¿Qué querían esos ojos? Una
mirada profunda. Parecía que miraba dentro de mi alma, y develaba mis secretos.
Esperé unos minutos hasta
tener mi bebida. Me alejé, con dirección a Walter, pero recordé lo descortés
que había sido con Melisa. Así que tuve que cambiar mi rumbo…subí dos pisos
hasta llegar a la terraza. (No les digo cuánto me demoré para llegar allí,
porque imagino que ya entendieron que esa “casa” era gigantesca)
Al momento de llegar, sentí la
brisa helada que nos indica que la madrugada llegó. Y entonces me puse a
pensar, cuando vi mi reloj: “Es la una en punto. Imagino que dentro de una
hora, todos los que tenemos que trabajar, nos iremos… definitivamente, una
noche como cualquier otra…cualquier noche es igual si no está ella…”
Mi mente seguía divagando
mientras estaba recostado en el barandal, hasta que una mano tocó mi cabeza. Me
di la vuelta para saber de quién se trataba. ¡Los mismos ojos de antes! Para
ese momento su sonrisa también me seguía. Yo la miré desconcertado.
“Sebastian, ¿verdad? Un gusto
conocerte” “¿Cómo conoce mi nombre?” pensé. “Ven siéntate, parece que tienes
muchas cosas atragantadas en el alma” Cuando terminó de decirlo se sentó en una
silla próxima al barandal. Yo la imité, para saber a dónde quería llegar.
Estábamos los dos, frente a frente, separados por una mesa. “Desahógate” me
dijo. Entonces, yo empecé a contarle… (hasta el día de hoy, pienso que por efecto del alcohol, empecé a hablar de mi vida a una desconocida)
Cuando terminé de contarle mi
historia, me dijo: “Sabes, yo pienso que el amor es como el viento. Es libre. No
puede estar enjaulado. Quizás la mujer con la que estuviste sintió ganas de
vivir otras cosas antes del matrimonio. Pero tú te empeñaste en hacerle creer
que casarse era el paso siguiente. Finalmente ella no lo soportó y te dejó. Así
fue. Aunque no fue tu culpa, cada persona tiene una visión distinta de lo que
quiere en el futuro. Aun así, tú quisiste que se quedase, le rogaste, pero la
decisión ya estaba tomada. Ella se fue con el viento, aunque tú le pediste que
no te dejara...tienes que aceptarlo. Vivir tu presente, porque el pasado se
quedó atrás. Así se de simple. Supéralo y sigue”
No le dije nada. Tomé un trago
y me puse a ver las estrellas. Fucking estrellas,
me hicieron recordarla con dolor por última vez. (Pero, al menos fue por última
vez). Y cuando estaba por cerrar mis ojos para dormirme, ella se levantó de su
silla, me besó en la mejilla susurrándome al oído: “No lo olvides” (Nunca lo
olvidé)
Al momento de despertarme
estaba en mi cama. Eduardo estaba mirando por la ventana. “Por fin te levantas,
haragán. Tuve que decirle al jefe que te enfermaste.” Lo único que atiné a
decirle fue: “¿Quién era la chica?” Me miró extrañado. “¿De qué me hablas?” Le
respondí: “La chica con la que estuve hablando” Su rostro se tornó pensativo, y
después de unos segundos me contestó: “Ayer no te dije nada, porque vi que
hablabas con ella. Así que supuse que sí sabías quién era… ella era una prima
de Sara…” En ese momento sentí un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo. ¡La
chica misteriosa me conocía, y conocía mi historia! Aun así quiso escucharme y ayudarme.
Darme palabras de aliento. Me sentí agradecido con aquella chica, pero no pude
mostrarle mi gratitud, porque el mismo día viajó, según me enteré por las
amigas de Eduardo.
Desde ese día me esforcé para
continuar con mi vida. Mi novia me dejó porque la asfixié con el tema del
matrimonio. Pero, me centré en la idea de que ella no era la indicada. (Y
ciertamente no lo fue)
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