28 diciembre, 2009

¿Qué significan tus ojos? (décima parte)

La guardé rápidamente en mi bolsillo cuando entró mi padre. No se percató de lo que había guardado diciéndome:

- Hijo, baja para cenar.

- Está bien ahora bajo – le contesté.

El guardar la nota de pronto fue producto del reflejo. No le quería decir nada acerca de ella hasta que estuviera seguro de qué significaba lo que estaba inscrito.

Los días pasaron sin que lograra encontrar el significado. Quería saber además quien me la había lanzado hasta mi cuarto después de ser rescatado. Entonces empecé a sacar conclusiones: esas personas me habían seguido hasta el hotel y la casa. Pero, en ese momento no sabía quiénes eran.

Un sábado mi padre me dijo que ya debía ir al colegio, que ya había encontrado uno apropiado para mí. Desde el lunes estudiaría y llevaría una vida normal, eso creía.

Cuando llegué el primer día, me senté al final de una columna. Escuchaba a los profesores, pero nunca tuve intención de comprender sus clases, ya que, adelante mío se sentaba una chica que podría ser la musa que en toda su vida buscan los poetas. Sí, eso era ella para mí. Aunque no hablé mucho con ella sabía que debía verla, refrescar mis días con la brisa de su pelo, que se ondulaba con el viento, magnánimo, amigos míos.

Quizás esos meses fueron los más felices: por ya no tener que preocuparme de la carta, ni del secuestro. Se me borró todo cuando la vi por primera vez. Al principio creí que llegaría el día que le confesaría todo lo que sentía. Y ese día nunca llegó del todo, porque no fue lo que esperaba. Y ya sabrán a lo que me refiero. Sí, ese viernes que me hizo perder de a pocos la ilusión. Pero, lo que no me hizo desfallecer fue la intriga y el misterio que se envolvía en estos dos años, que a pesar de que fueran tragedias (que explicaré en la siguiente parte) me mantenían vivo.

Por otro lado, Luz me dirigió la palabra muy pocas veces, y esos momentos aún los atesoro, y siempre los tendré dentro de mi corazón, porque es lo que me queda de ella. Solamente sus palabras que resuenan todos los días aquí, en estas cuatro paredes. Es un eco que estalla en mi cabeza. Su cándida forma de hablar es la miel que se almacena en el panal de mi oído. Ya casi no puedo dormir sólo tengo recuerdos de los años que han pasado con mentiras, pero aunque sea existía en esos años lo que he perdido: la vida.

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