07 diciembre, 2013

Mi historia con ella


Mi nombre nunca estuvo en las bibliotecas de renombre, ni mi rostro en los textos educativos. Aun así me sentía una celebridad, toda una eminencia literaria. Y por ello mis homólogos siempre me tuvieron envidia (eso es lo que creía)

Podría recordar tantas situaciones, y todas ellas me daban la razón. Todas ellas alimentaban mi ego. Por ejemplo, un día, me invitó un conocido a la presentación de su libro. Una historia simple, tan falta de imaginación, que se me ocurrió empezar a revelar sus fallas en pleno evento (por supuesto que para esto, ya tenía una copia desde hacía unos días) Pero, en pleno ejercicio de mi pequeño experimento, llegó un hombre de seguridad y me dijo, sin que se enteraran los demás invitados: “tienes que retirarte”. Entonces, indignado busqué con la mirada a Gaitán, mi conocido. Y cuando lo encontré, me ignoró. Es por eso que me fui pacíficamente (jamás me han gustado las peleas)

Al principio no lo entendí. No comprendí el motivo del disgusto de mi compañero. Mi ego me había nublado tanto, que aquello escapaba de mi exiguo razonamiento. “Todo comenzaba en mí y todo terminaba conmigo”. Ese era uno de mis pensamientos recurrentes en esa época de mi vida. Pero, poco a poco, esto fue cambiando. Las cartas a eventos dejaron de llegar. Los mensajes de mis admiradores dejaron de asomarse por mi correo electrónico. Los editores empezaron a rechazar mis trabajos.

Mi ego empezó a menguar. Eran pocos los que me soportaban, los que querían reunirse conmigo; y como el ego necesita de alimento, de personas que supuestamente están por debajo de uno, éste empezó a decaer. Así, fue como llegó la frustración (no conseguía escribir más de 3 párrafos, antes de borrarlo todo y comenzar nuevamente) Comencé a despreciar al mundo. A aquellos que se estaban riendo de mí (era lo que pensaba, que todo era una trampa para que dejara de escribir, y así dejar el camino libre a escritores párvulos)

Lo único que me mantenía atado a la lógica y a un sentimiento puro, era el amor que le tenía a mi madre. Una mujer de 65 años, que sufría una fuerte osteoporosis y que sin embargo, podía darme un abrazo tan fuerte como el de un oso. Un abrazo que se daba una vez por semana, cuando la iba a visitar y le compraba lo que necesitaba.

Un día, fui a comprarle sus medicinas. En la tienda, había cola para pedir los productos así que me dispuse a esperar, a contar los minutos y a maldecir por el tiempo que estaba perdiendo. ¡Cada segundo que perdía, era un segundo ganado para aquel escritor que buscaba quitarme mi lugar!

Para cuando estaba a punto de llegar a pedir la medicina, me percaté en el libro que tenía una chica que estaba por irse de la farmacia. ¡Era un libro que había escrito! “La agonía del dolor” era el título. ¡Un admirador estaba tan cerca a mí, luego de tantos meses sin ver uno! Era el escenario perfecto para que hablara con él. Así que salí de la cola y la seguí.


3 comentarios:

rompecabezasymatices dijo...

Supongo que esta historia continuara. Lo comparto. Espero ver coso se enfrenta a su lectora.

wegwrg dijo...

Esta entrada no ha dejado de sorprenderme en cada línea. ¿Es un defecto generalizado en todo escritor sentirse así en más de una ocasión? Es tal y como describes, cuando se pisa el ego, la creatividad te abandona. Sin embargo yo intento ser prudente, mientras le doy patadas al orgullo, intento ser humilde y aprender cada vez más de mis fallos para volverme mejor escritor. Pero, a la vuelta de la esquina, espera siempre, pacientemente, el orgullo. Me gustaría que te pasaras por mi blog para criticarme duramente, invitando a tu ego ser el personaje principal de esta historia. No busco la humillación sino el aprendizaje. Confío en tu sinceridad y en la crítica positiva. Si tienes tiempo y voluntad, dime a mí como le ibas a decir a él, los propios fallos de su libro. En este caso, no se trata de mi libro, sino pequeñas reflexiones varias. Gracias por describir ese lado oscuro que también tengo yo. Un saludo. http://madridfilosofa.blogspot.com.es/

JLDA10 dijo...

Éxito... Verdad aquí no tengo esa imagen.
Buena historia, me recuerda al día día HAHAHA.
Espero, aunque creo que sí, que la continúes, pues ahora me ayudas a aflorar la imaginación otra vez. HAHA. EXITO, una vez más.