- Ya mami. Como las modelos.
Vivir lejos de la ciudad, hasta poder
cruzar la frontera, era el objetivo de la madre. Nadie le quitaría a su hija de
nuevo. “Nunca más volveré a caer. Por mi hija, me lo prometo” Y la promesa que
ella creyó que se volvería sencilla por el amor que le tenía a su hija, fue
poco a poco perdiéndose.
- Mami, el arroz sabe amargo.
- Cómetelo, hijita.
- Es feo. No puedo.
- … ¿Crees que nos regalan la comida?
Cómetelo de una buena vez.
Alba apartó el plato. No estaba siendo
exagerada. La poca cantidad de dinero, la ansiedad y el miedo constante de
Laura, provocaba que no haga las cosas cotidianas correctamente: cocinar, limpiar
la casa, contarle a su hija cuentos antes de dormir. A veces dejaba la casa
semanas sin limpiar, a veces se olvidaba de su hija, y se encerraba para
martirizarse por otro día de no poder ir a otro lugar.
- ¡Cómete la maldita comida!
Agarró la cabeza de Alba violentamente
con una mano, y con la otra le quiso dar una cucharada de la fría comida. Pero,
se detuvo al ver la expresión de terror de su hija. Las lágrimas de ambas
salieron a borbotones. Sin embargo, este no fue el único episodio de violencia.
Meses pasaron hasta que, un día, al
ver a su hija con un gran hematoma en la pierna derecha, producto de las
golpizas, que para ese entonces ya eran pan de cada día, decidió lo más
correcto y sano.
Era un martes cualquiera, como
cualquier otro, frío (porque era invierno) y doloroso (por la despedida y el
triste final).
- ¡Hijita, te voy a extrañar mucho!
Recuerda siempre que te querré. Espero que volvamos a vernos.
- Mami, ¿a dónde vas?
Laura no respondió. Cerró la puerta
del coche, dejando a su hija. Se alejó lo suficiente para que no la vieran, y
esperó a que Alberto llegara, junto con la policía. Los vio abrazarse, y su
corazón se agrietó aún más, por lo que había hecho. Arrancó hasta perderse en
una zona desértica, donde encontraron su cuerpo, luego de meses. La causa de la
muerte fue un paro cardíaco producto de la promesa incumplida.
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