13 febrero, 2010

Reviviendo la vida de alguien, que lastimosamente no conocí (segunda parte)

La vida lo llevó lejos de lo que él soñaba. El pasar de los meses lo convirtió en un auténtico capo, una leyenda en el pueblo, le decían “El veloz sin rastro”. Nunca se le había detenido, quizás por la poca seguridad que tenían. Aun así, él era muy cauteloso a la hora de robar, usaba un pasamontañas y dos armas, que ilegalmente había conseguido, una cargada y la otra no. El motivo de este singular uso, era por su protección y la de los demás. Apuntaba con el arma sin cargar a los que serían asaltados, mientras mantenía guardada la otra, para defenderse de cualquier eventualidad.

En su vida sentimental había encontrado estabilidad con la mujer que desde hacía varios años lo había apoyado. Aunque aún no se enteraba de le verdadera vida que, ahora su esposo, llevaba. Sí, se habían casado después de años de haberse conocido y de meses de estar enamorados.

Un día, para ser exactos el 15 de diciembre del 1996, Hernán regresó a su nuevo hogar, junto con su esposa Elizabeth, y ésta le tenía una gran sorpresa: sería padre. Esta gran noticia le había llenado de entusiasmo a Hernán. La euforia embriagó su mente, y ésta a su vez hizo lo mismo con su cuerpo. Al atardecer de ese mismo día, invitó a todos sus “compañeros de trabajo” para tomarse unas cervezas. Su esposa no le recriminó, aunque tenía una sensación rara cuando le comentó que iría con sus amigos, pero no se lo dijo.

Ya en el bar empezaron a tomar cervezas, pero él no se contentaba con unas cuantas, quería más y más. Necesitaba celebrar y celebrar, dentro de nueve meses sería padre. Las horas pasaban, al igual que las botellas vacías, delante de él. Hasta que llegó el maldito y desgraciado momento en el que uno de sus supuestos amigos le dio un papelito blanco, lleno de marihuana.

Esta combinación no le quitó la vida, pero sí el razonamiento normal. Cuando el empleado del bar le negó otra botella más de cerveza, él sacó su arma cargada y le disparó. En el bar sólo quedaban él y sus amigos. Tuvieron que irse rápidamente.

Hernán no logró llegar a su casa, es por eso que sus amigos lo llevaron dormido hasta su puerta y allí lo dejaron. Elizabeth se horrorizó cuando lo vio en ese estado. Lo llevó hasta una clínica, donde le dijeron que en su sangre había mucho alcohol y una pequeña cantidad de marihuana.

Es en ese momento en el cual comienza la verdadera perdición para Hernán, aquel hombre que lastimosamente no logré conocer. Y es allí cuando pierde todo lo que tenía, absolutamente todo lo que le importaba.

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