01 marzo, 2015

Lo que no se calcula


- Te voy a contar una historia. Hace unos años, en la tierra, aquella que ves en el norte, vivió uno de mis amigos más queridos. Su nombre era Bruno, un joven de veintiséis años, preocupado siempre por el futuro. Claro, que esto no es muy común en los jóvenes. Muchos sólo viven el día a día sin siquiera darle importancia a lo que les rodea y otros tantos sólo se preocupan por el presente. Pero, este joven era distinto. Todo se basaba en constantes y variables para él. Planificaba todos sus días.

- Entonces, ¿se convirtió en un hombre importante?

- Lamentablemente, se obsesionó con la idea de poder controlar todo a su alrededor. Todos los posibles caminos que se derivaban de una sola acción, lo atormentaban, día y noche. Quería manejar todo en esta vida. Es por ello que empezó a estudiar. Recorrió todas las ciudades de nuestro país, para así aprender. Buscaba en bibliotecas, consultaba a las personas. En ese tiempo, logró leer miles de libros. Pero, no cargaba con ninguno en sus viajes. Cuando terminaba de leer alguno, apuntaba las ideas necesarias y las guardaba en su mochila. 

- Maestro, ¿es la historia de alguien que quería convertirse en Dios?

- Era el motivo por el que vivía. Todas las mañanas se despertaba con la ilusión de recrear otro escenario y poder predecir todo. Fue en una de esas mañanas, en la que conoció a Violeta. Una mujer, que creyó que lo que él hacía era encomiable. Ella, entonces decidió seguirlo en su viaje. Lo ayudó a ordenar sus ideas, a escribirlas, mientras él las dictaba.

- Una pareja, hecha por el destino.

- No fue así. Bruno cometió un error al momento de conocerla, de permitirle seguir su camino: él se enamoró. No lo pudo predecir. Y así empezaron los errores, uno tras otro. Las lecturas diarias, dejaron de serlas. Las ideas se mezclaban con el aroma de Violeta, con su sonrisa, con su rostro dormido a la luz de la luna.

- Entonces, ¿ellos intimaron sin estar casados?

- Nunca intimaron más allá de un apretón de manos. Llegada la noche, cuando no tenían  suficiente dinero, dormían en el campo. Es por ello, que Bruno podía ver su rostro dormido. La meta de su vida empezó a convertirse en algo secundario. Empero, él se sentía alegre. Un sentimiento, que jamás le había dado el intentar predecir el futuro.

- Maestro, entonces ¿por qué le llama error?

- Él decidió declarar sus sentimientos. Con los conocimientos adquiridos intentó predecir los posibles escenarios. Pero, en el momento de estar al frente de Violeta, él no se contuvo y la besó. No pudo predecir aquello, ni lo que vendría después: ella lo abofeteó. Entre sollozos, dijo que lo admiraba como un maestro. Bruno le preguntó si alguna vez ella lo amaría. Entonces, respondió contándole que sólo amó a un hombre, su esposo, el cual había muerto hacía dos años. Que nunca amaría a alguien más.

- ¿Qué pasó después?

 - Esa fue la última vez que se vieron. Ella decidió tomar un camino, y él no la siguió. Dejó de intentar predecir las cosas. Buscó paz en las montañas y decidió enseñar lo que había aprendido.


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