28 agosto, 2009

Quizá (quinta parte)

Me siento mejor, aunque permanezco callado ante las injustas acusaciones de las cuales soy víctima. Todos los periódicos me indicaban como si yo fuera una de las peores personas que pudieran existir... Yo me reía de ello, bueno aún me río de eso...
Bajé y vi a los trabajadores que intentaban salir hacia la calle, pero no podían por lo excesivamente drogado que estaban. Me vi obligado, aunque ya no por la rabia, sino por la mezcla de miedo y culpabilidad que embargaba todo mi cuerpo. A pesar de que mi conciencia se llenaba de preguntas que no tenían relación: ¿Veré nuevamente a Erika? ¿Qué haré con el dinero excedente?
De repente con estas preguntas en mi cabeza levanté el arma y disparé a los dos trabajadores... Nuevamente mis emociones desaparecieron...
Lo que recuerdo después de eso es que fui corriendo con el maletín a mi casa, ya casi exhausto logré llegar y desde lejos vi a mi padre en la puerta, así que me detuve y logré reaccionar. No podía regresar con el maletín, por eso lo escondí entre arbustos. Cuando regresé abracé a mi padre con gran hipocresía, una sonrisa con rasgos de tristeza invadían mis labios, pero sólo era actuación.
Le conté a mi padre que unos encapuchados me habían golpeado al salir de la discoteca y que después sólo escuché que me decían que si él no pagaba me matarían. Para finalmente como una prueba, le enseñé mi ropa rasgada, por supuesto que yo había roto antes de entrar a mi casa, diciéndole que cuando dio el rescate, me golpearon de nuevo y me lanzaron de un auto en marcha hacia un arenal.
Mi padre lloró conmigo y me dijo que llamaría a la policía, pero yo no podía perder tiempo así que salí para recoger el dinero. Lo llevé a mi habitación cuando mi padre estaba bañándose. Me dijo que por qué había salido y le dije que porque necesitaba tomar aire fresco. Estaba por irme a mi habitación cuando sonó el teléfono, contesté y me dio las buenas noches una voz grave que no reconocía hasta que me dijo: "Dígale al señor Jorge Villanueva que su amigo Juan quiere hablar con él" Así que supuse que él tampoco había reconocido mi voz, por no saludarme. Llamé a mi padre y le dije que era Juan, él me dijo que ya saldría. Cogí el teléfono y respondí que mi padre pronto lo atendería. Subí a mi dormitorio, y con gran alegría vi todo ese dinero que por cosas del "destino" mi propio padre me lo había entregado, sí aquel avaro y egoísta que buscaba ahorrar al máximo, y que si no hubiera sido por el testamento de mi madre, que murió cuando yo tenía cinco años, nunca hubiera tenido tarjetas de crédito o algo de dinero para salir con mis amigos, aquellos niños ricos que como pan de cada día lucían todo lo que tenían. De repente mi mente sufrió una invasión de recuerdos borrosos, en los que estaban, cuando conocí a Erika, a Gary, a Cinthia, la primera vez que me drogué, que al comprar cigarros encontré a Juan, gran amigo de mi padre, la primera vez que asesiné, hasta que mi corazón, que no tenía remordimientos, sintió una dolorosa y profunda conclusión: Juan le contaría todo a mi padre. Tenía que evitarlo como sea, así que me levanté de la cama y cuando estaba a punto de guardar la maleta mi padre entró a la habitación.
Lloró con tanta rabia que me desesperé, tenía que evitarle el gran sufrimiento que estaba pasando, mientras él me decía: "discúlpame hijo tengo que llamar a la policía".
Agarré el arma que tenía aún en la maleta y le dije con una malicia que no parecía que tuviera concordancia con lo que estaba pensando, es decir escapar cuanto antes: "Dime dónde guardas el dinero y no te mataré" El viejo cambió su expresión a una de indignación mezclada con rencor: "Nunca te lo diré, morirás sin mi fortuna"
Ante esto yo respondí con sarcasmo: "Morirás avaro entonces" Disparé dos veces, una a su cuello, la otra a su pecho. Ya no tenía nada más qué hacer en esa casa, no podía ya volver el tiempo atrás, sólo me quedaba una cosa por hacer para sentir que mi vida todavía tenía algún sentido...
Y para esto, el "destino" ya había trazado qué hacer, sí y pronto me daría cuenta que sólo el "destino" tenía la capacidad de decidir quién de mis seres queridos seguirían con vida y quienes no...

