18 febrero, 2010

El mar, que aún vemos y tememos

Esa tarde todos los sobrevivientes recordaban una tranquilidad inusitada. El mar andaba molesto en esas horas, pero era normal. El olor de pescado se introdujo por todos los rincones de las casas cercanas al mar. Aunque esta vez se intensificó como ninguna otra vez.

Esa tarde muchos niños se habían acercado al espectáculo que, por extraño que pareciera, se había instalado cerca al mar. Este espectáculo estaba constituido por un animador y dos orquestas. La función estaba hecha de tal forma que se intercalaban dos horarios: uno para niños, y otro para adultos, y a esa hora el show daba paso a la diversión de los niños.

Esa tarde mi novia había acompañado a su hermanita hasta el show. Y yo le había prometido que iría lo más pronto posible. Pero, mi casa se encontraba alejada de la zona del show, y mi padre me había dado la tarea de ayudarle con la reparación del techo de nuestra casa. Así es que no pude llegar hasta mucho después.

Esa tarde mi madre dijo que sería un buen día, ya que mi hermano menor se había aliviado de una fiebre, que había estado amarrándolo a la cama desde hacía ya una semana. La alegría de mi madre, me había contagiado, y se lo hice saber a mi novia, que pronto compartió el mismo sentimiento conmigo.

Esa tarde los pocos que quedaron recuerdan haber visto a las nubes negras y más distantes de lo normal. Algunos cuantos auguraban que la lluvia llegaría en cualquier momento, pero nadie se le ocurrió pensar que sería un desastre.

Esa tarde estuve a punto de partir, para ir a ver a mi novia, pero un leve temblor hizo que me parara, hasta que la tierra empezó más y más a enfurecerse. Y el temblor se convirtió de un momento a otro en un terrible terremoto. La gente gritaba por todos lados, el terror impregnado en la cara de todos mis vecinos.

Esa tarde, después del terremoto fui corriendo en busca de mi novia, y al estar cerca observé la escena, que quedaría grabada por siempre en mi mente. Del espectáculo, no quedaba nada, el mar se había tragado todo lo que estaba cerca de allí. Más tarde supe que muchos niños habían sido, milagrosamente rescatados, pero otros nunca fueron encontrados, y entre ese grupo estaba mi novia y su hermana.

Esa tarde lloré y mis lágrimas fueron a dar al mismo mar, que todos los que sobrevivimos, aún vemos y tememos.

14 febrero, 2010

Reviviendo la vida de alguien, que lastimosamente no conocí (tercera parte)

Elizabeth esperó a que se recuperara, y cuando lo hizo le dijo el porqué había hecho eso. Hernán, recordando esa noche, se quedó mudo. No quería hacerle ningún mal a su hijo, es por eso que a pesar de lo que había pasado, le dijo que quería cambiar.

Las palabras se las lleva el viento, eso dicen, y esto es lo que pasó con Hernán. Había tomado el camino de cambiar, pero no fue firme, no luchó lo suficiente por su hijo y por su esposa. Terminó cediendo a la droga, y ésta lo llevó a la depresión, por no poder dejar el vicio al cual se había metido.

Su esposa lo terminó dejando al enterarse finalmente que él se había dedicado al robo desde hacía muchos meses atrás. Hernán se hundió más y más. Ya casi no salía de la casa, que Elizabeth le había dejado, porque le había dicho que no quería que su hijo viviera en algo construido a base de delincuencia. Las pocas veces que salía era para robar y poder así sustentar su vicio. Entre esos robos, la policía ya lo había identificado, y en un intento de atraparlo fugó asesinando a uno de ellos.

Los periódicos le dedicaban primeras planas. Y así es como su vida iba apagándose lenta y dolorosamente, hasta que un día la policía ubicó donde vivía y lo atrapó. La droga le había fundido el cerebro decía su abogado, que le asignaron, pero la muerte del policía influyó más en el juicio, y es así como lo condenaron a la silla eléctrica.

La prensa estuvo buscando por todas partes información de su vida, pero no la hallaron. Buscaron a su familia, pero ésta había desaparecido, y tampoco lograron encontrar a Elizabeth, quien viajó a otra ciudad para rehacer, con gran sufrimiento en su corazón, su vida.

Días antes de su encarcelamiento, ya sabiendo que lo encontrarían, Hernán le entregó a Elizabeth su diario, y le dijo que si algún día lo perdonaba lo entregara a su hijo, para que supiera de su padre. Y que le diga que desde antes que naciera lo amaba demasiado, y que también lo perdone.

Pues es así que Elizabeth, en la última fase de cáncer de páncreas, le dio a su hijo Jonathan, el diario de su padre. Éste lo recibió extrañado, ya que, ella le había dicho que su progenitor había muerto. Lo leyó y comprendió el sufrimiento que había pasado ella y su padre.

