- Te voy a
contar una historia. Hace unos años, en la tierra, aquella que ves en el norte,
vivió uno de mis amigos más queridos. Su nombre era Bruno, un joven de
veintiséis años, preocupado siempre por el futuro. Claro, que esto no es muy
común en los jóvenes. Muchos sólo viven el día a día sin siquiera darle
importancia a lo que les rodea y otros tantos sólo se preocupan por el
presente. Pero, este joven era distinto. Todo se basaba en constantes y
variables para él. Planificaba todos sus días.
-
Entonces, ¿se convirtió en un hombre importante?
-
Lamentablemente, se obsesionó con la idea de poder controlar todo a su
alrededor. Todos los posibles caminos que se derivaban de una sola acción, lo
atormentaban, día y noche. Quería manejar todo en esta vida. Es por ello que
empezó a estudiar. Recorrió todas las ciudades de nuestro país, para así
aprender. Buscaba en bibliotecas, consultaba a las personas. En ese tiempo,
logró leer miles de libros. Pero, no cargaba con ninguno en sus viajes. Cuando
terminaba de leer alguno, apuntaba las ideas necesarias y las guardaba en su
mochila.
- Maestro,
¿es la historia de alguien que quería convertirse en Dios?
- Era el
motivo por el que vivía. Todas las mañanas se despertaba con la ilusión de
recrear otro escenario y poder predecir todo. Fue en una de esas mañanas, en la
que conoció a Violeta. Una mujer, que creyó que lo que él hacía era encomiable.
Ella, entonces decidió seguirlo en su viaje. Lo ayudó a ordenar sus ideas, a
escribirlas, mientras él las dictaba.
- Una
pareja, hecha por el destino.
- No fue
así. Bruno cometió un error al momento de conocerla, de permitirle seguir su
camino: él se enamoró. No lo pudo predecir. Y así empezaron los errores, uno
tras otro. Las lecturas diarias, dejaron de serlas. Las ideas se mezclaban con
el aroma de Violeta, con su sonrisa, con su rostro dormido a la luz de la luna.
-
Entonces, ¿ellos intimaron sin estar casados?
- Nunca
intimaron más allá de un apretón de manos. Llegada la noche, cuando no
tenían suficiente dinero, dormían en el
campo. Es por ello, que Bruno podía ver su rostro dormido. La meta de su vida
empezó a convertirse en algo secundario. Empero, él se sentía alegre. Un
sentimiento, que jamás le había dado el intentar predecir el futuro.
- Maestro,
entonces ¿por qué le llama error?
- Él
decidió declarar sus sentimientos. Con los conocimientos adquiridos intentó
predecir los posibles escenarios. Pero, en el momento de estar al frente de
Violeta, él no se contuvo y la besó. No pudo predecir aquello, ni lo que
vendría después: ella lo abofeteó. Entre sollozos, dijo que lo admiraba como un
maestro. Bruno le preguntó si alguna vez ella lo amaría. Entonces, respondió contándole
que sólo amó a un hombre, su esposo, el cual había muerto hacía dos años. Que
nunca amaría a alguien más.
- ¿Qué
pasó después?
- Esa fue la última vez que se vieron. Ella
decidió tomar un camino, y él no la siguió. Dejó de intentar predecir las cosas.
Buscó paz en las montañas y decidió enseñar lo que había aprendido.
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