Son los mismos ojos,
la misma voz
y la misma sonrisa.
En definitiva es ella,
sigue siendo ella.
Va buscando un asiento
y fugazmente
nuestras miradas se confunden.
No puede leerme,
quizás una vaga noción
de un encuentro pasado.
Pero no tiene idea,
no puede verme.
Y sucumbo ante el desapego
a la vez
que al continuo martilleo
de palabras imprecisas,
imágenes y caricias.
Pero, lo resalto,
ella ya no puede oírme.
Aunque las palabras se rebelen
una y otra vez,
en mis poemas,
en mis cuentos
aunque se escapen
una y otra vez
de mis memorias
no podrán descifrarte
lo que hoy siento.
Y es que:
"Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma"
(Escrito el 04/08/16)
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