05 septiembre, 2015

Historia de un sueño

Era un hombre correcto. Así podría resumir su vida en una frase. Trabajaba en las mañanas y en las tardes y las noches las usaba para acompañar a su madre enferma. Esta rutina solamente se alteraba cuando ella tenía cita con el doctor.

Su casa era como cualquier otra del barrio, todas eran prefabricadas, de color verdusco. Pertenecían al grupo de personas privilegiadas de haber obtenido un hogar rápidamente luego del devastador terremoto. Un hecho fatídico que se llevó a miles de familias.

Fue un milagro el que Javier y su madre sufrieran solamente heridas leves luego del traumático suceso. Y fue mucha la buena suerte del joven, de ser de los pocos en conseguir trabajo de inmediato. Una labor muy mal pagada, por el contexto de la tragedia, pero que le daba lo necesario para subsistir.

En aquel trabajo conoció a dos ex convictos, quienes habían comenzado una nueva vida, dejando atrás la delincuencia. Ellos eran buenos en su faena: retirar escombros, y lo hacían con gran habilidad. Eran respetados en el barrio, pero se sabía que tenían rencillas con drogadictos y alcohólicos. Así que, a pesar de ayudar a la comunidad, la gente no se relacionaba con ellos. La única persona que mantenía conversaciones no laborales con ellos era Javier. El motivo de esta relación era que el joven no veía ningún motivo para no darles una oportunidad de reintegrarse a la sociedad. Sentía la obligación de ser un buen ciudadano.


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