“Ya debe
ser muy tarde – pensó – eso explicaría la ausencia de sonidos en la calle. Y
cuando terminó de pensar en esto se escuchó a lo lejos como un eco: Manuel,
¿dónde estás?... ¡responde! Este era el nombre de nuestro personaje, el cual
miró desconcertado a todos lados para identificar de dónde provenía esa voz. Entonces,
se escuchó por segunda vez, las mismas palabras, la misma entonación. Retumbaba
en toda la casa el eco. Manuel decidió ir hacia donde creyó que era el origen
del eco. Caminó por un largo pasadizo hasta estar en un cuarto donde no halló
ningún tipo de luz.
“¡Soy
tonto! ¡Mi celular!” recordó. Lo sacó del bolsillo de su pantalón. Vio la hora:
las cinco de la mañana. Intentó llamar, pero no tenía señal. “Tengo que buscar
una salida, está por apagarse”. Siguió caminando a través de la habitación
alumbrándola pobremente con el móvil. Al final de la misma había otro pasadizo
que conectaba a otra habitación, y así sucesivamente. No podía entender este
tipo de construcción. Decidió entonces regresar al principio pero entonces la iluminación
se terminó.
Se golpeó
contra muebles y repisas. Creyó no llegar a ningún lado y empezó a
desesperarse. Corrió y se cayó muchas veces. Sentía que el nudo en la garganta
se hacía más grande con el pasar de los minutos. “¡Manuel!... no responde,
seguramente ya se fue… Vámonos, no está aquí. Me da escalofríos
esta casa. Se escuchan ruidos tras las paredes”
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