02 julio, 2012

Pero, cuando llegó… (segunda parte)

Y ese nuevo mundo había llegado desde Francia, en un intercambio de estudiantes. Su estatura bordeaba el metro setenta y cinco, de contextura delgada, cabello rubio, ojos café, nariz perfilada, labios finos. Todo solamente superficial, la prueba era conocer a esta chica y lograr clasificarla.

“Algo tan sencillo, tan fácil de realizar…” maquinaba Alberto, que recostado en una esquina del patio, y sin “amigos” alrededor, no se había percatado de la mano extendida sobre él.

“¡Hola!, mi nombre es Sofía” El acento de la pequeña francesa llegó al oído del joven al mismo tiempo que él reaccionaba, incorporándose y respondiendo al saludo afablemente: “¡Bienvenida a mi país, Sofía! Mi nombre es Alberto, un gusto conocerte”.

Era la primera vez que la presa se acercaba al cazador, pero al “raro” no le intimidaba esta situación, por el contrario, le gustaba. “Ella dio el primer paso, ahora me toca a mí jugar”, pensaba, mientras le mostraba el instituto, y ella, encantada viendo cómo robaba la atención de todo el alumnado, (como se puede imaginar, el lado masculino era el que andaba más atento).

Antes de llegar a la oficina del director, el joven comprendió que había sido engañado: ¡los nuevos alumnos son llevados inmediatamente ante el director! “¿Cómo pude ser tan ingenuo?” Se preguntaba una y otra vez Alberto, abstrayéndose de lo que le rodeaba, hasta que la presa lo introdujo nuevamente a la realidad:

- Al…¿te puedo decir Al, verdad?

- ¡Claro! Sofi – respondió estupefacto el “cazador”.

- ¡Qué bueno! Ya nos iremos conociendo mejor – dijo Sofía, y cuando estaba por despedirse miró de un modo extraño a Alberto – Sin embargo… creo que ya descubriste mi pequeña mentira… lo hice porque quería a algún estudiante como tú, para que me muestre el instituto. ¿Me perdonas, guapo?

- … ¡No hay problema! Despreocúpate Sofi, te entiendo – respondió Alberto lleno de más interrogantes.

Sofi sonrió de oreja a oreja y se despidió con un beso en la mejilla, casi rozando los labios de Al. “¡Por fin se fue! Ahora tengo que analizar lo que sucedió aquí… siento que me ha mentido, que ella tenía otra razón para que yo, específicamente yo, la acompañe.” Pensaba Alberto antes de entrar al baño del instituto.

“¡No seas idiota, es ilógico! ¿Cómo puedes pensar que alguien de otro país, a la que no has visto nunca, te busque específicamente a ti?” Alberto se mojó el rostro y se quedó mirando el espejo del baño durante unos minutos hasta que sintió un fuerte dolor en la espalda que lo hizo voltearse… era Frank, que había golpeado con su codo al “raro.

- Vaya, vaya, así que ¿vas a acosar a la chica nueva? Métete con ella otra vez y no podrás levantarte nunca más. ¡Te lo advierto!

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