06 agosto, 2009

Quizá (cuarta parte)

Siento que al escribir lo que me pasó estoy alivianando toda la carga que hasta hace un mes, después de todos los acontecimientos, me pesaba. Pero es que todo comenzó con ella, antes de conocerla yo era un chico común que iba a la universidad, estudiaba, salía a divertirme, tenía buenos amigos, y bueno, creo que quizá Gary también contribuyó a malograr mi vida. Así que debería echarles la culpa de mi actual miserable vida…
Ya había amanecido desde que Cinthia llamó a mi padre; Gary no había comprado cigarros y aunque tenía, decía que sólo se usaban para la droga, así que me fui a una tienda cercana. Allí me encontré con Juan, un gran amigo de mi padre, me vio tan drogado que se sorprendió, yo por supuesto estaba en mi mundo, abstraído de lo que pasaba en la vida real, compré los cigarros y regresé al departamento. En el camino sentí que alguien me seguía, pero no volteé a ver si había alguien. Llegué y los vi abrazándose, los interrumpí diciendo que llamaran de nuevo a mi padre porque ya debía estar preocupado. En un instante Gary sacó de su chaleco una pistola con la cual me apuntó y me dijo: “Tranquilo hermano, ya pronto lo llamaremos” Se dirigió a su novia y rieron los dos al unísono. Me quedé pasmado, él se dio cuenta de mi reacción y me dijo que la había traído porque quería darle realismo al secuestro. No entendí a qué se refería hasta que llamaron de nuevo diciéndole a mi padre que si había contactado a la policía me matarían. Acto seguido disparó al techo y le dijo que tenía que llevar ochocientos mil dólares en una maleta dejándolos al lado de un basurero cerca de dónde estábamos nosotros. Le dio la dirección y la hora, acto seguido cortó. De repente reaccioné, sabía que esa cantidad era más de lo que le debía, se lo reclamé, ante esto me dijo que una parte sería por los intereses y la otra sobrante me la quedaría para tener algo con qué pagarle a mi progenitor. Ya no podía detener lo inevitable.
El ocaso avisaba que ya era hora de volver a llamar, así lo hizo Gary y mi padre le dijo que el dinero ya estaba en el basurero. Cinthia fue a recogerlo, regresó con una gran sonrisa en sus tan apetecibles labios, ni siquiera me percaté de lo que empezó a decir, sólo veía el roce de esos rojos y apasionados labios friccionándose, hasta que Gary fue hacia ella, la tomó por la cintura, la besó con gran dulzura y a la vez con gran pasión, en ese instante sentí que todo mi cuerpo se calentaba, creía que me iba a desmayar. A mi cabeza entraban susurrando pequeñas voces, que no podía entender qué decían, cada vez con más frecuencia, cada vez con más velocidad entraban y se iban. No podía más, ellos ni percibían lo que me pasaba, hasta que repentinamente cogí el arma que había dejado Gary en la mesa, les apunté y les dije: “Deténganse, malditos traicioneros” Ellos me miraron desconcertados, Gary me dijo que la soltara, que por favor se la diera. Así vi cómo ellos suplicaban asustados, les sonreí y les dije: “¿Creían que podían burlarse de mí tan fácilmente? Tú Erika, que creía que me amabas y tú idiota. Ante esto Gary tembló y me dijo: ¡¿Qué?! ¡¿Qué estas diciendo?! Me reí y le contesté: Ahora te haces el desentendido. Sonó un profundo y hondo sonido en la habitación, la sangre de mi amigo yacía en el suelo. Cinthia llorando y me dijo: ¡¿Qué has hecho?! Mi antiguo amigo aún seguía con vida es por eso que le dije que me había acostado con la mujer que quería, ante esto ella me dijo: Eres un gusano despreciable, ni siquiera sabes amar a una mujer, eres poca cosa, insignificante, no vales na… Otro sonido se escuchó en la habitación, cuatro seguidos. Después de esto por fin reaccioné, pero no lloré, ya no sentía nada, el “destino” me había enseñado a no tener sentimientos, el “destino” sería sólo mi compañero…

Quizá (tercera parte)