Y así es como vivió Hernán Gutierrez Espinosa, con su gran esperanza de surgir, que finalmente perdió. El hombre que no escatimó en hacer lo que sea por Elizabeth, aunque fuera errado lo que hiciera, aquel que lastimosamente no logré conocer. Y si tuviera oportunidad de verlo, haría lo que sea por esa dicha, porque ese hombre era mi padre.

13 febrero, 2010

Reviviendo la vida de alguien, que lastimosamente no conocí (segunda parte)

La vida lo llevó lejos de lo que él soñaba. El pasar de los meses lo convirtió en un auténtico capo, una leyenda en el pueblo, le decían “El veloz sin rastro”. Nunca se le había detenido, quizás por la poca seguridad que tenían. Aun así, él era muy cauteloso a la hora de robar, usaba un pasamontañas y dos armas, que ilegalmente había conseguido, una cargada y la otra no. El motivo de este singular uso, era por su protección y la de los demás. Apuntaba con el arma sin cargar a los que serían asaltados, mientras mantenía guardada la otra, para defenderse de cualquier eventualidad.

En su vida sentimental había encontrado estabilidad con la mujer que desde hacía varios años lo había apoyado. Aunque aún no se enteraba de le verdadera vida que, ahora su esposo, llevaba. Sí, se habían casado después de años de haberse conocido y de meses de estar enamorados.

Un día, para ser exactos el 15 de diciembre del 1996, Hernán regresó a su nuevo hogar, junto con su esposa Elizabeth, y ésta le tenía una gran sorpresa: sería padre. Esta gran noticia le había llenado de entusiasmo a Hernán. La euforia embriagó su mente, y ésta a su vez hizo lo mismo con su cuerpo. Al atardecer de ese mismo día, invitó a todos sus “compañeros de trabajo” para tomarse unas cervezas. Su esposa no le recriminó, aunque tenía una sensación rara cuando le comentó que iría con sus amigos, pero no se lo dijo.

Ya en el bar empezaron a tomar cervezas, pero él no se contentaba con unas cuantas, quería más y más. Necesitaba celebrar y celebrar, dentro de nueve meses sería padre. Las horas pasaban, al igual que las botellas vacías, delante de él. Hasta que llegó el maldito y desgraciado momento en el que uno de sus supuestos amigos le dio un papelito blanco, lleno de marihuana.

Esta combinación no le quitó la vida, pero sí el razonamiento normal. Cuando el empleado del bar le negó otra botella más de cerveza, él sacó su arma cargada y le disparó. En el bar sólo quedaban él y sus amigos. Tuvieron que irse rápidamente.

Hernán no logró llegar a su casa, es por eso que sus amigos lo llevaron dormido hasta su puerta y allí lo dejaron. Elizabeth se horrorizó cuando lo vio en ese estado. Lo llevó hasta una clínica, donde le dijeron que en su sangre había mucho alcohol y una pequeña cantidad de marihuana.

Es en ese momento en el cual comienza la verdadera perdición para Hernán, aquel hombre que lastimosamente no logré conocer. Y es allí cuando pierde todo lo que tenía, absolutamente todo lo que le importaba.

12 febrero, 2010

Reviviendo la vida de alguien, que lastimosamente no conocí

Siempre podrás elegir entre diferentes caminos, y cada uno te llevará a muchos más. Lo importante es que sepas mostrarte firme cuando elijas alguno...

Estas palabras fueron lo último que escribió Hernán Gutierrez Espinosa, afamado delincuente. Entre los cargos que se le imputaron estaban: desobedecer a la autoridad, portar armas sin licencia, asesinato y robo.

Su caso fue comentado desde su estancia en prisión hasta después de varios años de su muerte. Despertó gran polémica por su supuesta alteración mental, que extrañamente no fue investigada en los meses que estuvo detenido. Por este motivo muchas personas apoyaban a Gutierrez, y también otra gran parte se mantenía convencida de que estaba en sus cabales cuando realizó los crímenes.

Desde su encarcelamiento su familia se mostró apartada, nunca quiso dar declaraciones a la prensa, y cuando Gutierrez murió, ésta desapareció del pueblo. Nunca más se supo de ella, algunos decían que lo habían dejado todo para comenzar de nuevo en Europa, otros declararon haberlos oído una noche queriéndose vengar del juez y de toda su familia; mas nunca se supo el verdadero destino de la familia Gutierrez Espinosa.

