02 junio, 2015

Nuestros caminos (segunda parte)

Durante el tiempo que duró mi mejora en el estudio, comencé a buscar trabajo. La opción que más me llamó la atención fue la oficina de correos, porque la paga era buena y los horarios flexibles. Un pequeño paraíso de nuevas oportunidades se me presentaba. Y a pesar de tener que hacerlo en secreto, hasta que mis notas aumentaran, valía la pena.

Lucio no me contó al instante que buscaría trabajo a escondidas. Me lo dijo cuando ya estaba establecido en dicho trabajo. Creía que nos teníamos más confianza. Dudé.

Cuando entré a trabajar en la única oficina de correos de mi ciudad, no pensé que conocería a muchas personas y mucho menos que aprendería sobre amores tórridos, como los de novela. Susan, era el nombre de mi jefa y era el nombre de la mujer que me marcaría por muchos años.

A pesar de mis esfuerzos por arreglarme y que me viera más atractiva, yo sentía que Lucio se distanciaba más y más de mí con el pasar de los días. Es por eso que decidí a demostrarle directamente lo que sentía por él.

Era jueves, lo recuerdo. Ella me invitó a su casa para ver una película.

Decidí arriesgarme. Los jueves eran nuestros días libres.

Cuando llegué a su casa y la vi me di cuenta de su nerviosismo. Empecé a sospechar de lo que para muchos sería obvio.

Puse caras raras, fui al baño varias veces y le pregunté repetidamente cómo iba en el trabajo.

Y dicho nerviosismo no se le quitó al ver la película. Incluso aumentó.

No recuerdo ni siquiera qué película puse.

A mitad de la película, se acercó hasta el punto que nuestros hombros chocaban. Pude percibir, entonces, qué era lo que sucedía.

Las luces apagadas estando los dos solos en mi casa, pero el caballero no se percataba de la situación. Tuve, entonces que armarme de valor y dar el siguiente paso: me acerqué hasta donde nuestra respiración se entrelazaba, lo miré, un poco decidida, un poco temerosa.

Tenía sus ojos lagrimosos. Estaba presionada, quizá presentía lo que me ocurría en el trabajo. Y a pesar de eso, no le dije nada. La miré y la besé. Me sentí egoísta…


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