“Quiero tocarte de nuevo. Quiero insistirte, golpear tu puerta hasta que me abras. Pero, tu orgullo, tu dignidad, no va a dejar que entre ni Dios”
- Así son
todas, amigo. Si ellas dicen que todos los hombres somos iguales, nosotros
también podemos decir lo mismo.
- Pues
ella es la más terca que he conocido.
- Pero,
dime la verdad… ¿te encerraste en tu oficina con Julia?
- No es verdad. Diana no puede creer en chismes. Sólo porque una persona le contó
que me vio, no significa que sea verdad.
- ¡Vamos!
Estamos entre amigos, cuéntame.
- ¡No! No
estuve con ella.
Renato cerró sesión.
Acto
seguido, Renato se desconectó del chat. “Maldito mentiroso, mal amigo” pensó su
colega de trabajo. “No quiere contarme”
“Le
mandaré una carta. Esas tonterías siempre le han gustado” Resolvió mientras su
remordimiento se convertía, como por arte de magia, en disgusto hacia ella.
Amiga, compañera, amante, amor. Tú más que
nadie sabe lo que yo siento. Tú conoces
hasta mis manías más raras. Sólo a ti te he abierto mi alma, mi cuerpo y mi
futuro. Y por estas razones, es que yo te pido que no creas en lo que alguien
mal intencionado puede decir. Serán celos, será envidia, la gente es así. No
soporta que los demás sean enormemente felices, como lo hemos sido nosotros, mi
vida.
Por favor, ábreme la puerta y observa mis ojos
para encontrar la verdad en ellos. Te amo.
“Con eso bastará, intentaré dormir… A
esperar en la sala, para que no se me escape. ¡Qué jodido es dormir en el sofá”
Renato pretendió descansar, pero una interrogante sin respuesta, lo despertaba
cada vez que estaba a punto de irse a otra dimensión. “¿Quién le habrá contado
eso a mi mujer? Todos son unas cotorras de mierda. Lucía, Daniel, Wilmer, Luis.
A esa hora no quedaba nadie. A todos les dije que se fueran temprano. Entonces,
¿quién?”
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