Paulo y
Martín eran niños cuando la desaparición del señor Eusebio se volvió un
misterio en el pueblo. Dos pequeños, de ocho y siete años, respectivamente. Sus
mañanas pasaban entre el colegio y el fútbol, sus tardes en las tareas, sus
noches en el televisor. Sin embargo, toda su rutina infantil cambiaba cuando
llegaban las vacaciones, tiempo en el que las mañanas eran dedicadas al trabajo
y las tardes a la vagancia, como decían los mayores, cuando los veían ir y
venir en grupos, que variaban de cuatro hasta una docena.
Era claro,
lo niños buscaban divertirse por las tardes, algunos por el mero hecho de
sentir la adrenalina de correr tras una pelota, o de escalar el árbol más
grande del vecindario; otros intentando olvidar la golpiza que les dio su padre
la noche anterior. Sea cual fuera la razón, los grupos se formaban todos los
días y las ideas llovían para saber qué harían.
- No,
Claudio, quizás el señor Eusebio sigue ahí.
- Paulo,
no va a pasar nada.
- Sí,
¡vamos Paulo! – todos los niños gritaban en coro.
Paulo era
el más miedoso del grupo “Los Aventureros”, nombre que surgió cuando lograron rescatar
su pelota de la propiedad del señor “Ojo de Vidrio”, el señor más odiado del
vecindario, quien solía guardar las pelotas, gritando a los niños que se fueran
a jugar a otro lugar, y si alguno de ellos se atrevía a cruzar la valla que
rodeaba su casa, recibía un balde de agua fría.
Pero, el
grupo, conformado por Claudio, Martín, Saulo, Jose y Paulo, logró la hazaña. Pudieron
pasar la valla sin que “Ojo de Vidrio” notara su presencia y recuperaron
decenas de balones. Por ello, fueron vitoreados por los demás chicos del barrio,
convirtiéndose desde ese día en “Los Aventureros”
-
Entraremos por la parte de atrás, llegaremos a la tienda y la abriremos desde
allí.
- ¡Seremos
los más valientes! ¿No quieres eso Paulo?
- Está
bien… vamos – respondió dudoso Paulo. Entonces todos alzaron su puño al cielo
en señal de alegría.
( comunidad PTB )
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