16 julio, 2012

Pero, cuando llegó… (tercera parte)

Frank estaba por irse, seguro de que Alberto no volvería a meterse con Sofía. Pero, escuchó: “Puedes mandarme al hospital, pero eso no cambiará el hecho de que nunca alguien como yo te obedecerá”

La rabia del “matón del instituto”, hizo que apretara con fuerza el cuello del raro. A pesar de ello, Alberto no luchaba, no mostraba signos de querer conservar su vida. Y cuando estaba a punto de desmayarse sintió que el aire, aunque con dificultad, regresaba a sus pulmones. Un minuto después logró incorporarse percatándose de que, su antiguo “amigo” Luis, discutía con su hermano: Frank.

- ¡¿Qué es lo que te sucede?! No me importa lo que quieras hacer de tu vida, ¡pero sé considerado y respeta a nuestra madre! ¡Tú sabes que ella sufriría si te expulsaran por una estupidez como esta!

- ¡Déjame en paz! No son tus asuntos – el matón estaba por irse cuando dirigió una mirada de odio a Alberto – ¡No te le acerques, te lo advierto!

El cazador quería contestarle, pero no pudo: su voz no le respondía, apenas un pequeño silbido salía de su garganta.

- ¿Para qué te esfuerzas, idiota? ¿Acaso quieres morir? – dijo Luis ante un despreocupado Alberto - No sé qué pasará por tu cabeza, pero quiero que sepas, que fuiste casi un hermano para mí, y aunque ahora seas huraño con todos, procuraré que no seas blanco de los ataques de cualquier persona, aunque sea mi hermano de sangre…

El raro se fue antes de que su “amigo” terminara de hablar, caminó hasta llegar a un salón vacío. Se aseguró que no hubiese nadie por el pasillo, cerró la puerta y sentado en un rincón, intentó llorar, pero no pudo. “¿Qué es lo que me pasa? Yo no me quiebro, no soy frágil, conozco mi misión… la mayoría no la conoce y vive como animales… aun así quiero llorar…"

Alberto estaba por renunciar a su propósito cuando sintió una mano fría apoyada en su cabeza. La levantó y descubrió a Sofía con una mirada entristecida, a punto de llorar.

- No sé lo que estarás pasando Al, pero sea lo que sea, sabes que aquí tienes a una amiga. Cuenta conmigo para lo que desees – balbuceó la joven.

Las lágrimas empezaron a empujarse una tras otra en el rostro de la francesa, Alberto se levantó, la abrazó con fuerza y le susurró al oído: “Tú también debes contar conmigo para todo, no importa lo que hagas, no importa lo que te haya pasado. Descarga todo lo que sientas en este corazón, vacía tus sentimientos en mí. Siempre estaré cuando me necesites, aunque recién nos estemos conociendo. Y si estamos claros en eso, dime qué sucede, Sofi.”

Sofía, que había empezado a temblar, logró decir, con la voz entrecortada:

- Mi madre ha muerto…

No hay comentarios: