban en jaulas, sino que se encontraban reposando en ramas hechas quizá por ella. Según dicen, intentaron ver más de cerca, y cuando lo hicieron observaron la sombra de una persona que acariciaba la cabeza de la anciana. Ellos se quedaron perplejos al no saber quién era esta silueta hasta que después de un rato, como si fuera un "buenas noches", el canto de un ave se escuchó. Y así, se esfumó la figura convirtiéndose, según las mismas palabras de los adolescentes, en un ave más. Por supuesto los detectives huyeron de la escena y nunca más volvieron.

Por mi cuenta fui a verla un día, y me di cuenta que era muy amable. Sentí que ese lugar era perfecto para ella, sentía paz allí. Cuando me despedí vi cuando ella abría la puerta de su chocita y en su interior había aves por doquier y una silueta que no logré identificar por más que hubiera querido, porque ella cerró la puerta...

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