“Tomaremos
la plaza y el congreso. ¡No nos podrán detener!” gritó Javier, mientras los
demás recogían armas improvisadas. Cacerolas, palos de escoba, algunos
cuchillos doblados de tanto uso, todo lo que pudiera servir para la
confrontación era recogido. “De noche será más fácil entrar, hoy haremos
justicia. ¡Por nuestros padres, por nuestros abuelos y por los que vendrán!” Y
luego de estas palabras la muchedumbre enfurecida empezó la marcha hacia el
centro de la ciudad.
“Compañero
Javier, con el éxito de nuestra empresa tendremos que rápidamente poner en
orden las cosas. No debemos dejar que el caos destruya más que lo necesario.
Así que creo… que necesitamos compartir el poder” susurró Carlos. Pero no hubo
respuesta alguna, sino más arengas. “¡Amigos, concéntrense en el palacio, en el
rey y la reina!”
Carlos,
entonces se dio cuenta de lo que pasaba. Se retiró del lado de Javier y fue al
encuentro de uno de sus ex subordinados. “Walther, necesito que asesines a
Javier” “Pero, jefe no me pida algo así… la turba me tomaría y solamente Dios
sabe qué es lo que me harían” “No seas cobarde. No te harán nada. Yo me
encargaré de ellos…
“¡Señor,
un mar de gente está a las puertas del palacio!” “¡No dejes que se entere el
rey! Mande a toda la guarnición a defender la entrada” “¡Son demasiados, nos
superan!” “¡Pero no tienen armas ni adiestramiento! Así que cálmese, que pareciera
que no es… “¡¿Qué es todo ese ruido?!” “Majestad, no se preocupe, son solamente
algunos pobladores. No es nada importante.” “Deshágase del problema inmediatamente”
“¡Sí, alteza!” Es así, que terminadas las palabras entre un soldado, un general
y el rey, la defensa se organizó. Las flechas llovieron sobre los cuerpos de la
población, pero esto no la detuvo, pudiendo derribar el portón.
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