Hernán Gutierrez Espinosa, era el segundo de cinco hijos. Vivía en una pequeña choza, apartada de la ciudad, y a unos kilómetros del pueblo donde cometió su primer crimen. Esto quizá fue uno de los puntos claves que marcó su vida: la poca comunicación con el mundo exterior. Ya de adolescente, buscó la oportunidad de ser alguien en la vida. Fue hasta la ciudad donde conoció a gente nueva, y de entre esas personas estaba una chica de la cual se enamoraría perdidamente.

Cada cierto tiempo regresaba a su casa porque los trabajos que conseguía eran fugaces como sus amistades. Cada dos o tres meses ya estaba buscando un nuevo trabajo y nuevos amigos. Lo único que le había durado, era su familia, su deseo de superación y la amistad de la chica por la que él estaba dispuesto a hacer cualquier locura.

Él sabía que Beatriz, era la persona por la cual debía luchar. Por eso siempre quiso darle lo mejor a ella. Pero, al no tener ni siquiera suficientes ingresos para poder vivir, no dudó en robar. En su familia esta palabra no existía. Lo único que había era disciplina estricta, que desde pequeño recibió, pero esto no incluyó ninguna charla de valores. Dentro de él sabía que tomar algo ajeno estaba mal, pero si era por ella, no importaba.

No podía robar en la ciudad, porque era novato y lo agarrarían fácilmente. Ese fue el consejo que le dio un amigo. Y ese mismo día que recibió el consejo fue al pueblo. Ya allí, él y un par de amigos asaltaron dos tiendas, saliendo del pueblo como simples turistas. Con el dinero que obtuvo le compró una cadena, dos peluches y un gran ramo de rosas a Beatriz. Ésta le preguntó de dónde había sacado el dinero para comprarlo, sabiendo de su condición social, mas la respuesta que recibió no terminó de convencerla: había conseguido un nuevo trabajo, en el que le habían adelantado el sueldo.

Y así comenzó la carrera delincuencial de ese hombre que lastimosamente no logré conocer. La facilidad con la cual se conseguía el dinero, llevó a que él convirtiera el robo en su forma de sobrevivir.

Y al final, el beso que definitivamente une

- ¿Qué dirías si te dijera que te odio? – Matt preguntó.

- Me quedaría pensando el por qué... y tú, ¿qué dirías si te dijera que quiero olvidarte? – contestó Paloma.

- No diría nada porque sabría que lo que dices es mentira... y, ¿qué dirías si te diera un beso en la mejilla? – Matt contestó con seguridad.

- Te daría una bofetada – Paloma contestó con la misma seguridad.

- En ese caso no preguntaré: ¿qué harías si te diera un beso en la boca? – le dijo Matt irónicamente.

- Y ¿tu qué pensarías si te abrazara en estos precisos momentos? – le preguntó observando la expresión de Matt.

- Siendo sincero pensaría que estás volviéndote loca – le contestó Matt.

- Qué bromista te has vuelto – dijo sarcásticamente Paloma.

- Creo que con lo que has dicho has confirmado mi respuesta – contestó con igual sarcasmo Matt.

- Y tú igual – le dijo con una gran sonrisa Paloma.

- Te amo, ¿lo sabes? – le dijo con otra gran sonrisa Matt.

- Sí, lo sé muy bien – le dijo también con una gran sonrisa Paloma.

Después de esta conversación Matt agarró de la mano a Paloma y la llevó hasta el balcón, allí le dijo:

- ¿Sabes que en todo el mundo tres millones de hombres quisieran tenerte?, que en toda Europa son dos millones; que en Portugal, veinte mil; que en Lisboa, quinientos; que en esta calle, diez; y que aquí, en esta casa es uno, y ese soy yo.

- Que acaso, ¿has hecho una estadística para saberlo? – dijo Paloma irónicamente.

- Y yo pensaba que era el único bromista aquí – dijo riendo Matt.

- Esa sonrisa es lo que tanto me afecta, me hace perder la cabeza. Tengo ganas de besarte – dijo apasionadamente Paloma.

Matt la agarró por la cintura, sus manos abrazaron su piel debajo del polo que usaba. Ella lo imitó con la delicadeza de sus manos. Y así, en unos segundos los labios de Matt se acercaron a los de Paloma, pero cuando se rozaron, Matt se detuvo, y le dijo:

- ¿Por qué tiemblas?

Paloma que se había percatado de lo que le había sucedido le dijo a Matt:

- Tiemblo, porque el solo hecho de que tus labios rocen los míos me estremece. Pero, no de temor, ni de miedo, sino de amor, la emoción de sentirte.

Cuando terminó estas palabras Matt se acercó nuevamente a Paloma, y con el mismo ritual de hacía unos cuantos segundos llegó hasta ella y la besó. En el transcurso del tiempo en que duró el beso, Paloma dejó de temblar, y sus ojos brillaron más que la luna que esa noche los observaba.