09 abril, 2010

24 y 16

Esta es la historia de una chica cándida, alegre, tierna, con una dulcísima sonrisa y bellísimos ojos. Y la de un chico alegre, visionario, con grandes ideas, con deseos de experimentar sensaciones nuevas. Así dos vidas semejantes, dos almas que desprendían belleza se encontraron, quizás en una fiesta, o en una reunión de amigos. Eso es lo que menos importa, porque si se hablara sólo de la situación en cómo se conocieron no tendría razón de ser esta historia.

La razón primordial, la causa del nacimiento de esta historia es para contar lo sucedido a lo largo de la vida unida de estas personas. Pero sin extenderse en detalles, sino en puntos claves que determinen el desborde o encauzamiento de la relación amorosa, que a continuación vas a leer:

Fabiola, la chica tímida y a la vez extrovertida, el balance perfecto. Mario, el chico sincero, y a la vez hipócrita, el desbalance perfecto. Dos personas, que se encontrarían en la vida. Mario fue el primero en hablarle, y él, según su engalanadora forma de expresar, atrajo la atención de Fabiola, dejándola asombrada. Sus pensamientos ya fantaseaban con el chico recién conocido.

Y así empezó una amistad que rápidamente se convertiría en enamoramiento por parte de uno, mientras que para el otro serviría como base del engaño. Quizás él se enamoró, pero vio más en ella a una compañera para volver a despertar pasiones, a sentirse más joven, a recordar viejos momentos. Y me refiero a viejos momentos, porque cuando tenía 20 años estuvo con una chica de igual edad que Fabiola, mas sólo la buscó para jugar con ella y nada más. No le importó que al dejarla, destruiría los sentimientos de aquella soñadora adolescente.

La relación comenzó dulcemente, con caminatas agarrados de la mano, visitas a grandes parques, cines, paseos, llamadas por teléfono, cartas y bellas palabras de amor. Así pasaron semana tras semana, y la relación se fue intensificando. Entre tímidos besos por parte de ella, hasta intentos de él por despertar la pasión desenfrenada en ella.

Todo era tan bello, tan perfecto para ella, había encontrado a alguien en quien verdaderamente confiar, un chico que fuera más maduro que sus amigos del colegio, el que realmente sabía cómo expresar sus sentimientos hacia ella y ella hacía él. Este sentimiento, esta dicha la hacía perderse entre sueños aún despierta, y era más común que esto le sucediera en clases, dibujando un número incontable de corazones con sus nombres escritos en ellos: Mario y Fabiola For Ever

1 comentario:

Anónimo dijo...

Go on, keep thinking and look foward