07 julio, 2015

La mentira del poder

“Tomaremos la plaza y el congreso. ¡No nos podrán detener!” gritó Javier, mientras los demás recogían armas improvisadas. Cacerolas, palos de escoba, algunos cuchillos doblados de tanto uso, todo lo que pudiera servir para la confrontación era recogido. “De noche será más fácil entrar, hoy haremos justicia. ¡Por nuestros padres, por nuestros abuelos y por los que vendrán!” Y luego de estas palabras la muchedumbre enfurecida empezó la marcha hacia el centro de la ciudad.

“Compañero Javier, con el éxito de nuestra empresa tendremos que rápidamente poner en orden las cosas. No debemos dejar que el caos destruya más que lo necesario. Así que creo… que necesitamos compartir el poder” susurró Carlos. Pero no hubo respuesta alguna, sino más arengas. “¡Amigos, concéntrense en el palacio, en el rey y la reina!”

Carlos, entonces se dio cuenta de lo que pasaba. Se retiró del lado de Javier y fue al encuentro de uno de sus ex subordinados. “Walther, necesito que asesines a Javier” “Pero, jefe no me pida algo así… la turba me tomaría y solamente Dios sabe qué es lo que me harían” “No seas cobarde. No te harán nada. Yo me encargaré de ellos…

“¡Señor, un mar de gente está a las puertas del palacio!” “¡No dejes que se entere el rey! Mande a toda la guarnición a defender la entrada” “¡Son demasiados, nos superan!” “¡Pero no tienen armas ni adiestramiento! Así que cálmese, que pareciera que no es… “¡¿Qué es todo ese ruido?!” “Majestad, no se preocupe, son solamente algunos pobladores. No es nada importante.” “Deshágase del problema inmediatamente” “¡Sí, alteza!” Es así, que terminadas las palabras entre un soldado, un general y el rey, la defensa se organizó. Las flechas llovieron sobre los cuerpos de la población, pero esto no la detuvo, pudiendo derribar el portón.


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