Creo que ya no siento dolor ni rencor contra aquella persona que me hizo sufrir, ahora estoy vacío, mi alma ya no tiene luz, yo ya no soy yo…
Desperté con un nudo en la garganta por lo que me esperaba y por lo que podía hacer para evitarlo, pero me decidí, aunque mi conciencia me matara por siempre, tenía que evitar un problema para la familia Villanueva, el distinguido apellido de mi padre. Así que convenía el mal menor, eso creía…
Bueno, tenía que planificar cómo y con quién hacerlo, así pensando, se me ocurrió llamar a Gary para que me ayudara. No me pareció raro cuando me dijo: Con tal que me pagues no me importa si te ayudo un poco. Pero lo que sí me pareció extraño fue que trajera a su novia para ayudarlo explicándome después que si él hablaba con mi padre le reconocería la voz así que su novia Cinthia lo llamaría para que no sepa quién es.
Lo planificamos todo para el viernes que se suponía que terminaban mis clases de guitarra ya habiéndole dicho a mi padre que además me iba a una discoteca con mis amigos. Así pues llegó el fin de semana, salí de mi casa despidiéndome de mi papá con un gran abrazo, luego fui al departamento, donde siempre iba a fumar con Gary (como ya les había comentado en la anterior lectura) y lo encontré con Cinthia revolcándose en la cama gritando como locos, drogados como siempre, pero esta vez además, haciendo el amor. Entré como ladrón, discreto y sin ruido, con la llave que me había dado mi antiguo amigo encontrándolos en una habitación del segundo piso. Ingresé y subí por las escaleras despacio porque Gary me había dicho que ese día iban a pintar el último piso, pero que no me preocupara porque los trabajadores eran sus “consumidores selectos”, él había comenzado a comercializar droga. Aun así necesitaba mucho más dinero, el cual yo se lo tenía que dar, esta explicación se suponía que tenía que calmarme, sin embargo quería estar seguro de que nadie me viera.
Cuando llegué a ver a Cinthia desnuda, ella toda bella me hizo recordar a Erika, eso me hizo perder la cabeza, sentirme que no valía nada. Después de esta desagradable experiencia empezamos los tres a drogarnos y ya al anochecer Gary fue a comprar comida para toda la semana. Me quedé sólo con Cinthia y volví a recordar, pero empecé a reír lo más fuerte que pude. Ella me imitó, para después abrazarme y besarme; yo no quería porque me dolía mucho sentir nuevamente afecto, pero seguí el juego acostándome con ella.
Sólo fue una experiencia más, como probar droga o alcohol, en ese momento no estaba tan interesado en gozar en demasía, así que me pareció algo insípido.
Cuando regresó Gary los dos ya estábamos con ropa y aparentamos que nada había ocurrido. Esperamos hasta las dos de la madrugada para llamar a mi casa, mi padre contestó, Cinthia le dijo que si quería ver vivo a su hijo tenía que esperar otra llamada y no avisarle a la policía…
Sí, ése era el plan: crear un supuesto secuestro para obtener dinero de mi padre y pagarle a Gary. Sé que nunca debí hacerlo, pero el “destino” me lo aconsejó, y el “destino” me seguirá guiando…

05 agosto, 2009

Quizá (segunda parte)

Qué dolor siento por su partida, sufrimiento, pero más que eso, rencor es lo que hay en mi corazón; dejando de lado mis sentimientos me quedé sin dinero, y para mi pesar me acordé que tenía una gran deuda con un gran amigo, un chico rubio que vivía en La Molina, que siempre le gustó la diversión extrema, las drogas y el sexo, algo común para personas que tienen mucho dinero por derrochar y son arrogantes, pero un día su padre le canceló las tarjetas de crédito al encontrarlo drogado en la puerta de su casa. Bueno ustedes se preguntarán y ¿cuándo me prestó dinero? Primero les diré cómo lo conocí: Una tarde, dos semanas antes de que llegara Erika, me lo presentó una amiga en el club al cual yo siempre iba los fines de semana; él se llamaba Gary, lo vi, estaba drogado y es por eso que casi le roban, pero yo estaba allí y lo defendí, así nos hicimos excelentes amigos. Todas las mañanas me invitaba a fumar en la azotea de un departamento que su padre había comprado, allí recuerdo que reíamos de todo. Hasta que un día, como observé que siempre tenía dinero y yo necesitaba para comprarme un auto, le pedí prestado, me sonrió y luego rió a carcajadas diciendo: ¡Pensé que nunca me pedirías dinero! Yo le pregunte riéndome: ¿eso es un sí? Ante esto su cara cambió a seria diciéndome: ¡Claro que sí, hermano! Luego empezó nuevamente a reír y yo con él.
Al día siguiente me fui a comprar el auto, pero a dos calles de llegar, un chico escuálido, pero con una fuerza tremenda me ahorcó por detrás y cuatro más me cercaron quitándome todo el dinero que tenía, para después irse corriendo, en ese momento me quedó un gran nudo en la garganta. Regresé a mi casa sabiendo que no podía pedirle más dinero a Gary porque después no tendría de dónde pagarle ya que mi padre al saber que me drogaba me había suspendido las tarjetas de crédito, siendo también yo un desempleado más, no tenía ni un sólo ingreso. Así que decidí evitar a Gary para llevarme bien con mi padre y que me diera algo de dinero, en ese lapso de tiempo conocí a Erika.
Como ignoré en demasía a Gary, él me guardó rencor y así es como todos los días me pedía su dinero, pero yo me sentía abstraído de esta preocupación “gracias” al hechizo de esa chica, hasta que ocurrió lo que en la primera lectura les conté destrozándome el alma, además de recordarme el préstamo. No sabía qué hacer: empecé a leer en los periódicos para saber si habían trabajos disponibles para un bachiller en Ingeniería Civil, pero sabía que no obtendría el dinero en una semana, último plazo que me había dado mi antiguo amigo Gary, luego pensé en robarle a mi padre, pero no sabía dónde guardaba el dinero, después llegó un pensamiento fugaz y a la vez tonto: pedirle dinero, sin embargo ya me había dado mucho, siendo una persona muy avara, que no le agradaba gastar y cuando lo hacía no le gustaba que lo derrocharan, que para mal ése era mi caso. Finalmente me puse a ver televisión, resignado ya, a morir o recibir una golpiza, y vi en las noticias varios reportajes de asesinatos, robos, secuestros, delincuencia de todos los días; antes de quedarme dormido me dije: quizá el “destino” sea suficiente para solucionar este problema, quizá el “destino”…