12 noviembre, 2009

Al recuerdo vivo

“¿No me recuerdas acaso?” Con esa pregunta se me presentó un muchacho con cabello de ocaso veraniego. No sabía quién era esta persona, no llegaba a mis recuerdos ni una pizca de memoria.
“¿Ya te olvidaste de mí tan pronto?” Rebuscaba profundamente dentro de todas mis vivencias almacenadas en mi larga y sufrida vida.
Poco a poco sentí molestias de estar soportando a ese chico que según mi profunda búsqueda no había visto nunca. Así que le dije: “Vete, que no sé quién eres” Ante esto le brotó media lágrima hasta el mentón y me dijo: “Yo pensé que nunca te olvidarías de mí, que en tu mente siempre tendrías la imagen del ser que supuestamente siempre habías querido desde el gestar de esa maravillosa mujer que entregó su propio cuerpo para darme aliento.”

No entendía qué me había querido decir, sus palabras me parecieron tan confusas, sentía que era tan familiar, pero no sabía por qué. Después de esas palabras se fue corriendo por la esquina que une las avenidas Balta y Garcilaso de la Vega, cerca al Paseo de las Musas. Me dolía y no encontraba la razón de ser de ese sufrimiento, no sabía la causa por la cual de mis ojos brotaban ya, la explosión del dolor.

Corrí tras él sin ninguna explicación, no podía detenerme, tenía que alcanzarlo, como fuera posible, a pesar de que mi físico había decaído ya desde que empecé a beber en exceso, por los problemas que me aquejaban, de salud y emocionales.

Cuando volteé por la esquina no lo pude encontrar, lo busqué con la mirada paciente y enérgica de saber que no podía desparecer sin dejar ningún rastro. Pero, no pude esperar más tiempo y corrí como nunca lo hubiera creído posible hasta que escuché una voz alarmada y lejana que me gritó advirtiéndome: “¡Cuidado!”...

Desperté y lo primero que vi fue la tenue luz que se extendía en toda la habitación. Me dolía mucho la cabeza, pero la giré y al hacerlo vi a mi hija sentada en una silla maltrecha. Comencé a explorar con mis sentidos en dónde me encontraba hasta que lo deduje al verme los vendajes. La enfermera tan pronto entró y me vio empezó a llorar saliendo despavorida de la habitación, no entendía lo que había sucedido, y tal fue el alboroto, que despertó a mi hija. Ella volteó a verme y me sonrió: “Gracias a Dios que estás vivo, has estado dos días en esa cama” Sólo pude balbucear algunas palabras como: “¿Qué me pasó?, ¿Cómo llegaste hasta aquí?" Pero, mi hija no logró entenderme. En mi boca no hallaba la suficiente fuerza para hablar correctamente y las lágrimas empezaron a brotar...

3 comentarios:

Giancarlo Castañeda dijo...

Una de las mejores en drama. Sin embrago un comienzo muy raro

Anónimo dijo...

Esta bien xevere, pero porque no haces de terror o de accion (aventuras, guerras, etc.)para variar un poco. ps
ATTE
Fairos

Poeta745 dijo...

Porque yo soy más drmático xD. Pero lo que vale son los comentarios de mis lectores xD... Así que seguiré tus sugerencias