“Que se haya terminado, no
significa que tu vida también, pedazo de idiota” “¿Crees que ella está deprimida,
encerrada en su cuarto?” “No seas maricón” Esas fueron algunas de las frases alentadoras,
que mis amigos me dijeron. Sí, claro… alentadoras… pero su intención era buena,
y eso me mantenía algo tranquilo.
Ellos querían que vaya a la
casa de Eduardo, un colega del trabajo. Recientemente lo habían ascendido de
puesto, y por este motivo organizó una reunión pequeña, “solamente entre nosotros”
fue lo que nos dijo. Yo, por supuesto, no tenía ni la más mínima intención de
ir. Pero, los gritos de mis compañeros, hicieron que me espabilara por un
momento, y fue así que mi cerebro le gritó a mi autoestima: “Tienes que ir
Sebastian, tienes que despejar tu mente, distraerte… y olvidarte de ella”
Mis amigos me esperaban afuera
del edificio donde vivía, eso fue lo que vi por las cortinas de mi ventana, cuando
ya me había cambiado de ropa. Un nudo en mi garganta se formaba entonces, y el
pequeño discurso de mi cerebro perdía, por cada escalón que bajaba, la
intensidad con la que había sido dicho. Así, cuando llegué a encontrarme de
nuevo con mis colegas, me dijeron: “tienes la misma cara de hace unas horas, un
tremendo huevón”
Recuerdo que en ese viaje
hasta la casa de Eduardo, mis sentidos me traicionaron. Los sonidos de la noche
me hacían recordar su risa, mezclada entre alcohol y alegría; cada chica que
veía, por el retrovisor del auto de Cristian, me hacía pensar: “Nadie será como
ella…” Lo que me salvó de no volverme loco, en ese viaje, fueron los golpes de
Andre. “Un golpe, por cada vez que pongas esa cara de melancólico”
Eran las diez y media cuando
llegamos a la “casa” de Eduardo. Yo, desde que la vi, pensé: “¡Vive en una fucking mansión!” Cuando volteé a ver a
mis amigos, todos tenían la misma cara. “Viviendo en una casa así, Eduardo
debería ser el presidente de la compañía” dijo Cristian. Todos asintieron,
menos yo, que nuevamente había empezado a recordarla, pero antes de que la
besara en mis pensamientos, otro golpe de Andre me hizo reaccionar.
“¡Amigos! Pasen, están en su
casa” Así fue como nos recibió Eduardo al abrirnos la puerta de su casa. El
auto donde habíamos venido estaba ya estacionado en su inmenso patio. Mientras
nosotros cuatro entrábamos a la “pequeña reunión”. Sí, claro… tan pequeña, que
si hubiese tenido tiempo de contar a todos los invitados, me hubiese tomado
toda la noche.
Y allí estaba yo, como "el pobrecito
al que lo dejó su novia, a vísperas de que él le propusiera matrimonio” (Y sin
embargo, actualmente, se siente estupendamente contento, de que las cosas no
hayan salido como él las planeó)
6 comentarios:
Yaaaa querer otroooooooooooo capitulo psssss *_*
Me ha gustadoo muchooo :)
Lo que me ha hecho reir es lo de "No seas maricón" XDDDDDDDDDDDDD
Te quiero <3 ^^
Jjajaja te gustó ¿eh? :) Te quiero muchomuchísimo :)
Muchoo ps ^^ tienes que hacerte escritor entre otras cosas ps!
Y yoooooo muaa ^_^
Me causó buena impresión tu relato, no dejes de ejercitar el músculo literario, saludos
PTB
Muchas gracias. Lo haré
Saludos.
PTB
Muy bien, coincido con Al Marqz, hay que seguir trabajando, muybien
Publicar un comentario