“¡Estamos
a unos pasos de conseguir nuestra verdadera libertad!” Acto seguido, Javier
comandó a sus camaradas hasta el recinto del rey. Una hora después lograron
capturarlo, amarrándolo y haciendo que éste pidiera perdón a toda la población.
Sin embargo, Carlos decidió entregarlo a la voluntad del pueblo.
“¡¿Por qué
hiciste eso?!” “Era necesario… mira, allá en aquella habitación… te está llamando
Walther…” Javier fue a ver qué era lo que sucedía. Un puñal fue clavado en su
pecho. La sangre corría por las manos de su antiguo compañero, mientras la
gente alborotada con el rey, no se percató de la agonía de su líder. Los había
cegado su sed de venganza.
Los meses
pasaron, y los pobladores que vivían a las afueras de la ciudad, siguieron con
las mismas condiciones por las que habían ido a sacrificarse aquel sangriento
día. Nada había cambiado. Las leyes seguían siendo las mismas. La pobreza
seguía respirándose en cada mañana, en cada puesta de sol. El gobierno
solamente cambió de manos. La población cometió el error de proclamar a Javier como su nuevo rey, y éste designó a sus ex
subordinados para que lo ayudaran a tomar el control total de la nación. Los
meses pasaron, llenos de guerras internas, y con esa necesidad atávica de
poder.
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