16 noviembre, 2009

Al recuerdo vivo (Cuarta parte)

Mi hija empezó el tratamiento de su cáncer, y yo por mi parte pensaba cada día en cómo hacerle la vida mucho más simple y feliz: en primer lugar, como ya podía caminar (para eso ya habían pasado algunos meses), fui a ver la empresa agrícola, la cual había tenido descuidada pero que seguía en pleno funcionamiento, entonces empecé a recordar que a ninguno de mis hijos le ilusionaba algún día tener esas acciones o involucrarse en esa empresa, así que me decidí venderlas todas, lo cual me proporcionó una fuerte cantidad de dinero; en segundo lugar busqué a la enfermera, indagando con los doctores del hospital quienes me dieron un dato que me impactó: “Ella nunca le ha gustado trabajar en el hospital, y menos ser enfermera, pero eso fue lo que estudió antes de que sus familiares cayeran uno a uno en ese terrible cáncer”. Me dolió mucho que su vida haya estado marcada de esa forma, por eso fui hasta la casa en la cual ellos me indicaron que vivía, y al llegar toqué su timbre.

Esperé por una hora allí y no apareció, hasta que la vi regresar con compras de mercado, ella me vio y se acordó de quién era, me invitó a pasar y yo con molestia acepté. Lo que tenía planeado hacer iba a ser rápido, pero yo y ella charlamos un tiempo largo sobre nuestras vidas, y el reloj ya marcaba las siete de la noche cuando me acordé el verdadero porqué de mi visita: “Disculpa, pero como me dijiste, ¿vas a mudarte?” Ella me respondió con una ligera sonrisa: “Sí” Ante eso le repliqué: “Pero, ¿no crees que necesitarías dinero para comenzar una nueva vida?, pues sé que no quisieras estar más trabajando en un hospital, es por eso que te quiero dar este dinero, y no quiero que lo rechaces, es suficiente para comenzar una carrera o si quieres para mantenerte unos meses sin tener que trabajar hasta que encuentres un novio rico” Ella me vio directamente a los ojos, rió y me dio un cariñoso beso en la mejilla. Había aceptado y me sentía alegre. Al día siguiente ya se había mudado, pero me dejó una carta con todo tipo de expresiones de gratitud, la cuales me gustaron mucho.

Ese mismo día cuando regresé al hospital a desvelarme por mi hija vi entrar a su habitación al chico: lo seguí y lo detuve antes de entrar: “¿Quién eres, dímelo?” Él me respondió con otra pregunta: “¿En verdad quieres saberlo, así me pierdas y no me veas más?” Lloré y mis ojos se nublaron contestándole: “Sí” Acto seguido me dio un beso en la frente y me dijo tiernamente: “Soy tu hijo, papá, ¿ahora me recuerdas?, te quiero mucho y me alegra que hayas cambiado, mi madre también te quiere, pero ahora me tengo que ir. Te amo mucho” Me abrazó y luego entró lentamente a la habitación de mi hija. Cuando por fin pude reaccionar del shock entré, y él estaba sentado en otra silla maltrecha y acariciando a mi hija, su hermana. Lo único que hice fue mirarlo y él también, hasta que se levantó y salió de la habitación. Esa fue la última vez que lo vi.

Recordé segundos después, que mi hijo había viajado a Bélgica y mi hija a Francia al huir de mí y que él había muerto hacía ya cinco años, pero que yo no fui a su entierro al estar inmerso en el alcohol. Al dolerme tanto pensé en tomarme la botellita de alcohol puro que había encima de una mesa, pero mi hija se despertó y me sujetó la mano diciéndome dulcemente: “No lo necesitas, ya no”.

Me quedan pocos meses de vida, así me lo ha dicho el doctor Quiñones, pero quería dejar el testimonio de mi vida para que si otro sienta que su vicio lo destruye, piense en los demás y se preocupe en ayudarle a salir de sus problemas, que eso da mucha más satisfacción que el mismo vicio. Ah, se me olvidaba, mi hija se recuperó del cáncer, y ahora con ella comparto recuerdos gratos de la familia.

1 comentario:

JLDA10 dijo...

Bueno wachin, yo ya sabia que iba a ser su hijo.... La verdad me a gustado, pero todavia falta la emocion cuando es un "continuara"...

7/10 wachin estuvo interesante... ^.^

Psdt: Que lloren menos los personajes JEJE.